El coste psicol¨®gico de poner la lavadora
Es hora de encender todas las luces. Y alumbrar siempre antes de cobrar para que la dignidad de los ciudadanos no se apague
¡°La noche es para descansar, no para poner lavadoras¡± se lee en el folio blanco que un vecino ha colgado en su portal. Y debajo, escrito por otra mano: ¡°La luz me la vas a pagar t¨²¡±. La imagen se hizo tan viral como un buen meme, aunque su autor asegura que est¨¢ basada en hechos reales. En todo caso, la tormenta de chistes da una idea del impacto social de la ¨²ltima subida de esta factura. Incluso hay quien afirma que Pedro S¨¢nchez coger¨¢ el Falcon solo de madrugada para ponerse a planchar en la hora valle y crear un mundo m¨¢s sostenible. (Esto s¨ª es un meme). Pero despu¨¦s de una semana destripando la factura por bromas y c¨¦ntimos, vale la pena analizar el coste psicol¨®gico y subjetivo de la misma.
Lo primero que debemos aceptar como ciudadanos es que no podemos entender c¨®mo demonios se calcula el precio de la luz. Tanto es as¨ª que en el sector aseguran que si alguien te ha explicado el funcionamiento del sistema el¨¦ctrico y lo has entendido es que te lo han explicado mal. Hay que asumirlo. Las f¨®rmulas del mix de producci¨®n de energ¨ªa el¨¦ctrica son muy complejas, entre otras cosas porque para incentivar la inversi¨®n en renovables los gobiernos (de uno y otro color) han incentivado una rentabilidad demasiado alta. En todo caso, es imposible explicar la f¨®rmula del todo. Intervienen factores pol¨ªticos, meteorol¨®gicos, econ¨®micos¡ Y al consumidor no le queda otra que aceptar que el precio de esta necesidad b¨¢sica es algo que nunca llegar¨¢ a entender. Pero s¨ª a pagar. Por eso cada d¨ªa es m¨¢s dif¨ªcil discernir si no entendemos porque somos algo tontos o si nos est¨¢n haciendo pagar como si lo fu¨¦ramos.
Pero el coste subjetivo del tarifazo va mucho m¨¢s all¨¢ del insulto a nuestra inteligencia. En el an¨¢lisis de los da?os psicol¨®gicos que ocasionar¨¢ la nueva factura es importante recordar que no venimos de un a?o cualquiera cuando recibimos esta noticia y que no somos a estas alturas unos ciudadanos cualquiera. Nosotros somos aquellos que asumimos que no hac¨ªa falta llevar mascarillas, despu¨¦s que deb¨ªamos quedarnos en casa, luego que solo pod¨ªamos salir en tramos horarios (expresi¨®n que ser¨¢ para siempre traum¨¢tica), m¨¢s tarde que las horas depend¨ªan de cada comunidad o incluso de cada barrio (en funci¨®n de criterios nunca unificados), luego que hab¨ªa que ponerse Astrazeneca, despu¨¦s que no, finalmente que mejor s¨ª (pero que la segunda dosis ya de otra si se prefiere). Nosotros, los que recibimos la noticia de la ¨²ltima subida, no solo somos consumidores, nosotros somos supervivientes. Hemos vivido un da?o irreparable y adem¨¢s inevitable. Somos los que aceptamos que no todo se puede entender en una crisis sanitaria. Y quienes lo asumimos con solidaridad y sin desvelos conspiranoicos. Ahora bien, despu¨¦s del murci¨¦lago de China es f¨¢cil ver en la factura de la luz el ala oscura de un vampiro.
Y ah¨ª el asunto de las horas verde y las valles, dibujadas de rojo, verde y amarillo como el traum¨¢tico sem¨¢foro que nos indica la situaci¨®n de la pandemia en distintos gr¨¢ficos, ha terminado por volvernos locos. Porque, adem¨¢s de aceptar un precio arbitrario (por cuanto incognoscible), se nos propone coser la tarifa a nuestra intimidad hasta el punto de que ya no solo se nos obliga a aceptar la subida sino a comportarnos como s¨²bditos. Los nuevos tramos nos invitan a asumir que en caso de pagar una factura demasiado alta, la culpa ser¨¢ nuestra. ?Acaso nos atrevimos a poner la lavadora a la hora que nos dio la real gana?
Nos han explicado que los tramos horarios no son un capricho sino que responden a un bien mayor e incontestable: el ecol¨®gico. Lo que pasa es que no sabemos cu¨¢l es el plan para que la industria sea m¨¢s sostenible ni qu¨¦ lavadoras encender¨¢n las f¨¢bricas por la noche. Tampoco conocemos cu¨¢nto podemos hacer los consumidores finales para hacer un uso m¨¢s eficiente de la energ¨ªa. Al final lo que m¨¢s gasta es la nevera y la tele y esas dos van a seguir enchufadas. La lavadora no tiene un peso importante sobre la factura final, pero s¨ª simb¨®lico pues sirve para culpabilizarnos del exceso de gasto y de desembolso. Un poco como lo de acabar con el pl¨¢stico cobr¨¢ndonos las bolsas en el s¨²per mientras cada manzana se envuelve en poliespan y film transparente en la secci¨®n de la fruta.
La transparencia siempre ha sido pol¨ªticamente deseable pero ahora es adem¨¢s psicol¨®gicamente inexcusable. Porque de otro modo podr¨ªamos llegar a sentir que nos enfrentamos a un timo con los sellos y el respaldo de la Administraci¨®n. Que los asuntos que no conocemos son asuntos que se ocultan con premeditaci¨®n y que afectan cada d¨ªa a aspectos m¨¢s sensibles. Que la pol¨ªtica insulta nuestra inteligencia y nuestra resiliencia y que su verdadero objetivo es controlar nuestro cuerpo y nuestros deseos hasta el punto de meterse en nuestra casa, de meterse incluso en nuestra colada, de husmear en nuestra prendas m¨¢s ¨ªntimas. Son tantas las cosas que se supone no podemos entender como ciudadanos, empezando por el precio de una necesidad b¨¢sica, que a estas alturas es dif¨ªcil saber si detr¨¢s de la factura de la luz se esconde alg¨²n secreto de Estado o si lo secreto es ya y para siempre el Estado mismo. Por eso, por costoso que resulte, es hora de encender todas las luces. Y alumbrar siempre antes de cobrar para que la dignidad de los ciudadanos no se apague. El Estado, que nadie se equivoque, debe recordar que la energ¨ªa m¨¢s importante es la nuestra
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