Estados Unidos vuelve a un mundo distinto
El primer viaje internacional de Biden merece buena nota tanto por su planificaci¨®n como por su ejecuci¨®n. Logr¨® marcar un perfil radicalmente distinto al de Trump y restablecer puentes con sus aliados europeos. Pero el mundo unipolar que lideraba ha quedado relegado al pasado
![ilustraci¨®n Estrada 28.06.21](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/J75MTDX24REKTDSEHGUMRWTNPQ.jpg?auth=03fe0efa6a8106ee3e810fe4e7acde9d4265ee78c4ee9953225c2ba2f0207b58&width=414)
El primer viaje internacional del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, supuso todo un soplo de aire fresco. Desde la cumbre del G-7 en Cornualles hasta su reuni¨®n con el presidente ruso, Vlad¨ªmir Putin, en Ginebra, Biden hizo gala de un aplomo y una solvencia que contrastan claramente con los pueriles excesos de su predecesor, Donald Trump. El viaje de Biden mand¨® un mensaje contundente: Estados Unidos vuelve a estar en buenas manos y dichas manos se encuentran tendidas principalmente a sus aliados tradicionales.
Pero el objetivo de Biden es mucho m¨¢s ambicioso: impulsar un cierto renacimiento democr¨¢tico a escala global, en contraposici¨®n a China y otras autocracias. Quedan muchas dudas sobre si el nuevo presidente ser¨¢ capaz de implementar esta visi¨®n. Lo que est¨¢ claro, en cualquier caso, es que no ha tardado en ponerse manos a la obra.
El ¨²ltimo presidente estadounidense que escogi¨® Europa como destino de su viaje inaugural fue Jimmy Carter, en 1977. El tour de Carter arranc¨® en el Reino Unido, donde asisti¨® a una cumbre del G-7, y le llev¨® a Suiza, donde se reuni¨® con el presidente sirio Hafez el Assad (aliado de la Uni¨®n Sovi¨¦tica). Los paralelismos con el viaje de Biden son f¨¢cilmente distinguibles y, dada su admiraci¨®n por Carter, quiz¨¢ no del todo casuales.
Sin embargo, el mundo ha experimentado cambios extremadamente profundos desde 1977. Tomemos como ejemplo el Reino Unido. Cuando Carter visit¨® el pa¨ªs, este acababa de ingresar en las Comunidades Europeas, decisi¨®n que cont¨® con el posterior refrendo de la ciudadan¨ªa brit¨¢nica. Hoy, el Reino Unido se halla inmerso en la inestabilidad pol¨ªtica tras abandonar la Uni¨®n Europea.
Para Biden, esto requer¨ªa reafirmar la ¡°relaci¨®n especial¡± que mantiene Estados Unidos con el Reino Unido, mediante la adopci¨®n de una nueva Carta del Atl¨¢ntico. Pero tambi¨¦n exig¨ªa un recordatorio al primer ministro Boris Johnson de que el Reino Unido debe cumplir los acuerdos alcanzados con la UE al respecto de Irlanda del Norte. La conclusi¨®n es m¨¢s que evidente: si Biden se ve obligado a escoger entre el Reino Unido y la UE, se decantar¨¢ por la segunda.
El G-7 tambi¨¦n ha cambiado considerablemente desde los tiempos de Carter. Cuando los pa¨ªses del G-7 (Alemania, Canad¨¢, Estados Unidos, Francia, Italia, Jap¨®n y el Reino Unido) se reunieron por primera vez en los a?os setenta, representaban pr¨¢cticamente el 70% del PIB mundial en t¨¦rminos nominales, cuota que mantendr¨ªan hasta finales de siglo. Pero en las dos ¨²ltimas d¨¦cadas, este porcentaje ha ca¨ªdo en picado hasta el 45%.
La apuesta de Biden por robustecer la cooperaci¨®n con el G-7 es digna de alabar, aunque ha producido resultados dispares. Por un lado, las econom¨ªas m¨¢s ricas del mundo contin¨²an qued¨¢ndose muy cortas en sus esfuerzos por proveer de vacunas para la covid a los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo. Por otro lado, el reciente acuerdo del G-7 a favor de un impuesto m¨ªnimo de sociedades del 15% a escala global puede calificarse, como ha se?alado el economista de Harvard Dani Rodrik, de ¡°hist¨®rico¡±.
No obstante, dado el peso cada vez m¨¢s reducido del G-7 a nivel internacional, la adopci¨®n de estos principios por parte de otros pa¨ªses se hace a la vez m¨¢s necesaria y m¨¢s compleja. El siguiente obst¨¢culo a superar ser¨¢ el G-20, donde la propuesta ser¨¢ recibida con reticencias por parte de pa¨ªses como China, cuyas pr¨¢cticas comerciales y en materia de derechos humanos fueron duramente criticadas en el comunicado del G-7.
Tras la reuni¨®n del G7, Biden asisti¨® a una cumbre de la OTAN en Bruselas, que tambi¨¦n dio lugar a un destacable comunicado conjunto. Una vez m¨¢s, el foco se situ¨® sobre China, que fue tildada de ¡°desaf¨ªo¡± y mencionada a la par de Rusia. Esto representa un vuelco m¨¢s que notable para la organizaci¨®n que serv¨ªa como basti¨®n de Occidente contra la Uni¨®n Sovi¨¦tica.
El simbolismo y potenciales repercusiones de este vuelco no se le escapan a nadie (a quien menos, a la propia China). Cierto es que Pek¨ªn est¨¢ emprendiendo acciones en ¨¢mbitos militares convencionales y no convencionales que deben ser contrarrestadas. Pero, a menudo, la OTAN no representa el mejor veh¨ªculo para hacerlo, y debe evitar extralimitarse.
Podr¨ªa argumentarse que el posterior encuentro que mantuvo Biden con la presidenta de la Comisi¨®n Europea, Ursula von der Leyen, y el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, fue el acontecimiento de menos carga pol¨ªtica de su gira europea. Pero las reuniones entre la Administraci¨®n Biden y altos cargos de la UE tuvieron los efectos m¨¢s tangibles, dado que pusieron tregua a la larga disputa bilateral sobre los subsidios a las compa?¨ªas aeroespaciales Airbus y Boeing. Todos los aranceles impuestos a ra¨ªz de la disputa han quedado suspendidos por un plazo de cinco a?os.
Estados Unidos y la UE tambi¨¦n se comprometieron a resolver sus diferencias sobre el comercio de acero y aluminio antes de final de a?o. Aunque el renovado proteccionismo estadounidense no se evaporar¨¢, y aunque la relaci¨®n comercial entre ambas partes seguir¨¢ siendo tensa, Biden es muy consciente de que ha de establecer prioridades y de que la UE ¡ªla mayor potencia comercial del planeta¡ª tiene muchas cartas en su mano.
El ¨²ltimo compromiso en la agenda de Biden ¡ªsu reuni¨®n con el presidente ruso Vlad¨ªmir Putin¡ª tambi¨¦n reflej¨® los cambios dr¨¢sticos que se han producido desde la Guerra Fr¨ªa. Por descontado, Estados Unidos y Rusia siguen siendo adversarios en m¨²ltiples frentes, y Biden dej¨® claro a Putin que, a diferencia de Trump, no reaccionar¨ªa a las transgresiones rusas mirando hacia otro lado.
Pero carecer¨ªa de sentido estrat¨¦gico tratar a Rusia solamente como un adversario, con lo que Biden est¨¢ intentando llevar a cabo un complicado juego de equilibrios. Mientras Estados Unidos caracteriza a Rusia y China como las puntas de lanza de un bloque autoritario (en consonancia con el comunicado de la OTAN), Biden est¨¢ explorando la posibilidad de alcanzar algunos entendimientos b¨¢sicos con Putin y tal vez incluso de abrir una brecha entre Mosc¨² y Pek¨ªn.
En conjunto, el primer viaje internacional de Biden merece buena nota tanto por su planificaci¨®n como por su ejecuci¨®n. El presidente estadounidense logr¨® marcar un perfil radicalmente distinto al de su predecesor, restablecer puentes con sus aliados europeos, y evidenciar que su pa¨ªs se comportar¨¢ como un actor responsable dentro del sistema multilateral (precisamente lo que Estados Unidos lleva tiempo exigiendo a China).
No obstante, los desacuerdos entre pa¨ªses democr¨¢ticos no desaparecer¨¢n de la noche a la ma?ana, ni Occidente recuperar¨¢ el peso que otrora tuvo en el escenario global. Estados Unidos est¨¢ de vuelta, y sobran motivos de celebraci¨®n. Pero, nos guste o no, el mundo unipolar que lideraba ha quedado relegado al pasado.
Javier Solana es distinguished fellow en la Brookings Institution y presidente de EsadeGeo-Center for Global Economy and Geopolitics.
? Project Syndicate, 2021.
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