Volver
El retorno a la tierra natal es comparar y descubrir que todo sigue igual pero que nada es ya lo mismo porque uno ya no es el mismo, no porque el mundo no lo sea
Como cada verano, vuelvo a mi tierra de origen buscando el reencuentro con la memoria, que no es m¨¢s que una serie de paisajes y de personas que permanecen en ellos desde que las conoc¨ª y que me acompa?an siempre en la lejan¨ªa. Como cada verano, busco en la tierra en la que nac¨ª el humus cultural y emocional del que procedo y que me sirve para guiarme en la vida aunque en la realidad aquel cada vez sea m¨¢s difuso. Los a?os pasan dejando huella y a veces uno tiene la sensaci¨®n de que inventa m¨¢s que recuerda y sue?a m¨¢s de lo que ve y oye. Aunque como escritor me guste repetir lo que Miguel Torga, el gran narrador portugu¨¦s, le respondi¨® a un periodista que lo visit¨® en su pueblo, S?o Martinho de Anta, en la regi¨®n norte?a de Tr¨¢s-os-Montes, al que regresaba siempre en verano desde Coimbra, donde viv¨ªa, y que le pregunt¨® si iba all¨ª a inspirarse: ¡°No, vengo a recibir ¨®rdenes¡±. ¡°?De qui¨¦n?¡±, le pregunt¨®, sorprendido, el periodista. ¡°De mis antepasados¡±, le dijo Miguel Torga, quien no era muy amigo de dar explicaciones ni entrevistas.
En alg¨²n punto de sus Diarios, esa monumental obra que Torga fue escribiendo a lo largo de su vida, el escritor confi¨® tambi¨¦n a sus lectores algo que uno comprende bien, porque lo comparte. Llego a mi casa, dec¨ªa Miguel Torga (le cito de memoria, pues no tengo aqu¨ª sus libros), enciendo la chimenea y me quedo en silencio mirando las llamas durante horas porque siento que mis palabras no est¨¢n a la altura de mis sentimientos. Exactamente es lo que le pasa a uno cada vez que regresa a su tierra natal, ya sea ante el fuego o ante las monta?as o escuchando en la noche las cigarras o el sonido de los coches que circulan en la lejan¨ªa. Volver es comparar y descubrir que todo sigue igual pero que nada es ya lo mismo porque uno ya no es el mismo, no porque el mundo no lo sea. El tiempo cambia nuestra percepci¨®n de ¨¦l como el paisaje cambia con la luz pese a que su realidad no lo haga.
Como uno, en estos d¨ªas muchos ser¨¢n los que vuelvan a sus lugares de origen o de vacaciones y lo har¨¢n buscando ese reencuentro con el tiempo que parece repetirse cada a?o pero que en realidad es una ilusi¨®n, pues el tiempo no vuelve, como todos sabemos. Como el r¨ªo de Her¨¢clito parece el mismo pero no lo es, del mismo modo que nuestros amigos tampoco lo son (ni nosotros para ellos). Solamente lo simulan y nosotros hacemos como que creemos que es as¨ª y nos enga?amos hasta un nuevo a?o. Seguramente en eso consiste la fidelidad (a los lugares, a las personas, a nuestros propios sue?os e ideas): en enga?arnos a nosotros mismos dici¨¦ndonos que todo sigue igual cuando sabemos que no es cierto, solamente lo parece. Por eso, Tristan Tzara, el dada¨ªsta sin patria, escribi¨®: ¡°Volved humildes o no vay¨¢is a ninguna parte¡±. Algo que Miguel Torga llev¨® a rajatabla, pues, adem¨¢s de conservar su casa natal como era, justo al contrario que sus vecinos, quiso que su tumba fuera la m¨¢s humilde del cementerio, siendo el m¨¢s universal de todos. Una piedra de r¨ªo con su nombre (que no era el suyo, sino un seud¨®nimo) y las fechas de su nacimiento y muerte son su ¨²nico recuerdo sobre el suelo entre los panteones de m¨¢rmol de los dem¨¢s.
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