?Ning¨²n lugar a salvo?
Ante la incertidumbre clim¨¢tica y el calentamiento global urge actuar para promover tanto la mitigaci¨®n como la adaptaci¨®n, debemos reaprender a habitar la Tierra
Antes del sexto informe del IPCC que se acaba de publicar, los expertos del cambio clim¨¢tico trataban de mostrarse cautos para no alentar el miedo e incurrir en el tan denostado catastrofismo. Pues justo en la ¨²ltima semana de julio de este a?o, The Economist se despachaba con el titular ...
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Antes del sexto informe del IPCC que se acaba de publicar, los expertos del cambio clim¨¢tico trataban de mostrarse cautos para no alentar el miedo e incurrir en el tan denostado catastrofismo. Pues justo en la ¨²ltima semana de julio de este a?o, The Economist se despachaba con el titular No safe place [¡±ning¨²n lugar seguro¡±] en portada y editorial: ning¨²n sitio se salvar¨¢ del rigor clim¨¢tico en la perspectiva m¨¢s que posible de los tres grados de incremento de temperatura en este siglo.
La imagen de portada era divertida e inquietante: dos ping¨¹inos estaban en un sill¨®n que flota sobre las aguas del mar y miran con atenci¨®n un aparato de televisi¨®n que transmite un incendio que ocupa toda la pantalla. El art¨ªculo sostiene que las situaciones extremas de sequ¨ªas, olas de calor y de fr¨ªo, inundaciones y fuegos no van a desaparecer (cosa que ha confirmado el informe IP6) y, por tanto, seg¨²n el gran semanario liberal, la adaptaci¨®n (lo que all¨ª se llama adaptaci¨®n) tiene que contribuir a atenuarlas.
Los ¨²ltimos meses y semanas est¨¢n siendo pr¨®digos en cat¨¢strofes de origen clim¨¢tico en lugares de coordenadas geogr¨¢ficas muy distintas: de los 50 grados cent¨ªgrados en la Columbia Brit¨¢nica canadiense a las terribles inundaciones de la cuenca del Rin y del centro de China, los devastadores incendios de Siberia, o de California, y ahora de la cuenca oriental del Mediterr¨¢neo. Estos fuegos dejan sin argumentos a negacionistas de cualquier ¨ªndole, por mucho que no se pueda construir un modelo general ni establecer relaciones concretas, pero s¨ª estad¨ªsticas. Aunque a tenor de algunas reacciones que leo sobre el informe del IPCC, los hay, incluso cient¨ªficos, que no dan su brazo a torcer: prefieren ignorar los hechos y las estad¨ªsticas hasta que no haya relaciones de causalidad clar¨ªsimamente establecidas.
Las primeras expresiones de la sostenibilidad en los ¨²ltimos decenios del siglo XX mostraban altruismo e invocaban la solidaridad con las generaciones del futuro. Ahora sabemos que no se trata solo del futuro, el presente urge cada vez m¨¢s. El IP6 y la Secretar¨ªa General de Naciones Unidas hablan de irreversibilidad: los hielos ¨¢rticos y ant¨¢rticos se funden a mayor velocidad de la prevista, lo mismo que los oc¨¦anos est¨¢n aumentando su temperatura, las corrientes oce¨¢nicas y la circulaci¨®n atmosf¨¦rica del Atl¨¢ntico Norte son cada vez m¨¢s lentas, los incendios son cada vez m¨¢s globales, muchos por encima de la capacidad de extinci¨®n.
?Ning¨²n lugar a salvo? Yo prefiero decirlo, en otros t¨¦rminos, la amenaza es ubicua, sin duda, pero todos esos acontecimientos extremos est¨¢n localizados (place-based, como se dice en la jerga habitual). Hay que pensar no solo en las causas sino tambi¨¦n a todas las escalas, en todos los tiempos, y para las poblaciones involucradas.
Tiene raz¨®n The Economist cuando concluye en la necesidad de adaptaci¨®n. La sorpresa para m¨ª es que no la interprete como la mayor¨ªa de los cient¨ªficos de la sostenibilidad, como adaptaci¨®n mutua entre las comunidades humanas y la naturaleza, como coadaptaci¨®n, sino que se limita a reclamar m¨¢s obras y m¨¢s tecnolog¨ªa.
Se necesita m¨¢s tecnolog¨ªa, sin duda, pero esta vez hay que saber c¨®mo, d¨®nde y para qu¨¦. No deja de ser chocante que se invoquen las grandes obras de ingenier¨ªa holandesas, ahora que precisamente se ha emprendido la despolderizaci¨®n, y se ha empezado a devolver tierra al mar.
En los programas de transici¨®n de muchos pa¨ªses est¨¢ previsto desartificializar el suelo. Por ejemplo, impedir la urbanizaci¨®n y construcci¨®n sobre los lechos mayores y extraordinarios de los r¨ªos, que causan efectos tan devastadores en nuestros ¨¢mbitos mediterr¨¢neos. Aunque la horizontalidad del relieve en el norte de Alemania quiz¨¢ haya favorecido el desbordamiento de los r¨ªos de la cuenca del Rin. The Economist va m¨¢s lejos: apuesta por la geoingenier¨ªa solar, crear nubes en la atm¨®sfera que impidan la reflexi¨®n de los rayos solar y, quiz¨¢ tambi¨¦n, puedan cambiar la distribuci¨®n del r¨¦gimen de precipitaciones.
La gente de mi generaci¨®n hemos vivido lo suficiente como para ver c¨®mo las buenas pol¨ªticas de obras p¨²blicas para el desarrollo econ¨®mico se tornaban en pol¨ªticas de malas consecuencias para el medio ambiente, tambi¨¦n en ocasiones para territorios y poblaciones. En mi caso, no solo lo he vivido, me ha dado tiempo a ense?ar en clase una cosa y la contraria. Recuerdo lo que nos dijeron en visita oficial a la China del primer posmao¨ªsmo los gestores de una comuna de Shangh¨¢i: ¡°?Nos dicen que deshagamos la comuna, la desagreguemos, cuando a¨²n no hemos terminado de construirla!¡±.
Pues eso, no se hab¨ªan terminado de desecar las lagunas por razones de salubridad cuando ya se empezaban a restaurar humedales por razones de biodiversidad; durante la gran pol¨ªtica hidr¨¢ulica se constru¨ªan grandes presas hidroel¨¦ctricas a pesar de las poblaciones que hab¨ªa que desalojar y sin tener en cuenta el territorio (paisaje y patrimonio) que quedaba anegado. Eran los a?os del ¨¦xodo rural, que se produc¨ªa a raz¨®n de cientos de miles de inmigrantes a la ciudad al a?o, y no hab¨ªamos terminado de urbanizarnos que ya est¨¢bamos metropoliz¨¢ndonos y deplorando la Espa?a vaciada, los territorios despoblados, que fueron los derrotados de todo aquel proceso.
Han triunfado los edificios inteligentes, que se autorregulan t¨¦rmicamente, y hemos descubierto que, en tiempos de epidemia, es indispensable ventilar, la ventilaci¨®n cruzada de toda la vida. Me permito un ejemplo m¨¢s, que viv¨ª de ni?a: la instalaci¨®n de las granjas industriales de pollos, que tanto sufrimiento producen a los animales; ahora los huevos se pagan mucho m¨¢s caros por estar criadas las gallinas ¡°a ras de suelo¡±.
Se puede seguir. A una persona que me era muy cercana le gustaba evocar la frase de Aza?a cuando en la Rep¨²blica se pens¨® en trocear el monte de El Pardo de Madrid para distribuir las parcelas entre los que no ten¨ªan casa. ¡°?Y lo llamar¨¢n progreso!¡±, dijo el presidente. Todo ello era, sin duda, modernizaci¨®n, progreso y se cuantifica en aumento de la riqueza. Pero todo estaba circunscrito tambi¨¦n al tiempo y al lugar, y hay otros valores que hay que calcular, los ecol¨®gicos, los territoriales, los poblacionales, los patrimoniales, los de mantenimiento.
En una declaraci¨®n de varios miles de cient¨ªficos dirigida a los pol¨ªticos se advierte de que ya no basta con mitigar los efectos del cambio clim¨¢tico, con aliviar los s¨ªntomas, o con descarbonizar, hay que actuar tambi¨¦n en el sentido de la adaptaci¨®n, de una buena relaci¨®n entre las comunidades humanas y la naturaleza.
Mitigaci¨®n y adaptaci¨®n pertenecen a dos l¨®gicas democr¨¢ticas distintas. A la representativa, la primera; a la participativa, la segunda, y a ella estamos menos acostumbrados. El Parlamento franc¨¦s acaba de aprobar una ley de clima y resiliencia desarrollada y negociada entre todos los grupos a partir de las propuestas de una asamblea ciudadana, asesorada por expertos. Las administraciones se proponen gestionarla de la misma manera. La adaptaci¨®n confiere m¨¢s papel a los territorios, pero tambi¨¦n se articula sobre territorios y con actores que a veces no est¨¢n predefinidos, que responder¨¢n a las escalas que se necesiten seg¨²n los casos. Involucrando a poblaciones y comunidades de distinta naturaleza.
Se sabe que hemos perdido capacidad de adaptaci¨®n y tambi¨¦n que la resiliencia humana y la natural no son, ni mucho menos, las mismas. El futuro impone la descarbonizaci¨®n y la transici¨®n energ¨¦tica, desde luego y sin demora, pero cuidando la gesti¨®n en los distintos medios, tratando de identificar los efectos no deseados, ampliando la base de los participantes y de los actores, de los consultados. Dicho de forma que espero no sea grandilocuente, debemos reaprender a habitar la Tierra, no seguir empe?ados, a cualquier coste, en dominar la naturaleza y en abusar del futuro.
Josefina G¨®mez Mendoza es ge¨®grafa y miembro de las Reales Academias de Historia y de Ingenier¨ªa.