Por una gobernanza ciudadana de los datos
La informaci¨®n generada por los nuevos dispositivos debe servir para impulsar la cocreaci¨®n de pol¨ªticas p¨²blicas e incrementar la transparencia y la participaci¨®n
El poder de los datos no es nuevo. En 1854, tras el estallido de una epidemia de c¨®lera en Londres, el m¨¦dico ingl¨¦s John Snow se dedic¨® a la laboriosa tarea de recoger calle a calle los datos de los enfermos y los grifos de agua p¨²blicos. Con toda esa informaci¨®n, que coloc¨® en un mapa, descubri¨® que el c¨®lera se contagia a trav¨¦s del agua ...
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El poder de los datos no es nuevo. En 1854, tras el estallido de una epidemia de c¨®lera en Londres, el m¨¦dico ingl¨¦s John Snow se dedic¨® a la laboriosa tarea de recoger calle a calle los datos de los enfermos y los grifos de agua p¨²blicos. Con toda esa informaci¨®n, que coloc¨® en un mapa, descubri¨® que el c¨®lera se contagia a trav¨¦s del agua y no a trav¨¦s de aire contaminado, como se cre¨ªa por entonces. El m¨¦todo, que en ese momento le vali¨® las cr¨ªticas y los desaires de los expertos, acab¨® por sentar las bases de la epidemiolog¨ªa moderna.
En la actualidad, la recolecci¨®n de datos como los que utiliz¨® Snow puede hacerse en cuesti¨®n de minutos si se cuenta con los propios ciudadanos. Usamos permanentemente dispositivos que est¨¢n conectados a internet y que generan una cantidad ingente de datos, desde el GPS que usamos para ir de un lugar a otro, el brazalete que registra nuestra actividad f¨ªsica o el termostato inteligente que nos permite ahorrar energ¨ªa en casa. Ese tipo de informaci¨®n nos proporcionar¨ªa un conocimiento de valor incalculable para la ciencia, la elaboraci¨®n de pol¨ªticas p¨²blicas, la innovaci¨®n o el dise?o de nuevos productos y servicios. ?Por qu¨¦ no se est¨¢n usando intensamente los datos entonces?
Para empezar, la forma en la que muchas empresas privadas se han lucrado con la explotaci¨®n de los datos personales, eso que Shoshana Zuboff ha llamado capitalismo de vigilancia, ha centrado la discusi¨®n en la protecci¨®n de la privacidad y los riesgos de compartir datos. El miedo se ha convertido en un impedimento para explorar otras formas m¨¢s beneficiosas de explotar los datos.
Hay ejemplos fascinantes, aunque quiz¨¢ menos conocidos que los esc¨¢ndalos como el de Cambridge Analytica y su explotaci¨®n de los datos de Facebook para influir en el voto. En 2011, por ejemplo, en Fukushima, despu¨¦s del desastre nuclear ocasionado por un terremoto, cientos de personas lograron crear y compartir mapas de radiaci¨®n actualizados gracias a la utilizaci¨®n de sensores de c¨®digo abierto dise?ados en colaboraci¨®n con investigadores del MIT. En Barcelona, en 2017, un grupo de vecinos de Gr¨¤cia monitoriz¨® el ruido en una plaza del barrio para demostrar ante el Ayuntamiento un problema de contaminaci¨®n ac¨²stica de larga data. En Amberes, B¨¦lgica, unas 50.000 personas contribuyen a monitorizar la calidad del aire con una granularidad in¨¦dita gracias a la iniciativa Curieuze Neuzen.
Resulta evidente que la econom¨ªa de los datos que nos conviene impulsar es la del segundo escenario, y sin embargo, democratizar los medios de producci¨®n y gobernanza de los datos suele encontrar resistencia y detractores. Los datos generados por la ciudadan¨ªa tienden a ser cuestionados por los expertos por carecer de representatividad y precisi¨®n, o por no haber sido recogidos mediante protocolos establecidos o dispositivos homologados. Los ataques son similares a los que recibi¨® en sus or¨ªgenes Wikipedia, hoy la enciclopedia abierta m¨¢s grande del mundo. Ya no hace falta repasar la cantidad de estudios que demuestran la calidad de sus art¨ªculos gracias a sus complejos mecanismos de contribuci¨®n y control; basta con constatar la defunci¨®n de la Enciclopedia Brit¨¢nica.
El ¨¦xito de la soluci¨®n ciudadana es innegable. Los datos generados por la ciudadan¨ªa son quiz¨¢s el recurso social con mayor potencial para impulsar una aut¨¦ntica revoluci¨®n del conocimiento humano. Activar esta revoluci¨®n demanda visi¨®n y voluntad pol¨ªtica; ir m¨¢s all¨¢ de la tentaci¨®n de ver a los ciudadanos como seres pasivos cuyos derechos digitales han de ser protegidos hacia el reconocimiento e impulso real de su derecho a la producci¨®n y gobernanza activa de los datos.
Tres acciones clave en esa direcci¨®n podr¨ªan tener un impacto radical. Lo primero es impulsar y financiar la ciencia ciudadana como un instrumento esencial de empoderamiento social. Esta forma de coproducci¨®n de conocimiento contribuye al desarrollo de competencias digitales y pensamiento cient¨ªfico, da un rol relevante a la ciudadan¨ªa en la definici¨®n de las agendas de investigaci¨®n y promueve el ¡°uso altruista de los datos¡±, un concepto que ya plantea el flamante Reglamento para la Gobernanza de Datos europeo.
Segundo, legitimar el uso de datos generados por la ciudadan¨ªa para la cocreaci¨®n y el monitoreo de pol¨ªticas p¨²blicas. Esto puede incrementar la transparencia y la rendici¨®n de cuentas en el sector p¨²blico, as¨ª como profundizar la participaci¨®n ciudadana.
Por ¨²ltimo, es necesario fomentar el desarrollo de tecnolog¨ªas y organizaciones que permitan a los ciudadanos almacenar y compartir sus datos de manera segura. Actualmente existen cooperativas y fideicomisos de datos que aumentan la capacidad de negociaci¨®n de los ciudadanos ante las entidades interesadas en usar sus datos, ya sean empresas, gobiernos o centros de investigaci¨®n.
El reciente nombramiento del primer Chief Data Officer del Gobierno de Espa?a es una oportunidad para convertir al pa¨ªs en un aut¨¦ntico referente de una econom¨ªa, justa e innovadora, del dato. Lograrlo implica desembarazarse de las inercias que nos atan a paradigmas pasados y adentrarse en las oportunidades que ofrece la cultura digital.
Mara Balestrini es doctora en Ciencias de la Computaci¨®n por University College London.