El vals del obrero
Hoy la extrema derecha no tiene entre la clase trabajadora espa?ola una prevalencia importante, lo que intenta es mover el tablero
Llevar la bandera proletaria tiene pedigr¨ª. Despu¨¦s de todo, incluso en el complejo mundo actual, hay referentes ideol¨®gicos imantados. Para la izquierda es una cuesti¨®n de representaci¨®n descriptiva: estamos en el lado correcto si nos votan los nuestros. Para la derecha es un puntal de cr¨ªtica: hab¨¦is perdido tanto el rumbo que ya no os votan ni los vuestros.
En un influyente art¨ªculo de 2018, Oesch y Rennwald se?alaron c¨®mo en Europa la derecha populista radical hab¨ªa crecido atrayendo a los peque?os propietarios que antes votaban a la derecha convencional y las clases obreras que lo hac¨ªan por la izquierda. Sin embargo, esta coalici¨®n social no se reproduce en Espa?a, al menos hoy. En cualquier bar¨®metro se constata c¨®mo el PSOE obtiene niveles de apoyo del 30 y el 20% entre las ocupaciones manuales no cualificadas o el personal administrativo b¨¢sico. En el PP alcanzan solo la mitad que los socialistas y Vox est¨¢ incluso m¨¢s lejos.
?Podr¨ªa cambiar esto en el futuro? ?Conseguir¨¢ la nueva extrema derecha tener una base electoral obrerista? Desde luego no se puede ser categ¨®rico, pero hay dos elementos de nuestra estructura social que, de momento, lo hacen menos probable.
De un lado, sabemos que el componente generacional explica m¨¢s el voto en Espa?a que en otros pa¨ªses. En ese sentido, una parte importante de las categor¨ªas ocupacionales antes mencionadas son mayores de 45 a?os, socializados en el bipartidismo, lo que les hace menos propensos a votar a partidos nuevos. Pi¨¦nsese que, en el peor momento del PSOE, en 2015, el peso relativo de los obreros en su electorado incluso creci¨®. Los que desertaron a Podemos fueron los sectores m¨¢s precarios, m¨¢s desafectos y con menos ingresos.
Del otro lado, en Europa el nuevo eje libertario-autoritario ha facilitado que la nueva extrema derecha atraiga a los obreros gracias a su ret¨®rica nativista y centrada en el autoritarismo tradicionalista. Sin embargo, Rovny y Polk han se?alado que en los pa¨ªses donde la Iglesia Cat¨®lica ha sido hegem¨®nica, como ha sido nuestro caso, el eje abierto-cerrado tiende a solaparse con el de izquierda y derecha (y no lo secciona por la mitad). Por eso mismo los partidos extremos tienden a ubicarse en los polos de los bloques y, por inercia hist¨®rica, el tradicionalismo nacionalista es empujado a la derecha, alej¨¢ndose del voto obrero.
Por supuesto, la estructura de competici¨®n no es fija y los jugadores intentan mover el tablero. As¨ª es el nuevo escenario multipartidista. Ahora bien, lo que sabemos seguro es que hoy la extrema derecha no tiene entre los obreros una prevalencia importante. Por eso es cristalino que cuando hay actores que lo repiten de manera obstinada lo que buscan es que, a base de simular cu¨¢l es su sitio y qui¨¦n es su gente, les acabe votando la clase preferente.
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