Mi mundo
Hablamos un rato m¨¢s de esto y de lo otro antes de despedirnos. Luego sal¨ª a la calle y observ¨¦ el cielo azul. Mi madre jam¨¢s se equivocaba y, que yo supiera, tampoco ment¨ªa
Llam¨¦ a mi madre por tel¨¦fono. Ella a¨²n viv¨ªa, claro, y ¨¦ramos vecinos porque yo hab¨ªa alquilado un apartamento de soltero en su calle. Como llevaba cuatro o cinco d¨ªas sin visitarla, le dije que estaba de viaje, por trabajo. ?En d¨®nde?, pregunt¨®. En Barcelona, ment¨ª (nosotros viv¨ªamos en Madrid). Se interes¨® por el tiempo que hac¨ªa all¨ª y le dije que bueno. ?Y por Madrid?, repliqu¨¦ yo. ?Aqu¨ª llueve a c¨¢ntaros!, protest¨® ella. Tambi¨¦n era mentira, hac¨ªa un sol espl¨¦ndido que me hab¨ªa obligado a bajar las persianas. Me sorprendi¨® que mi madre dijera una cosa por otra. A c¨¢ntaros, insisti¨®, ?lo oyes? Hubo un instante de silencio, como si acercara el tel¨¦fono a la terraza para que escuchara el estruendo del agua y lo escuch¨¦ por pura sugesti¨®n. ?Qu¨¦ b¨¢rbaro!, exclam¨¦.
Hablamos un rato m¨¢s de esto y de lo otro antes de despedirnos. Luego sal¨ª a la calle y observ¨¦ el cielo azul. Mi madre jam¨¢s se equivocaba y, que yo supiera, tampoco ment¨ªa. Algo, en fin, no funcionaba en mi mundo. Pase¨¦ por el barrio d¨¢ndole vueltas al asunto. Quiz¨¢ era ella la que se hab¨ªa ido a Barcelona, donde tal vez llov¨ªa a c¨¢ntaros. Pero la hab¨ªa llamado al tel¨¦fono fijo, pues en aquella ¨¦poca no hab¨ªa m¨®viles, y era imposible desplazarse de un sitio a otro con el fijo. No pod¨ªa dejar de preguntarme qu¨¦ le ocurr¨ªa a mi madre, o a m¨ª, y me lo pregunt¨¦ hasta que muri¨®, pobre. Despu¨¦s lo olvid¨¦ y volv¨ª a recordarlo la semana pasada: me hallaba solo en casa cuando son¨® el tel¨¦fono (el m¨®vil, ahora). Era mi hijo, que se encontraba de viaje en Barcelona (o eso es lo que dijo), por trabajo. Me pregunt¨® qu¨¦ tiempo hac¨ªa en Madrid. Llueve a c¨¢ntaros, ment¨ª. Hablamos un poco de esto y de lo otro y nos despedimos. Algo raro volv¨ªa a suceder en mi mundo.
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