A los de Col¨®n

La convocatoria de Col¨®n result¨® deslucida respecto a la de hace dos a?os porque congreg¨® a la mitad de asistentes. Pero la gente de a pie merece igual respeto que la de las manifas secesionistas de un mill¨®n en algunas ediciones de la Diada: pues ejerci¨® un derecho democr¨¢tico. Y porque el asunto de los indultos a los indepes encarcelados es muy sensible: para todos, incluidos los condenados. Lo saben bien quienes los ultiman y los apoyan, y se ven por ello tildados de traidores, ese ep¨ªteto digno de entierro.

Quienes ya merecen menos respeto son sus convocantes y dirigentes. Que Rosa D¨ªez advierta de que ¡°los espa?oles de bien no lo vamos a consentir¡± [el otorgamiento de indultos] sonar¨ªa como un trallazo a muchos. Entre ellos a los millones de catalanes constitucionalistas y partidarios de las medidas de gracia ¡ªse supone que tambi¨¦n son espa?oles¡ª, que desde hace a?os son estigmatizados como malos catalanes y ayer se descubrieron doblados tambi¨¦n de malos espa?oles. ?O acaso los de bien son solo ese 1,04% de votantes que D¨ªez consigui¨® en 2015, una humillaci¨®n que la oblig¨® a renunciar al liderazgo de UPyD, enseguida disuelto? Aviados estar¨ªamos.

M¨¢s grave es que la verdadera catapulta del PP, Isabel D¨ªaz Ayuso, amenazase sin veladuras al jefe del Estado con la especie de que si firma los indultos le ¡°har¨¢n c¨®mplice¡± de la supuesta traici¨®n, la presunta ilegalidad y el pretendido apoyo al golpismo que esas medidas supondr¨ªan.

Por decirlo suave, D¨ªaz olvida que la Constituci¨®n obliga al Rey a ¡°expedir los decretos¡± del Gobierno (art¨ªculo 62.f) y en concreto a ¡°ejercer el derecho de gracia con arreglo a la ley¡± (62.i). Y que la ley, la del indulto de 1870 (la 175 de 24/6/1870), establece que su concesi¨®n compete al Gobierno: ¡°Se har¨¢¡± por decreto ¡°en Consejo de Ministros¡± (art¨ªculo 30). Cuestionar el deber de firma del jefe del Estado, presionarlo para que actuase ilegalmente, es, ese s¨ª, empe?o contrario a la Constituci¨®n.

El fiasco de Col¨®n-2 restalla en esas sinrazones. Tambi¨¦n en las sonoras ausencias de los barones moderados del PP, de todos. Y en el simbolismo de la falta de foto conjunta de los l¨ªderes asistentes de derecha y ultraderecha. Las pr¨¦dicas de unidad ¡ªese indemostrado together entre unionistas, autonomistas y federalistas; o entre progresistas, centristas y conservadores¡ª quiebran cuando ni son todos, ni se atreven a lo menos, retratarse juntos en las plazas. Menos cre¨ªble parece su apuesta por lo m¨¢s.