Freno a la ultraderecha

No es inevitable el avance de la extrema derecha y del nacionalismo populista en Europa. Lo han demostrado las elecciones regionales del domingo en Francia. En la primera vuelta, el Reagrupamiento Nacional (RN) de Marine Le Pen, formaci¨®n heredera del viejo partido ultra Frente Nacional, sufri¨® una derrota contundente e inesperada. Le Pen confiaba en que el RN ser¨ªa el partido m¨¢s votado en 6 de las 13 regiones y en conquistar el poder en al menos una de ellas en la segunda vuelta del pr¨®ximo domingo. Los comicios deb¨ªan ratificar su estrategia, consistente en suavizar su ret¨®rica y su mensaje. Parec¨ªa funcionar. Todos los sondeos de los ¨²ltimos meses anticipaban, adem¨¢s de un buen resultado en las regionales, que en las presidenciales de 2022 se clasificar¨ªa de nuevo para la segunda vuelta y se acercar¨ªa al presidente Emmanuel Macron en el voto final. El rev¨¦s electoral del domingo enfr¨ªa sus ilusiones. El RN se derrumba respecto a la primera vuelta de las regionales de 2015, en las que fue la fuerza m¨¢s votada, y queda por detr¨¢s de la derecha tradicional de Los Republicanos.

Las explicaciones del fracaso son m¨²ltiples. Los votantes del RN han engrosado las filas del abstencionismo, verdadero partido antisistema en un momento en el que Le Pen, en su esfuerzo por parecer normal, corre el riesgo de confundirse con una candidata m¨¢s del sistema. Por la baja participaci¨®n y por el car¨¢cter particular de una convocatoria local en la que no hab¨ªa nada trascendente en juego, la derrota del antiguo Frente Nacional en las regionales no puede extrapolarse a las presidenciales de 2022. Pero desmiente la idea seg¨²n la cual tarde o temprano la ultraderecha alcanzar¨¢ la presidencia de Francia y a los dem¨®cratas no les queda m¨¢s remedio que esperar a que, como fruta madura, los gobiernos caigan en sus manos. No tiene por qu¨¦ ser as¨ª. Y no hace falta mirar a la victoria de Joe Biden para entender que, junto a una corriente profunda de descontento populista en las sociedades occidentales, hay un anhelo de moderaci¨®n con tanto o mayor peso electoral. En Europa, las regionales en Francia no son el ¨²nico ejemplo reciente. A principios de mes, la Uni¨®n Democristiana (CDU) derrot¨® con claridad a la extrema derecha de Alternativa para Alemania (AfD) en el Estado de Sajonia-Anhalt.

El sufrimiento que ha provocado la pandemia y ciertos errores gubernamentales en su gesti¨®n no han llevado de momento al auge ultranacionalista que algunos tem¨ªan. Pero esta constataci¨®n no puede producir complacencia. En Italia, la Liga (algo m¨¢s moderada que en el pasado) y Hermanos de Italia suman un 40% de la intenci¨®n de voto entre los dos, con posibilidades reales de gobernar en la pr¨®xima legislatura; en Francia, Le Pen permanece, a pesar del fiasco del lunes, en buena posici¨®n para disputarle la victoria a Macron en 2022. Y persiste un peligro no tan evidente, pero no menos preocupante: que, para neutralizar a los radicales, los partidos democr¨¢ticos adopten sus ideas y su ret¨®rica, incluso en ¨¢mbitos progresistas, como demuestra la pol¨ªtica migratoria de los socialdem¨®cratas daneses. En la batalla contra las ideolog¨ªas del odio y la exclusi¨®n, nada est¨¢ ganado.