?El Hay Festival debe vivir!
Estoy seguro de que los problemas laborales tienen una f¨®rmula de soluci¨®n para que este encuentro literario certero, cosmopolita y extraordinario siga contribuyendo a la difusi¨®n del libro y de las buenas lecturas, y al acercamiento entre escritores y lectores
He asistido a muchos festivales del libro en mi vida pero a ninguno lo recuerdo como el Hay Festival, en un pueblecito en la frontera entre Inglaterra y Gales, a orillas del r¨ªo Wye. Existe desde 1987 gracias a Peter Florence, y es, probablemente, el m¨¢s exitoso del mundo, por la cantidad de escritores y de p¨²blico que atrae y porque es el ¨²nico que se ha expandido por el planeta gracias a su libertad, improvisaci¨®n, informalidad y poder de atracci¨®n. El Hay Festival, que recibi¨® el a?o pasado el Premio Princesa de Asturias de Comunicaci¨®n 2020 tiene, adem¨¢s, la fortuna de contar entre sus directivos con una espa?ola, Cristina Fuentes, una mujer orquesta que resuelve todos los problemas ¡ªa m¨ª me mand¨® una vez en helic¨®ptero de Londres a Hay¡ª y que es capaz de contagiar su energ¨ªa prodigiosa hasta a los muertos.
Escribo estas l¨ªneas porque he sabido que Peter Florence acaba de renunciar a dirigir el festival, entiendo que por un problema de ¡°acoso laboral¡± (vaya usted a saber qu¨¦ se entiende por esto) y si esta renuncia es efectiva ser¨ªa una desgracia para el mundo de la cultura ¡ªy de la literatura en especial¡ª, de manera que debemos impedirlo por todos los medios a nuestro alcance. El Gobierno brit¨¢nico, que no suele intervenir en estos asuntos y prefiere dejarlos a la iniciativa de la sociedad civil, ha hecho una excepci¨®n esta vez, ayudando al Hay Festival a superar los efectos de los contagios mundiales del coronavirus.
El pueblecito de Hay fue, antes que la sede del Festival, la capital mundial (o por lo menos europea) de los anticuarios del libro. Un hombre al que no tengo m¨¢s remedio que llamar un exc¨¦ntrico o un loco, adem¨¢s de millonario, decidi¨® un d¨ªa por la belleza del lugar, comprar buena parte de las casitas que lo pueblan y ofrecerlos a los anticuarios libreros de muchos pa¨ªses europeos y de Estados Unidos; no s¨®lo lo consigui¨® sino, c¨¢iganse de espaldas, convirti¨® esa localidad durante algunos a?os en el sitio m¨¢s importante para que universidades, bibliotecas y coleccionistas particulares viajaran una vez al a?o a Hay-on-Wye, pues esta aldea galesa se hab¨ªa convertido, nada menos y nada m¨¢s, que en la capital europea del libro antiguo. Todav¨ªa quedan en esa localidad algunos libreros de aquellos tiempos y es una delicia para el p¨²blico que asiste al Hay Festival recorrer esas librer¨ªas con la certeza de que encontrar¨¢ en sus estantes alguna maravilla de pocas o muchas libras esterlinas. Yo encontr¨¦, por ejemplo, en uno de esos lega?osos anaqueles, una novela de caballer¨ªas francesa del siglo XVII.
En ese momento, 1987, la intuici¨®n o la buena estrella de Peter Florence lo convencieron de que esta aldea era el lugar predestinado a ser la sede de un festival del libro que tendr¨ªa un alcance superior. Y, en efecto, al cabo de muy pocos a?os, lo logr¨®. No enumerar¨¦ la lista de escritores de todas las lenguas y de los pa¨ªses m¨¢s ex¨®ticos (quiero decir los menos conocidos) que han asistido, en los d¨ªas del verano brit¨¢nico, al Hay Festival (creo que todos los invitados han ido, complacidos), sino del extraordinario p¨²blico, procedente de todas partes, que asiste a los debates, lecturas, conferencias, sobre los temas m¨¢s diversos y las amistades (y enemistades tambi¨¦n por razones pol¨ªticas o est¨¦ticas) que all¨ª se forjan. Y los queridos pubs donde suelen terminar las presentaciones, que desde media ma?ana hasta la medianoche, pueblan los improbables escenarios e incluso las caballerizas y gallineros de ese lugar estimulante. No suelo asistir a festivales del libro porque no tengo tiempo; pero cuando Cristina Fuentes o Peter Florence me han invitado a acompa?arlos nunca he dicho que no. Porque en el Hay Festival he conocido a grandes escritores y he hecho amigos imperecederos. Y pocas veces he gozado tanto en un lugar donde se hablaba de literatura (mezclada a menudo con la pol¨ªtica o la aventura personal) como en esa peque?a localidad donde la Inglaterra y la orgullosa Gales se confunden.
Una de las ideas geniales de Peter Florence y del equipo que lo acompa?a fue haber sacado el Festival del Libro del poblado de Hay y extenderlo por el mundo, principalmente el hisp¨¢nico. Ellos, siguiendo una buena costumbre, no eligen nunca capitales, sino ciudades del interior de los pa¨ªses. All¨ª el festival por razones obvias se convierte en la m¨¢s publicitada y popular operaci¨®n, y esa es una de las razones del ¨¦xito de los festivales del libro que se celebran en la actualidad en Cartagena de Indias (Colombia), Quer¨¦taro (M¨¦xico), Segovia (Espa?a) y en Arequipa (Per¨²), mi tierra natal, donde hasta los empresarios han contribuido al ¨¦xito del festival aflojando las bolsas y donde he visto, con alegr¨ªa, la presencia de j¨®venes letraheridos bolivianos y chilenos.
Las mesas redondas de los festivales de Hay son absolutamente libres ¡ªalgunos las llamar¨ªan an¨¢rquicas¡ª, de tal modo que los participantes suelen hablar de aquello que les importa y esa es sin duda una de las razones de su popularidad. Hay siempre una indicaci¨®n del asunto que se va a tratar, pero los concurrentes asiduos saben que aquello es s¨®lo un punto de partida y que los invitados terminar¨¢n hablando de lo que m¨¢s les preocupa. Aunque el ingl¨¦s suele ser la lengua m¨¢s corriente, tambi¨¦n lo es el espa?ol, o la que prefieran los participantes, de manera que muchas de esas mesas redondas o encuentros se suelen convertir en alegres y tumultuosas diversiones, en clases, coloquios, o, m¨¢s bien, en lo que los surrealistas llamaban los espect¨¢culos-provocaci¨®n. Todo aquello funciona m¨¢s que bien y, sobre todo, las lecturas de poemas, cuentos o fragmentos de novelas que suelen hacer los j¨®venes, pieza central de las presentaciones cotidianas que, en ciertos lugares, llegan hasta la medianoche (lecturas con luna y estrellas).
Como en todo, detr¨¢s del Hay Festival del Libro hay una personalidad incansable o, mejor dicho, un equipo que se dedica a pensar y actuar, y en este caso no quiero sobrestimar a Peter Florence, pero estoy seguro de que ¨¦l ha sido quien ha contagiado su entusiasmo y sus sue?os al peque?o redil de colaboradores suyos que ha sido capaz de concebir y materializar una promoci¨®n del libro y encuentros entre los escritores y lectores tan certero, tan cosmopolita y tan extraordinario como ha sido y, espero, seguir¨¢ si¨¦ndolo, por muchos a?os, el Hay Festival. Estas cosas tan populares no suelen surgir de las instituciones o gobiernos sino de las personas; no es nunca lo mismo cuando una instituci¨®n asume la responsabilidad de organizar una promoci¨®n del libro, como en la Feria de Guadalajara por ejemplo o la Feria de Fr¨¢ncfort, para citar a las dos m¨¢s famosas, o cuando resulta de la improvisaci¨®n e inventiva de personas particulares, como en el caso que rese?o. Ambas tienen una funci¨®n que cumplir, por supuesto, y a ambas hay que incentivarlas. Pero es evidente que la libertad de improvisaci¨®n y de invenci¨®n de que gozan Peter Florence y sus colaboradores es mucho mayor que los establecidos por los gobiernos, la institucionalidad o las costumbres locales. Por eso, el Hay Festival debe seguir contribuyendo a la difusi¨®n del libro y de las buenas lecturas, y al acercamiento entre escritores y lectores como ha venido haci¨¦ndolo por todo el ancho mundo (en una ¨¦poca el Hay Festival se celebraba tambi¨¦n en una ciudad de la India). Estoy seguro de que los problemas de ¡°acoso laboral¡± de que ha sido acusado Peter Florence tienen una f¨®rmula de soluci¨®n. Y ¨¦l verse libre y animoso de nuevo para seguir fantaseando y materializando, como lo ha hecho hasta ahora, la manera de que escritores y lectores se conozcan, realicen sus sue?os y logren ese poquito de felicidad que los libros nos deparan, algo mejor que confinarnos buscando la neurosis o la m¨¢s extendida afici¨®n de entre matarnos.
? Mario Vargas Llosa, 2021. Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Ediciones EL PA?S, SL, 2021.
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