Vox se retrata
Su cartel electoral es la descripci¨®n de un partido con postulados peligrosos
El cartel electoral de Vox que yuxtapone la imagen y el supuesto coste para el erario p¨²blico de una abuela pensionista y un menor migrante no acompa?ado ¡ªburdamente caracterizado para transmitir sensaci¨®n de inseguridad¡ª no es otra cosa que un autorretrato. Es la execrable imagen estampada en las paredes de Madrid de un partido que deambula en los l¨ªmites del marco de valores democr¨¢ticos de una sociedad occidental. Una formaci¨®n que busca conscientemente atraer votos jugueteando al borde de la incitaci¨®n al odio, coqueteando sin escr¨²pulos con el fomento del racismo y la xenofobia. Un partido ante el que hay que extremar la vigilancia democr¨¢tica y cuyo ideario debe ser aislado. El inquietante cartel recibi¨® ayer la condena un¨¢nime en el Congreso, aunque no la ruptura por parte del Partido Popular.
El recurso es desgraciadamente muy conocido en la historia: se?alar minor¨ªas, apuntar a supuestos ¡°otros¡± que restan ileg¨ªtimamente recursos al ¡°nosotros¡±; generalizar alg¨²n hecho negativo puntual como si representara a todo un colectivo y a partir de ah¨ª apelar a las v¨ªsceras de la fracci¨®n de la poblaci¨®n m¨¢s susceptible de envidia o de un orgullo mayoritario mal entendido. Que Vox recurra a estas t¨¢cticas con menores no acompa?ados habla, por encima de otra cosa, de su talla moral.
La mala intenci¨®n es obvia en m¨²ltiples niveles. De entrada, las comunidades no tienen competencias en esta materia, como la presidenta de Madrid, Isabel D¨ªaz Ayuso, record¨® ayer: queda pues doblemente evidente el motivo de la agitaci¨®n. Despu¨¦s, la manipulaci¨®n de los datos es grave. Comparar una pensi¨®n m¨ªnima con el presunto coste general de sustento de un menor no acompa?ado es un contorsionismo mental. Pero, sobre todo, lo relevante es que un m¨ªnimo apego a valores universales como la tutela de menores no acompa?ados hace necesario que semejantes comparaciones directamente se eviten. Abordar la realidad de la inmigraci¨®n, especialmente de los menores de edad, es obligaci¨®n de cualquier Estado civilizado, y jugar con ella agitando los instintos m¨¢s turbios que por desgracia perviven en la sociedad es inmoral y, en ciertas modalidades, incluso un delito.
En su historia reciente, Espa?a no ha sufrido episodios de xenofobia y racismo tan recurrentes y graves como algunos otros pa¨ªses occidentales. Los partidos pol¨ªticos, de forma bastante generalizada, han evitado jugar con este tipo de fuegos. Vox destroza este loable c¨®digo por inter¨¦s partidista. Y Espa?a no es inmune al riesgo de derivas radicales. Procede recordar los recientes incidentes de corte xen¨®fobo sucedidos en Canarias a ra¨ªz del incremento de los flujos migratorios.
Al aproximarse las elecciones en Madrid, debe subrayarse que la candidata del PP mostr¨® su rechazo al cartel, pero, una vez m¨¢s, eludi¨® descartar una coalici¨®n con Vox. La relaci¨®n del principal partido conservador con la ultraderecha es una cuesti¨®n de enorme importancia para la democracia espa?ola. Es imprescindible marcar una l¨ªnea roja ante una fuerza que se acerca tan peligrosamente al odio y al racismo, con una clara falta de compromiso con valores democr¨¢ticos b¨¢sicos. El aislamiento de esas ideas es obligaci¨®n de los dem¨®cratas, sea cual sea su ideolog¨ªa. Y esa es la batalla que merece la verdadera causa de la libertad.
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