Ante el desaf¨ªo, cara plana
La receta democr¨¢tica no se expande del mismo modo en todas las farmacias intelectuales de Occidente y ha resultado deprimente escuchar defensas de Keiko Fujimori
Por azar profesional, en la recepci¨®n privada de los premiados de un Festival de Cine de La Habana, tuve la ocasi¨®n de conocer a Fidel Castro. Tras el saludo, un comentario suyo sarc¨¢stico sobre el entonces presidente espa?ol Aznar, me oblig¨® a responderle. Castro estaba a punto de cumplir 40 a?os de poder absoluto en la isla y me parec¨ªa pertinente afrentarle por ello en contraste con cualquier dirigente elegido democr¨¢ticamente. Pude percibir de inmediato que a Fidel Castro le encantaba discutir. Era un fiero dial¨¦ctico y durante las dos horas siguientes no apart¨® sus ojos de los m¨ªos en un desaf¨ªo m¨¢s que una conversaci¨®n. Uno de los hitos de la inesperada charla fue que Castro presumiera de carecer de cuerpo policial antidisturbios y afeara las cargas brutales en Seattle contra j¨®venes antiglobalizaci¨®n que se hab¨ªan producido semanas atr¨¢s en Estados Unidos. Como todo el mundo sab¨ªa en la isla, los antidisturbios no eran necesarios porque en cada ocasi¨®n que surg¨ªa algo cercano a un disturbio aparec¨ªan grupos afines al r¨¦gimen sin identificar, fuertes como robles y armados para reducir a agitadores y recluirlos a la sombra hasta que se les pasara la confusi¨®n ideol¨®gica o les llegara la loter¨ªa del exilio.
Estas tristes percepciones han vuelto a aflorar por el modo en que el r¨¦gimen cubano encar¨® la respuesta al descontento ciudadano m¨¢s ruidoso desde la crisis del periodo especial casi treinta a?os atr¨¢s. Los juicios sumar¨ªsimos, las penas de c¨¢rcel y las agresiones han da?ado la imagen de supuesta transici¨®n tranquila que aspira a mostrar el pa¨ªs al exterior. Desde Espa?a, como suele ser habitual, la discusi¨®n ha degenerado en comentarios est¨²pidos sobre si podemos llamar dictadura o no a la dictadura cubana. Es evidente que el bloqueo norteamericano y el muy diferente trato que la derecha mundial prescribe para las dictaduras asi¨¢ticas, africanas o del rico Oriente Pr¨®ximo convierte el debate en febril, pero de ninguna utilidad para los ciudadanos cubanos. Como se ha visto en las recientes elecciones peruanas, la receta democr¨¢tica no se expande del mismo modo en todas las farmacias intelectuales de Occidente y ha resultado deprimente escuchar defensas de Keiko Fujimori como si un pa¨ªs tuviera que conformarse con ser gobernado por la mafia.
Una mirada menos prejuiciosa hacia el mundo delata que los reg¨ªmenes autoritarios se fortalecen en las ¨²ltimas dos d¨¦cadas. La impunidad con que las dictaduras que rodean Europa manejan el fen¨®meno migratorio como arma arrojadiza se suma al declive de todo atisbo de primaveras ¨¢rabes o el incumplimiento flagrante por parte de China de las promesas de autonom¨ªa que acompa?aron la devoluci¨®n brit¨¢nica de Hong Kong. Nos encontramos ah¨ª porque entre las sociedades desarrolladas ha surgido un desencanto profundo que debilita las democracias y estimula los partidos oportunistas que apuestan al caudillismo como respuesta a las carencias de un tiempo. La inenarrable cara plana de Pablo Casado cuando escuchaba a dos ponentes caducos a los que dio voz en su forillo abulense para insultar al presidente democr¨¢tico de Holanda y a todos los espa?oles v¨ªctimas de la larga dictadura franquista ejemplifica nuestro problema fundamental. Carecemos de base democr¨¢tica s¨®lida para afrontar el desaf¨ªo que tenemos por delante.
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