Esperando a Scarlett Johansson
La demanda de la actriz contra Disney tiene todas las de ganar y abrir¨¢ camino a directores, guionistas y otros actores. Esperemos que la iniciativa llegue a Espa?a
Al contrario de lo que piensa la opini¨®n p¨²blica, el cine en Norteam¨¦rica es uno de los mercados m¨¢s intervenidos del mundo. Desde su fundaci¨®n exitosa, a medio camino entre la barraca de feria y el avance tecnol¨®gico, fueron tales los intereses econ¨®micos y estrat¨¦gicos que encarnaba ese nuevo entretenimiento popular que obligaron al Estado a intervenir con sentencias ejemplares para el mantenimiento de la libre competencia frente al seguro monopolio de las m¨¢s fuertes compa?¨ªas. Los grandes estudios han intimidado siempre con su poder¨ªo a los reguladores, pero por el camino fueron creciendo los sindicatos y las asociaciones profesionales que han impuesto reglas de obligado cumplimiento que ya quisieran para s¨ª pa¨ªses de la ¨®rbita comunista. En un ¨²ltimo episodio apasionante de esta guerra por defender las reglas del mercado libre frente a la apabullante fortaleza de las grandes marcas, la actriz Scarlett Johansson se ha enfrentado en los tribunales nada menos que contra Disney. Su reclamaci¨®n atiende al lucro cesante, pues al estrenar la pel¨ªcula en su plataforma televisiva, Disney deja de pugnar por enormes beneficios en taquilla y la actriz ve menguados sus royalties asociados a la explotaci¨®n en salas.
La ecuaci¨®n parece clara. Disney pretende salvar la campa?a que no acaba de arrancar en cines con fuerza, gracias al incremento de suscriptores en su plataforma. Ha sucedido en todo el mundo, pero los perjudicados son aquellos que se beneficiaban directamente de la explotaci¨®n en salas. Algunos recordar¨¢n esos cines que rompieron carteler¨ªa y anuncios de pel¨ªculas de Disney porque se negaban a combinar estrenos en sus salas con la disposici¨®n del t¨ªtulo en la plataforma. Eso ha pasado a la historia, pues el negocio del cine en el mundo tiene que tragar con las imposiciones de los grandes estudios norteamericanos. Pero en su propio pa¨ªs, la guerra ser¨¢ m¨¢s interesante. Y Scarlett tiene todas las de ganar por lo que probablemente alcanzar¨¢ un acuerdo sustancioso que compense sus menores ingresos por venta de entradas. Y as¨ª seguir¨¢n directores, guionistas y otros actores que hayan visto menguadas sus expectativas con el derivado a las plataformas. Los olvidados son quienes no han podido siquiera estrenar. Por m¨¢s vueltas que le demos al conflicto, la esencia tiene que ver con el desplome de la cultura de asistencia al cine. Durante la pandemia se ha consolidado la pantalla de casa y el m¨®vil y esto le ha robado horas a los eventos sociales entre los cuales se incluye ir al cine.
Ser¨ªa est¨²pido conceder el estudio del porvenir a los pitonisos. En Espa?a, por ejemplo, bastar¨ªa con establecer una comparativa entre las armas con que el sector del libro se ha enfrentado a la pandemia versus la misma pelea en el sector del cine. Al libro le beneficia tener el centro independiente de producci¨®n en Espa?a, tambi¨¦n el tejido de la red de librer¨ªas de cercan¨ªa y por supuesto una regulaci¨®n adecuada en la que destaca como hito de salvaci¨®n frente al monopolio de la red el precio fijo. De todas estas armas carec¨ªa el cine al entrar en la pandemia, pues tenemos ciudades de casi cien mil habitantes sin un cine, la distribuci¨®n norteamericana es abusiva y las regulaciones han sido siempre cobardes y contaminadas por la fuerza de otros sectores audiovisuales. Definitivamente, esperemos nuestra Scarlett.
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