Mujeres afganas, responsabilidad compartida
El r¨¦gimen talib¨¢n necesita lograr legitimidad internacional y ayuda econ¨®mica. Es por tanto imprescindible condicionar cualquier apoyo al respeto de los derechos de la poblaci¨®n afgana en general, y de las mujeres en concreto
La necesidad de obtener reconocimiento internacional ha llevado a los dirigentes talibanes a lanzar una diplomacia p¨²blica tranquilizadora, con mensajes masaje sobre el respeto a las mujeres, y unas milicias urbanas de est¨¦tica hipster destinadas a imponer una versi¨®n atemperada del grupo. Un remake para el siglo XXI: talibanes 2.0. Por desgracia los hechos nos devuelven a las conductas brutales de anta?o, desde las torturas y asesinatos de oponentes, al conocido maltrato de las mujeres, sujetas a una esclavitud, en el l¨ªmite sexual con los matrimonios forzados practicados por los combatientes. Los claros indicios de un regreso a la barbarie han movilizado a la comunidad internacional con iniciativas como el manifiesto ¡°Abrid las puestas a Afganist¨¢n y las mujeres afganas¡±. Ahora bien, cualquier intento externo de presionar eficazmente a Kabul sobre cuestiones relacionadas con los derechos y libertades requiere la participaci¨®n de la propia umma, la comunidad de creyentes musulmanes, pues la ejercida por no creyentes ¨²nicamente puede incidir desde el plano econ¨®mico.
El mundo isl¨¢mico, en ausencia de una instituci¨®n centralizadora como la Iglesia en el catolicismo, cuenta en cambio con focos de autoridad susceptibles de ejercer una gran influencia sobre la comunidad musulmana. Ah¨ª est¨¢, el gran doctrinario Al Qaradawi, presidente mundial de los ulemas y propagandista desde Al Jazeera: cordial con los talibanes. Tambi¨¦n la universidad de Al-Azahar en el Cairo, ¨¢mbito de un debate amplio, y el seminario Deoband en India, ultraconservador y predominante en Asia meridional. Cuentan pa¨ªses como Qatar, mediador en las conversaciones de paz; Arabia Saud¨ª, asesores cautelosos de los talibanes; y en sentido opuesto, los viejos enemigos chi¨ªes de Ir¨¢n, hoy reconciliados. M¨¢s, por supuesto, el vecino Pakist¨¢n, cuna y sost¨¦n del movimiento talib¨¢n y tal vez, aprendiz de brujo. Salvando las diferencias que los separan, las mujeres de estos pa¨ªses, pueden llevar una vida que entre los talibanes ser¨ªa de pura impiedad. Por ello, en este mundo tan complejo, resulta impensable que sus intelectuales y te¨®logos permanezcan al margen de lo que supone el regreso de los talibanes. Las declaraciones de un dirigente talib¨¢n, anunciando que los asuntos que conciernan a las mujeres ser¨¢n sometidos a la decisi¨®n de un consejo de jurisconsultos isl¨¢micos puede ser la ocasi¨®n para superar la situaci¨®n actual y que se interpele la interpretaci¨®n radical que lleva a cabo el grupo.
Dejar todo a merced de lo que resuelva la shura afgana sin la acci¨®n moderadora de otros te¨®logos isl¨¢micos conduce a un callej¨®n sin salida. Y afectar¨¢, as¨ª mismo, a los gobiernos que esperan beneficiarse del triunfo talib¨¢n: China, Rusia, Pakist¨¢n ?asumir¨¢n el coste de esta irracionalidad? El r¨¦gimen talib¨¢n necesita lograr legitimidad internacional y ayuda econ¨®mica. Es por lo tanto imprescindible condicionar cualquier apoyo al respeto de los derechos de la poblaci¨®n afgana en general, y de las mujeres en concreto. Su protecci¨®n es una responsabilidad global compartida por los pa¨ªses asi¨¢ticos, musulmanes, y occidentales.@evabor3
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