El capital de la izquierda pija
Ante el desaf¨ªo de articular amplias coaliciones sociales, tendr¨¢n m¨¢s opciones de triunfar aquellos que no hacen rivalizar, sino que ensanchan, las nociones de libertad o igualdad
Pocos temas tan apasionantes y apasionados como la relaci¨®n entre desigualdad, clase social y pol¨ªtica. Natural, por tanto, que haya saltado al debate p¨²blico de manera tan viva. Fue el economista Thomas Piketty, en su libro Capital e Ideolog¨ªa, uno de los m¨¢s conocidos en abrir fuego apuntando al profundo cambio de la base social de los partidos pol¨ªticos en Occidente.
Con una pl¨¦tora de datos, este autor se?ala que los partidos de izquierda han dejado de representar a las clases trabajadoras en favor de las capas m¨¢s educadas y de mayores ingresos de la sociedad. Esto explicar¨ªa por qu¨¦ el conflicto social ha pasado de versar sobre redistribuci¨®n a hacerlo sobre los intereses de las clases m¨¢s formadas, lo que algunos llamar¨ªan ¡°pol¨ªticas de identidad¡±.
Seg¨²n esta premisa el debate contempor¨¢neo gira entre una ¡°izquierda brahm¨ªn¡±, pija y woke, secuestrada por los departamentos universitarios, y una ¡°derecha mercantilista¡± votada por las clases acomodadas. Mientras tanto, los grupos de menos ingresos quedar¨ªan excluidos del sistema por unos partidos de izquierda que los ignoran, todo ello en un entorno de creciente desigualdad.
De entre las r¨¦plicas que se han dado a esta tesis quiz¨¢ la m¨¢s elegante y persuasiva es la de Abou-Chadi y Hix cuando, tras alabar el intento de sistematizar del economista, parten el espinazo a su argumento.
De un lado, porque recuerdan que hablar de una sola derecha o izquierda en un contexto de fragmentaci¨®n pol¨ªtica no tiene sentido. Ellos demuestran que realmente la educaci¨®n lo que hace es dividir dentro de cada bloque: La gente con m¨¢s estudios tiende a votar a partidos de izquierda libertaria o formaciones verdes, mientras que la de menos estudios lo hace por la derecha populista radical. Por tanto, realmente la educaci¨®n no divide entre ideolog¨ªas, sino entre votantes de partidos nuevos y cl¨¢sicos a cada orilla.
Del otro lado, ellos le dan la vuelta al argumento de Piketty. Como demuestran, no es que la gente educada vote a la izquierda y por eso a estos partidos no les interese la redistribuci¨®n; realmente es la gente educada e interesada en la redistribuci¨®n la que opta por votar a los partidos de izquierda. Despu¨¦s de todo, si hoy los obreros (stricto sensu) son un 15-20% en la mayor¨ªa de las democracias, esas formaciones necesitan el apoyo de otros grupos sociales para ganar elecciones.
Este debate tiene evidentes implicaciones pr¨¢cticas. Profundos cambios sociales econ¨®micos y tecnol¨®gicos han hecho que la contienda electoral no s¨®lo vaya de redistribuci¨®n, tambi¨¦n de otras formas de igualdad. Unos temas que, en realidad, dividen m¨¢s a la derecha, entre la tradicional (globalista, liberal en valores y econom¨ªa) y la radical (proteccionista y autoritaria), que a la propia izquierda. Por eso, ante el desaf¨ªo de articular amplias coaliciones sociales, tendr¨¢n m¨¢s opciones de triunfar aquellos que no hacen rivalizar, sino que ensanchan, las nociones de libertad o igualdad.
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