Despu¨¦s de los indultos
Una nueva relaci¨®n entre Catalu?a y Espa?a debe avanzar sin prisa en la b¨²squeda de soluciones escalonadas y obtener la aprobaci¨®n popular de sus resultados a trav¨¦s de las urnas
Los indultos deber¨ªan dar la se?al de salida de lo que ser¨¢ con seguridad una larga marcha. Deber¨ªa estar abierta a cuantos desean encontrar un nuevo y razonable modus vivendi para las relaciones Catalu?a-Espa?a y superar el bloqueo actual. Exige a los participantes reconocerse mutuamente, con su respectivo bagaje de creencias legales, pol¨ªticas y culturales, diferentes entre s¨ª y profundamente arraigadas. Con conciencia plena de que no comparten del todo ni el ritmo, ni los pasos, ni el objetivo final. Es as¨ª porque la confianza rec¨ªproca entre ellos es baja despu¨¦s de que la legitimidad institucional y el capital social se hayan visto seriamente erosionados durante los ¨²ltimos veinte a?os. Tanto en Catalu?a como en Espa?a.
Sin embargo, pese a todas las limitaciones, no parece que haya otro remedio realista al conflicto que no sea emprender esta larga marcha y prepararse para que progrese. Para que as¨ª sea, conviene tener conciencia de algunos d¨¦ficits en el punto de partida y de previsibles asechanzas que la amenazar¨¢n durante el trayecto. Quiz¨¢ sea bueno, por tanto, contar con una sint¨¦tica ¡°rough guide¡± (gu¨ªa aproximada) que nos advierta de lo abrupto del recorrido y nos prevenga contra ilusiones prematuras.
Para empezar, no se ha llegado todav¨ªa a un reconocimiento suficientemente amplio de un doble y rotundo fracaso. Ni la v¨ªa unilateral de los independentistas ha sido capaz de alcanzar su objetivo, ni las herramientas represivas del Estado han valido para desactivar el contencioso pol¨ªtico. Es cierto que se ha avanzado bastante en el reconocimiento de los grav¨ªsimos errores cometidos por ambas partes. Pero hay todav¨ªa actores relevantes que se resisten ¡ªaqu¨ª y all¨¢¡ª a admitirlos.
Hay que constatar igualmente que no existen posiciones ¨²nicas a ambos lados del tablero. Ni en Catalu?a ni en Espa?a se suscribe una opci¨®n un¨¢nime sobre c¨®mo deber¨ªa ser su mutua relaci¨®n y sobre la forma de cambiarla. Es un escollo para la fluidez de las conversaciones. Pero no me parece un argumento para evitarlas. Al contrario: solo adentr¨¢ndose prudentemente por esta v¨ªa se abre la puerta a reajustar posiciones previas y a facilitar que converjan hacia premisas compartidas por los principales actores.
La marcha que se inicia cargar¨¢, desde sus primeros pasos, con un doble y muy pesado lastre: el activismo imprudente de un sector judicial y la influencia t¨®xica de determinados medios de comunicaci¨®n en Espa?a y en Catalu?a. Pretender¨¢n justificar sus intervenciones invocando versiones peculiares de la independencia judicial y de la libertad de expresi¨®n. Quienes apuesten por el di¨¢logo deber¨¢n ir razonando incansablemente ante la opini¨®n p¨²blica que ¡ªfrente a actitudes impermeables al inter¨¦s general y dispuestas a sabotear un acercamiento entre las partes¡ª, no hay otra forma de salir del actual bloqueo que no sea intentando el di¨¢logo y la transacci¨®n.
Otras amenazas previsibles acechar¨¢n tambi¨¦n a los protagonistas de esta larga marcha. Entre ellas, la prisa por obtener una soluci¨®n inmediata. Sin embargo, una reorientaci¨®n constructiva en la actual relaci¨®n Espa?a-Catalu?a solo puede surgir a trav¨¦s de una lenta maduraci¨®n, si atendemos a las limitaciones sociopol¨ªticas y culturales pasadas y presentes, tanto las propias como las del contexto europeo. Hay que aceptar de antemano que en este itinerario se dar¨¢n momentos de crisis e interrupci¨®n, retrasando m¨¢s de lo deseable la consecuci¨®n de resultados tangibles.
Los propios negociadores pueden perjudicar su tarea si ignoran los m¨¢rgenes de negociaci¨®n que limitan a sus contrapartes. La transacci¨®n se har¨¢ m¨¢s dif¨ªcil si no tienen conciencia de que todos los participantes est¨¢n sujetos a ciertas trabas en su capacidad para transigir. Provienen de creencias jur¨ªdico-culturales profundamente arraigadas. En las dos partes, por ejemplo, subsiste una idea tradicional de la soberan¨ªa estatal que ya no funciona ¡ªpese a las apariencias¡ª en el marco de la UE. Bajo la influencia de esta vieja noci¨®n, la conexi¨®n Catalu?a-Espa?a se concibe a menudo y err¨®neamente como una relaci¨®n de suma cero en la que cualquier cambio significa ganancia para una parte y p¨¦rdida para la otra.
Puede interpretarse tambi¨¦n como inconveniente el hecho de que no haya definici¨®n previa del punto de llegada. El camino que emprenden los negociadores no tiene prevista una meta final de trazos concretos. Solo se ir¨¢ dibujando a partir de la acumulaci¨®n de acuerdos parciales que puedan transformar el car¨¢cter de la relaci¨®n actual. El af¨¢n por se?alar con precisi¨®n y de antemano un punto de arribada impedir¨ªa la exploraci¨®n de posibilidades hasta ahora imprevistas y eventualmente ¨²tiles. Parece preferible, pues, establecer metas limitadas donde cerrar acuerdos parciales y acumulables en un resultado final.
Un paso ineludible en esta larga marcha ser¨¢ obtener la aprobaci¨®n popular de sus resultados a trav¨¦s de un refer¨¦ndum o de otro tipo de consulta. Habr¨¢ que tenerlo en cuenta, aunque no como condici¨®n de partida. Es as¨ª porque el resultado de la negociaci¨®n ¡ªpor provisional que sea¡ª no lograr¨¢ suficiente legitimidad, ni podr¨¢ aplicarse efectivamente si solo se basa en el acuerdo entre ¨¦lites negociadoras y no obtiene la aprobaci¨®n ciudadana directa, al menos en Catalu?a. Pas¨® la ¨¦poca de las componendas de sal¨®n.
Dos consideraciones finales. En primer lugar, convendr¨ªa acompa?ar y reforzar el acercamiento pol¨ªtico mediante un di¨¢logo social en el que participaran instituciones y grupos del ¨¢mbito socioecon¨®mico, intelectual y cultural. Formal o informalmente, la existencia de estos puntos de encuentro ayudar¨ªa a consolidar la creencia de que la crisis actual solo puede abordarse a trav¨¦s de la negociaci¨®n pol¨ªtica, respaldando as¨ª a los interlocutores en sus inevitables momentos de des¨¢nimo.
Para concluir, es bueno recordar que en el trasfondo de este planteamiento subyace la convicci¨®n de que Catalu?a y Espa?a afrontan los mismos retos globales: una creciente desigualdad socioecon¨®mica, una grave crisis clim¨¢tica, la compleja transici¨®n a un modelo productivo diferente y el desgaste innegable de la democracia representativa. Solo estabilizando su relaci¨®n mutua podr¨¢n responder de forma razonablemente eficaz a retos de tal envergadura. Por tanto, quien levante barreras y oponga vetos a esta negociaci¨®n asumir¨¢ una enorme responsabilidad porque estar¨¢ supeditando el bienestar com¨²n de sus conciudadanos a la defensa de prejuicios ciegos o de ego¨ªstas intereses de facci¨®n.
Parece llegada la hora de que un uso inteligente de la pol¨ªtica convierta la l¨®gica esencialista del ¡°s¨ª o no¡± ¡ªo del a¨²n m¨¢s est¨¦ril ¡°s¨ª o s¨ª¡±¡ª en la l¨®gica pol¨ªtica del ¡°m¨¢s o menos¡± y del ¡°m¨¢s tarde o m¨¢s temprano¡± (Offe). En otras palabras, el momento de volver con decisi¨®n al terreno de la praxis democr¨¢tica que nunca debi¨® dejarse de lado.
Josep M. Vall¨¨s es catedr¨¢tico em¨¦rito de Ciencia Pol¨ªtica (UAB).
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