Piedras en el camino
Si se intenta instrumentalizar las Instituciones con fines partidistas, el mecanismo estabilizador del conflicto deviene en su contrario
Viendo la Eurocopa se entiende por qu¨¦ los griegos organizaron los Juegos Ol¨ªmpicos. Carentes de algo parecido a una organizaci¨®n pol¨ªtica que les integrara a todos, de vez en cuando necesitaban reafirmar su unidad compitiendo entre s¨ª. Es contraintuitivo, porque a primera vista parece que podr¨ªa provocar lo contrario, acentuar sus diferencias m¨¢s que lo que tienen en com¨²n. No en vano, cada cual apoyaba fieramente a los suyos, a los que se enfrentaban en nombre de cada una de las ciudades-Estado. Sin embargo, por alg¨²...
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Viendo la Eurocopa se entiende por qu¨¦ los griegos organizaron los Juegos Ol¨ªmpicos. Carentes de algo parecido a una organizaci¨®n pol¨ªtica que les integrara a todos, de vez en cuando necesitaban reafirmar su unidad compitiendo entre s¨ª. Es contraintuitivo, porque a primera vista parece que podr¨ªa provocar lo contrario, acentuar sus diferencias m¨¢s que lo que tienen en com¨²n. No en vano, cada cual apoyaba fieramente a los suyos, a los que se enfrentaban en nombre de cada una de las ciudades-Estado. Sin embargo, por alg¨²n misterioso mecanismo, el efecto era m¨¢s integrador que divisor, serv¨ªa como medio para sublimar las disputas entre ellas. Nada integra m¨¢s, dir¨ªamos, que ritualizar el conflicto.
Una observaci¨®n parecida hizo Maquiavelo al abordar la cuesti¨®n de qu¨¦ fue lo que hizo a Roma tan grande y estable. Con su habitual perspicacia detect¨® que el secreto estaba en las continuas disputas entre la plebe y el Senado patricio; ambos participaban del Gobierno, pero compet¨ªan entre s¨ª, y -misteriosamente, de nuevo- lejos de que esto provocara el derrumbe de la Rep¨²blica, consigui¨® hacerla libre y poderosa. Y este es tambi¨¦n el truco de la democracia, lo que los autores franceses M. Gauchet y C. Lefort llaman el ¡°milagro democr¨¢tico¡±, que la continua contenciosidad interna estabiliza, no disuelve. Tambi¨¦n podr¨ªamos llamarlo el poder integrador del conflicto, que en esta forma de gobierno se escenifica en los continuos choques entre Gobierno y oposici¨®n.
A la vista de lo anterior, tampoco debemos preocuparnos demasiado por los elevados niveles de contenciosidad pol¨ªtica que observamos en nuestro pa¨ªs. O quiz¨¢ s¨ª, porque el presupuesto para que este extra?o mecanismo funcione es que las partes contendientes se atengan a las normas y obedezcan a los ¨¢rbitros. Que la competici¨®n, por muy encarnizada que sea, respete las reglas de juego. Eso es lo que hace, adem¨¢s, que la victoria sea m¨¢s satisfactoria, no que se consiga haciendo trampas o mediante chanchullos. F¨ªjense que ahora mismo no cesan de hacerse imputaciones a los ¨¢rbitros por parte de las dos grandes fuerzas pol¨ªticas; unos las acusan de partidismo, otros se quejan de que no son respetadas. El Tribunal Constitucional, desde luego, tambi¨¦n el Consejo General del Poder Judicial, el Tribunal Supremo, el Tribunal de Cuentas; incluso la Abogac¨ªa del Estado. Quienes alegan la falta de respeto, como el PP, no tienen inconveniente en negarse a la vez a cumplir con su obligaci¨®n constitucional de renovarlas, porque tal y como est¨¢n les son m¨¢s instrumentales, claro. Y quienes las ponen bajo sospecha, el PSOE y Podemos, aluden a esa misma negativa para afirmarse en su posici¨®n.
Ese tipo de instituciones no son nunca ¡°piedras en el camino¡±, y si lo son es, precisamente, porque los partidos se han servido de ellas para tratar de evitar su imparcialidad. No apunten al ¨¢rbitro, apunten al procedimiento a trav¨¦s del cual es designado. En todo caso, discutan, peleen, gr¨ªtense lo que quieran, ya saben que es terap¨¦utico -de esto saben mucho los matrimonios-. Pero si tratan de instrumentalizarlas con fines partidistas, el mecanismo estabilizador del conflicto deviene en su contrario, en la rasgadura de ese delicado tejido que sostiene la convivencia. As¨ª cay¨® la rep¨²blica romana, as¨ª se entr¨® en el s¨ªndrome de Weimar.