La inesperada muerte de la se?ora Eley que descubri¨® c¨®mo combatir las epidemias
Cuando el m¨¦dico John Snow descubri¨® el origen del peor brote de c¨®lera de Londres, en 1854, un extra?o caso que se sal¨ªa del mapa termin¨® por confirmar su revolucionar¨ªa teor¨ªa
Aquel verano de 1854 fue especialmente caluroso. Los 60 trabajadores de la fa?brica de cerveza Lion Brewery apuraban cada d¨ªa todo el licor de malta que les daban como parte de su salario. Y gracias a eso se salvaron. Ten¨ªan a mano el pozo de Broad Street, un surtidor de agua muy apreciado en la zona, pero ellos prefer¨ªan beber alcohol. Cerca de all¨ª, decenas de trabajadores de la f¨¢brica de suministros b¨¦licos Eley Brothers murieron por el brote de c¨®lera que naci¨® en ese pozo tras saciarse con sus aguas. Los hermanos que regentaban la factor¨ªa hac¨ªan recoger un par de cubos del pozo cada d¨ªa para la sed de sus empleados y mandaban una botella a su madre, Susannah Eley, que decidi¨® mudarse lejos de all¨ª, a Hampstead, tras quedarse viuda. Un bonito detalle que cambiar¨ªa la historia de la salud p¨²blica y que se considera como la primera piedra de la epidemiolog¨ªa. La viuda de Hampstead fue la excepci¨®n que confirm¨® la regla y todav¨ªa hoy, en pandemias como la del coronavirus, se usa como met¨¢fora de la necesidad de casos at¨ªpicos para confirmar patrones.
En aquel tiempo no se entend¨ªa ni lo m¨¢s m¨ªnimo sobre el funcionamiento de las enfermedades infecciosas. John Snow, un m¨¦dico brillante de or¨ªgenes modestos, vegetariano y abstemio, llevaba a?os perge?ando una idea sobre el c¨®lera. Siendo aprendiz hab¨ªa visto morir en un brote a numerosos mineros que trabajaban en las peores condiciones, defecando en los mismos t¨²neles en los que com¨ªan. Estaba convencido de que hab¨ªa un factor decisivo en esas condiciones, pero en aquel entonces triunfaban otras teor¨ªas, como la debilidad de car¨¢cter de las clases bajas o la teor¨ªa miasm¨¢tica: hab¨ªa algo en los pestilentes olores de algunas zonas de la ciudad que provocaban la enfermedad. ¡°A la mayor¨ªa de m¨¦dicos de la ¨¦poca, la idea de que unos g¨¦rmenes microsc¨®picos fueran capaces de propagar enfermedades les habr¨ªa parecido tan veros¨ªmil como la existencia de las hadas¡±, explica Steven Johnson en El mapa fantasma (Capit¨¢n Swing), un meticuloso repaso sobre los detalles de aquel brote decisivo. Un estudio de la ¨¦poca se?alaba que menos del 5% de los m¨¦dicos cre¨ªan que la enfermedad fuera de naturaleza contagiosa.
Snow estaba convencido de que hab¨ªa un factor decisivo en esas condiciones, pero triunfaban otras teor¨ªas, como la debilidad de car¨¢cter de las clases bajas o la toxicidad de los malos olores
Todo empez¨® el 28 de agosto. La peque?a beb¨¦ de Thomas y Sarah Lewis, de seis meses, se despert¨® al alba entre v¨®mitos y diarreas. Morir¨ªa cinco d¨ªas despu¨¦s. Pero en aquellos primeros d¨ªas de padecimientos, Sarah aprovechaba los pocos momentos en que la ni?a se dorm¨ªa para bajar al s¨®tano de la casa y tirar el agua sucia de lavar los pa?ales al pozo negro situado en la parte delantera. El fondo de la fosa, cubierta con ladrillos que se deshac¨ªan como polvorones, estaba a apenas 80 cent¨ªmetros del famoso pozo de Broad Street. ¡°Londres se ahogaba en su propia inmundicia¡±, resume Johnson. La peque?a de los Lewis ¡ªno sabemos su nombre¡ª es lo que ahora denominamos el paciente cero o el caso ¨ªndice de una epidemia. Las aguas pantanosas llenas de heces que se encontraron entre el pozo y la fosa fueron el caldo de cultivo de un brote que provoc¨® casi 700 muertes en apenas dos semanas. En cuanto empez¨® el brote, se levantaron barricadas para aislar a los residentes de esa zona del Soho londinense, hoy tan de moda, y sus aires hediondos.
Snow, que trabajaba como m¨¦dico cerca de all¨ª, comenz¨® a patear aquellas calles convencido de que conseguir¨ªa pruebas para su teor¨ªa. Gracias a los datos de fallecimientos, fue capaz de ubicar los casos en torno a aquel pozo. El mapa que elabor¨®, que se considera pionero por epidemi¨®logos, periodistas de datos e inf¨®grafos, mostraba que las muertes se agolpaban junto a Broad Street. La historia de Snow y el mapa son hoy muy conocidas, aunque lo cierto es que no fue tan sencillo. El m¨¦dico necesit¨® muchas m¨¢s pruebas. En 1849 hab¨ªa tenido el coraje de hacer p¨²blica su idea de que el c¨®lera se contra¨ªa bebiendo, aunque la hab¨ªan desde?ado sin esfuerzo. Pero la revista London Medical Gazette, al criticar su teor¨ªa, le hab¨ªa dado una pista: ¡°El experimentum crucis ser¨ªa que el agua suministrada a una localidad lejana, donde no se haya registrado ning¨²n caso de c¨®lera, produjera la enfermedad a todo aquel que la consumiera, dejando ilesos a aquellos que no lo hicieran¡±. Eso era lo que buscaba Snow, un experimento crucial, un caso at¨ªpico que convenciera a la comunidad cient¨ªfica.
Porque un pu?ado de datos no bastaban contra los miasm¨¢ticos: pod¨ªa deberse a una nube flatulenta en ese mismo punto. Snow recorri¨® la zona preguntando por los casos y su consumo de agua hasta que lleg¨® a las f¨¢bricas de cerveza y materiales b¨¦licos. En la primera, ten¨ªan un suministro ajeno al pozo. En la de Eley Brothers, usaban agua de ese surtidor. ¡°Snow hab¨ªa o¨ªdo el rumor de que la madre y la prima de los hermanos Eley hab¨ªan fallecido recientemente tambi¨¦n a causa del c¨®lera, a pesar de que ambas resid¨ªan lejos. Probablemente Snow se percat¨® de aquella coincidencia de inmediato¡±, escribe Johnson en su libro. Susannah Eley hab¨ªa ca¨ªdo enferma a la semana siguiente de haber bebido del agua que le mandaron esa semana sus atentos hijos y acab¨® falleciendo. Esta mujer que llevaba semanas sin salir de Hampstead, donde no se hab¨ªan dado m¨¢s casos, era la prueba final.
¡°Por primera vez una instituci¨®n p¨²blica hab¨ªa intervenido con conocimiento de causa en un brote de c¨®lera, bas¨¢ndose en una teor¨ªa cient¨ªfica razonable sobre la enfermedad¡±Steven Johnson, autor de 'El mapa fantasma'
Con estas evidencias bajo del brazo, Snow solicit¨® a las autoridades que clausuraran el pozo. La Junta de Gobernadores no estaba convencida, pero ten¨ªan poco que perder, as¨ª que decidieron retirar palanca del surtidor. Los vecinos, incr¨¦dulos, vivieron la decisi¨®n entre la indignaci¨®n y la hilaridad. Siguieron sum¨¢ndose muertes, pero con esa decisi¨®n el brote iba a llegar a su fin. El 8 de septiembre se inhabilit¨® el pozo y ese mismo d¨ªa mor¨ªa Thomas Lewis, el padre de la peque?a paciente cero. ¡°No obstante, la palanca de la bomba representa algo m¨¢s que aquella redenci¨®n local. Significa un punto de inflexi¨®n en la batalla entre el hombre urbano y el Vibrio cholerae, porque por primera vez una instituci¨®n p¨²blica hab¨ªa intervenido con conocimiento de causa en un brote de c¨®lera, bas¨¢ndose en una teor¨ªa cient¨ªfica razonable sobre la enfermedad¡±, se?ala Johnson.
Mientras el brote remit¨ªa, Snow y el reverendo Henry Whitehead, que pas¨® de discutir sus ideas a defenderlas, segu¨ªan buscando pruebas que apoyaran su extravagante teor¨ªa. Ten¨ªan datos y un magn¨ªfico mapa, pero el trabajo de campo del reverendo, que conoc¨ªa bien a los vecinos, permiti¨® descubrir m¨¢s pruebas irrefutables: familias en las que solo unos miembros bebieron y enfermaron, ni?os que pasaron por el pozo camino del colegio, asilos con suministro privado de agua. El trabajo cualitativo apuntalaba el dato cuantitativo. Porque Snow no pas¨® a la historia solo por ser un m¨¦dico brillante y tenaz, al estilo de una pel¨ªcula hollywoodiense, sino sobre todo porque era met¨®dico y no se dejaba seducir por ideas (ampliamente aceptadas) que no se sosten¨ªan frente a sus conocimientos de la ciencia m¨¦dica.
Por ejemplo, la teor¨ªa miasm¨¢tica no funcionaba en la cabeza de Snow porque era un experto anestesista ¡ªadministr¨® cloroformo a la reina Victoria en su octavo parto, en 1853¡ª y sab¨ªa c¨®mo afectaban las sustancias inhaladas al organismo humano. Los miasm¨¢ticos explicaban que solo alguna gente enfermaba al exponerse al hedor t¨®xico por culpa de la debilidad de su ¡°constitucio?n interna¡±. Pero Snow sab¨ªa que todos los humanos ca¨ªan por igual ante los efectos del ¨¦ter con el que dorm¨ªa a sus pacientes. Y no cre¨ªa en la fragilidad del car¨¢cter de los mineros que vio morir. Adem¨¢s, hab¨ªa observado que el c¨®lera afectaba al intestino, no al sistema respiratorio, por lo que ten¨ªa m¨¢s sentido que el agente infeccioso fuera algo que se ingiere y no algo que se inhala. Tambi¨¦n en 1854, el m¨¦dico italiano Filippo Pacini hab¨ªa aislado el bacilo del c¨®lera, pero fue ignorado hasta el trabajo de Robert Koch en la d¨¦cada de 1880.
Casos como el de la viuda de Hampstead, sumado al elegante mapa, terminar¨ªan inclinando la balanza en el largo plazo en favor de Snow, que muri¨® en 1858 a los 45 a?os sin haber disfrutado por completo del ¨¦xito. La revista The Lancet todav¨ªa escribir¨ªa un duro editorial contra ¨¦l asegurando que no ten¨ªa pruebas suficientes y que estaba obsesionado con su teor¨ªa, que tachaban de simple afici¨®n: ¡°Al dejarse llevar tan lejos por su hobby, ha ca¨ªdo en un agujero de desag¨¹e del que no ha sido capaz de salir desde entonces¡±. El comit¨¦ cient¨ªfico oficial designado para investigar el brote acudi¨® a la zona con un repertorio detallad¨ªsimo de aspectos a investigar: presi¨®n atmosf¨¦rica, temperatura del aire, humedad, direcci¨®n y fuerza del viento, ozono... Todo par¨¢metros dirigidos a dar con una nube t¨®xica, no con una bacteria en el agua. ¡°Estaban cegados por una idea¡±, escribe Johnson. Las instrucciones del comit¨¦ son ¡°un excelente tratado sobre el modo en que los paradigmas intelectuales dominantes pueden llegar a dificultar el descubrimiento de la verdad, incluso cuando las personas implicadas en la b¨²squeda son brillantes, meticulosas y met¨®dicas¡±. Era como buscar estrellas con microscopios que apuntaban al suelo; cuando el m¨¦todo no sirve, la ciencia no avanza.
El comit¨¦ cient¨ªfico designado para investigar el brote solo investigaba par¨¢metros dirigidos a dar con una nube t¨®xica, no con una bacteria en el agua. Era como buscar estrellas con microscopios que apuntaban al suelo
Las pruebas de Snow, irrefutables a los ojos de la ciudadan¨ªa del siglo XXI, eran casi impensables a mediados del XIX. Por tanto, se usaban sus datos para reforzar la teor¨ªa miasm¨¢tica, en un ejemplo maravilloso de lo que los psic¨®logos llaman sesgo de confirmaci¨®n: usar la informaci¨®n que sirve para reforzar mi idea previa. Cuando los miasm¨¢ticos conocieron el caso de la viuda de Hampstead, que solo estaba ligada al brote a trav¨¦s del agua del pozo, llegaron a una conclusi¨®n sorprendente: el gas pestilente deb¨ªa ser tan potente y concentrado en Broad Street que hasta hab¨ªa contaminado el agua. Pero la teor¨ªa de los miasmas, esas emanaciones f¨¦tidas, ten¨ªan los d¨ªas contados. Gracias al trabajo met¨®dico y sobre el terreno de Snow, pero tambi¨¦n a la muerte de una mujer, Susannah Eley, aficionada al agua de un pozo.
El libro de Johnson, editado ahora en Espa?a tras publicarse en 2006, repasa lo importante que fueron los hallazgos de Snow para el crecimiento de unas ciudades que se asfixiaban en sus propias heces. Y recuerda que los protagonistas de las epidemias, como la viuda de Hampstead y los muertos de la pandemia del coronavirus, no son como las de otros acontecimientos hist¨®ricos como guerras y revoluciones: ¡°Si bien pueden tener un impacto mundial, sus v¨ªctimas son, por lo general, gente corriente que vive con unas rutinas establecidas, que no se detiene un segundo a pensar el modo en que se describir¨¢n sus acciones en el futuro. Y, lamentablemente, cuando s¨ª reconocen estar viviendo en un escenario de crisis hist¨®rica, suele ser demasiado tarde ¡ªporque, nos guste o no, el camino que permite a la gente corriente hacerse un hueco en la historia es la muerte¡ª¡±.
Puedes escribirnos a javier@esmateria.com o seguir a MATERIA en Facebook, Twitter, Instagram o suscribirte aqu¨ª a nuestra Newsletter.
Informaci¨®n sobre el coronavirus
- Aqu¨ª puede seguir la ¨²ltima hora sobre la evoluci¨®n de la pandemia
- As¨ª evoluciona la curva del coronavirus en Espa?a y en cada autonom¨ªa
- Preguntas y respuestas sobre el coronavirus
- Gu¨ªa de actuaci¨®n ante la enfermedad
- En caso de tener s¨ªntomas, estos son los tel¨¦fonos que se han habilitado en cada comunidad
- Pinche aqu¨ª para suscribirse a la newsletter diaria sobre la pandemia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.