La ¡®nueva normalidad¡¯ de Pedro S¨¢nchez y Pablo Casado
La fragmentaci¨®n partidista ha obligado a PP y PSOE a defenderse del ascenso de Vox y Podemos, respectivamente, pero la llave para obtener una mayor¨ªa de Gobierno est¨¢ en un centro cr¨ªtico y ecl¨¦ctico
Probablemente, este habr¨¢ sido el mes de agosto m¨¢s sosegado de la pol¨ªtica espa?ola desde que hace diez a?os se iniciaran los movimientos tect¨®nicos que produjeron el gran terremoto de esta d¨¦cada. Cierto, ha habido temas sustantivos en la agenda, que seguir¨¢n marc¨¢ndola en oto?o: Afganist¨¢n, la factura de la luz, los efectos del cambio clim¨¢tico¡ Pero precisamente ninguno de ellos quedar¨¢ eclipsado por alguna de las cuestiones que agobiaron a los sucesivos gobiernos a lo largo de la d¨¦cada (la recesi¨®n, el rescate, la crisis pol¨ªtica, la corrupci¨®n, la inestabilidad electoral, Catalu?a). Y por ello, nadie duda hoy de que solo lo imprevisible puede poner en cuesti¨®n la estabilidad del Ejecutivo de Pedro S¨¢nchez a corto plazo. ?Hemos recuperado al fin algo de normalidad, incluso a pesar del momento pand¨¦mico?
En ese contexto, hasta el auge del PP en las encuestas, alentando la hip¨®tesis de un posible vuelco electoral en un futuro indefinido, parece contribuir a esa regularidad que exigen los asuntos p¨²blicos: dar verosimilitud a la alternancia en el Gobierno engrasa el engranaje de la democracia. No est¨¢ mal, tras varios a?os en los que era el propio engranaje democr¨¢tico el que estaba en cuesti¨®n.
Por ello, el principal interrogante del nuevo curso pol¨ªtico que iniciamos ser¨¢ comprobar si nos encontramos ante un verdadero cambio de ciclo gubernamental o solo ante los signos de agotamiento de esa ola de transformaci¨®n que experiment¨® la pol¨ªtica espa?ola.
El ¨¦xito electoral en Madrid en mayo y la posterior salida de escena de Pablo Iglesias e Iv¨¢n Redondo (protagonistas activos en la resurrecci¨®n de Pedro S¨¢nchez) fueron la se?al, seg¨²n muchos, de un cambio de rasante para el PP tres a?os despu¨¦s de aquella moci¨®n de censura que desplaz¨® el v¨¦rtigo existencial de la izquierda a la derecha.
La mayor¨ªa de encuestas desde mayo han venido sugiriendo ese escenario, pasando del 21% de votos que el PP obtuvo en las elecciones de 2019 hasta un apoyo cercano al 30% (a excepci¨®n del CIS, con una muestra significativamente superior), al que no llegaba desde la irrupci¨®n de Vox. Hay pocos precedentes caseros para una recuperaci¨®n tan r¨¢pida en las encuestas en un partido de la oposici¨®n sin cambio de l¨ªder. El PP de Aznar o Rajoy y el PSOE de Zapatero necesitaron per¨ªodos m¨¢s largos para reconducir las expectativas de sus partidos.
Se trata de un rebote electoral robusto de los populares, dif¨ªcilmente reversible, por dos razones. Por un lado, hay menos efecto Ayuso que defecto Ciudadanos: gran parte de la recuperaci¨®n del PP proviene del retorno de miles de votantes que se marcharon con Albert Rivera. Dos de cada tres de quienes votaron a Ciudadanos en noviembre de 2019 ya declaran haber desertado de su anterior opci¨®n y pasar¨¢n, en bloque, al bando azul para no volver. Adem¨¢s, m¨¢s que Casad¨®filos parecen Sanch¨ªfobos: les persuade su rechazo a la mayor¨ªa gubernamental antes que la orientaci¨®n del nuevo PP. Y la fuerza de ese voto negativo hace improbable que se acaben absteniendo el d¨ªa que puedan expresarlo en las urnas.
Por otro lado, la recuperaci¨®n del PP apenas socava, de momento, el apoyo a Vox. Aunque esta se da en todas las franjas del centro y la derecha, son los moderados m¨¢s que los extremistas quienes est¨¢n aupando a los populares. Queda ah¨ª, pues, un margen de mejora para estos. Aunque la fuerza de la derecha radical tambi¨¦n es un indicador de sus expectativas: muchos de los votantes de Vox podr¨ªan volver con Casado siempre que con ello puedan impulsarle hasta La Moncloa; pero si perciben esto poco probable, tender¨¢n a mantener su voto de protesta radical.
Ese es quiz¨¢ el reverso de esa recuperaci¨®n de la derecha: siendo obviamente una condici¨®n necesaria, no resultar¨¢ suficiente para regresar al poder. Los precedentes mencionados lo avalan: cuando Aznar, Zapatero o Rajoy ¡ªincluso S¨¢nchez¡ª tomaron la senda del ascenso en las encuestas, lo hicieron sobre la ca¨ªda en paralelo de su principal adversario. Es cierto que en un entorno tan fragmentado como el actual, el juego de fluidos es m¨¢s complejo, y las opciones de cualquier aspirante comienzan por imponerse inicialmente dentro de su propio bloque. La primera victoria de Casado, como lo fue la de S¨¢nchez, ha sido enterrar el temor al sorpasso, aunque haya sido m¨¢s por los dem¨¦ritos de sus oponentes que por las virtudes propias.
Como sus antecesores, la victoria del PP requiere tambi¨¦n que el voto de la izquierda moderada se desinfle o se disperse, como ya sucedi¨® en 1996, en 2000, en 2011 y en 2015-2016, lo cual depende menos de la voluntad de Casado de que de otros elementos. ?Cu¨¢les? La fuerza electoral del PSOE suele elevarse cuando coinciden dos circunstancias necesarias: una redistribuci¨®n visible del progreso econ¨®mico entre los asalariados y un l¨ªder efectivo. El primer punto es caracter¨ªstico de los partidos socialdem¨®cratas, cuyo voto es especialmente vulnerable ante las crisis econ¨®micas y la injusticia social que se deriva de ellas. El segundo es m¨¢s idiosincr¨¢tico del PSOE: poco podr¨¢ hacer si la atracci¨®n de su candidato no favorece una coalici¨®n entre edades diversas y grupos sociales desde el centro a la izquierda. Es una restricci¨®n que los populares sufren menos: quiz¨¢ un perfil de nivel como el de Rubalcaba o Almunia podr¨ªan haber llegado a La Moncloa con el PP, pero alguien como Rajoy o Aznar no podr¨ªa hacerlo nunca con el PSOE. La fuerte heterogeneidad social y pol¨ªtica de la base electoral socialista la hace m¨¢s sensible al factor liderazgo que la conservadora. Ese fue un dato que los socialistas cr¨ªticos con S¨¢nchez siempre infravaloraron.
Desde esta perspectiva, las expectativas optimistas para la recuperaci¨®n econ¨®mica ¡ªsiempre que el Gobierno la traduzca en redistribuci¨®n social¡ª, deparan argumentos favorables para la mayor¨ªa gubernamental, a pesar del inevitable desgaste que conlleva la acci¨®n del Ejecutivo, especialmente para Unidas Podemos. Parad¨®jicamente, las presiones de estos para reafirmar su presencia favorecer¨¢n la orientaci¨®n m¨¢s moderada del Consejo de Ministros de aquellos ministros que se mantienen tras la remodelaci¨®n de julio.
M¨¢s vulnerable aparece la imagen del presidente, que acusa un desgaste all¨ª donde menos le convendr¨ªa: entre los electores moderados del centro (aquellos que se definen con un 5 en la escala izquierda-derecha), que conf¨ªan en ¨¦l menos que al inicio del mandato, en buena medida porque le ven bastante m¨¢s a la izquierda que hace apenas a?o y medio. Es cierto que S¨¢nchez, en general, sigue manteniendo un mayor margen de confianza por parte del electorado que Casado (entre 10 y 15 puntos), algo que expone un problema de este ¨²ltimo: la mejora de las expectativas del PP apenas ha repercutido en la imagen de su l¨ªder (algo que s¨ª suced¨ªa en etapas anteriores). De hecho, esa franja de votantes de centro, los que permitieron al PSOE en el pasado superar ligeramente al PP, se f¨ªan menos de Casado que de S¨¢nchez, pero tambi¨¦n tiene m¨¢s aversi¨®n a la influencia de Podemos en el Ejecutivo que a la que pudiera ejercer Vox desde la oposici¨®n.
Esa quiz¨¢ sea una de las consecuencias m¨¢s patentes de la transformaci¨®n de los ¨²ltimos a?os. Los dos grandes partidos del sistema han sobrevivido a la gran enmienda que plantearon las nuevas fuerzas, porque se hicieron m¨¢s receptivos a las demandas de sus votantes a derecha e izquierda. Pero esta polarizaci¨®n tambi¨¦n ha ahondado inevitablemente la desafecci¨®n de esa amalgama de votantes de centro con demandas diversas, contradictorias, a veces incluso antag¨®nicas, y cuya mayor volatilidad har¨¢ m¨¢s imprevisible la competici¨®n electoral del futuro. Las opciones de Casado pasan por seguir ampliando su apoyo entre esos ciudadanos tanto como por evitar que lo haga su adversario. Las del Gobierno de S¨¢nchez, tambi¨¦n.
Juan Rodr¨ªguez Teruel es profesor de ciencia pol¨ªtica la Universidad de Valencia y editor fundador de Agenda P¨²blica.
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