Sensaciones
En el momento en el que caes en la trampa de decir mam¨¢, pap¨¢ o ajo, est¨¢s perdido. Acaba de entrar en tu cerebro el virus troyano del lenguaje. El resto es coser y cantar para el ¡®hackeador¡¯
A m¨ª, que yo sepa, no me han hackeado nunca el ordenador, pero me han hackeado la cabeza. En realidad, pienso, todas las cabezas est¨¢n intervenidas. El asunto empieza en la infancia, cuando unos ojos amorosos te observan desde la altura al tiempo que una boca enorme repite insistentemente: ¡°Di mam¨¢, di mam¨¢¡±. O bien: ¡°Di pap¨¢, di pap¨¢¡±. O bien: ¡°Di ajo, di ajo¡±. Etc¨¦tera.
En el momento en el que caes en la trampa de decir mam¨¢, pap¨¢ o ajo, est¨¢s perdido. Acaba de entrar en tu cerebro el virus troyano del lenguaje. El resto es coser y cantar para el hackeador. El hackeador no es Fulano o Mengano, el hackeador es la gram¨¢tica, la autoridad competente, el sistema, como quieras llamarlo. Y no hay antivirus capaz de defenderte de la gram¨¢tica ni del sistema. Deber¨ªa haberme callado entonces, no deber¨ªa haber dicho mam¨¢ ni pap¨¢ ni ajo. Deber¨ªa haber permanecido en silencio para siempre, como una forma de rebeli¨®n frente a un mundo insensible. En vez de eso, devine fatalmente escritor. ?Para qu¨¦? Supongo que para deshablar lo hablado, para desgramaticalizar lo gramaticalizado.
Invadido por el lenguaje, pienso ingenuamente que el propio lenguaje podr¨ªa liberarme si lograra alterar sus estructuras, aunque no tanto como para enloquecer. ?C¨®mo liquidar la sintaxis sin destruir a la vez el pensamiento? Antes de renunciar al orden deber¨ªa hallar un sustituto. Pero no logro dar con ¨¦l. De otra parte, a veces me pregunto: ¡°?C¨®mo s¨¦ que estoy hackeado?¡±. En realidad, si lo piensas, resulta imposible averiguarlo. Podr¨ªa tratarse de una sugesti¨®n. Ahora bien, ?acaso un buen virus troyano no ser¨ªa capaz de hacer pasar lo que es real por una mera sugesti¨®n? ?Qui¨¦n nos mand¨® pronunciar esas palabras: mam¨¢, pap¨¢, ajo, etc¨¦tera?
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