El economista franc¨¦s Piketty cre¨ªa en el liberalismo. Hoy grita: ¡°?Viva el socialismo!¡±
Thomas Piketty, el reconocido autor de ¡®El capital en el siglo XXI¡¯, apuesta por una nueva forma de socialismo, participativo, democr¨¢tico, feminista y ecol¨®gico. ¡®Ideas¡¯ adelanta un extracto de su nuevo libro, una recopilaci¨®n de sus mejores art¨ªculos
Si me hubieran dicho en 1990 que en 2020 iba a publicar una colecci¨®n de cr¨®nicas titulada ?Viva el socialismo! habr¨ªa pensado que se trataba de un mal chiste. A mis 18 a?os, acababa de pasarme el oto?o de 1989 siguiendo por la radio el colapso de las dictaduras comunistas y del ¡°socialismo real¡± en la Europa del Este. En febrero de 1990 particip¨¦ en un viaje de estudiantes franceses en apoyo de la juventud rumana, que acababa de deshacerse del r¨¦gimen de Ceausescu. Llegamos en plena noche al aeropuerto de Bucarest y luego fuimos en autob¨²s a la tristona y nevada ciudad de Brasov, enclavada en el arco de los C¨¢rpatos. J¨®venes rumanos nos mostraron con orgullo agujeros de bala en las paredes, testimonios de su revoluci¨®n. En marzo de 1992 har¨ªa mi primer viaje a Mosc¨², en donde vi las mismas tiendas vac¨ªas y las mismas avenidas grises. Hab¨ªa logrado infiltrarme en el bagaje de un coloquio franco-ruso titulado Psicoan¨¢lisis y ciencias sociales, y con un grupo de acad¨¦micos franceses algo perdidos pude visitar el mausoleo de Lenin y la plaza Roja, donde la bandera rusa acababa de sustituir a la sovi¨¦tica.
Nacido en 1971, pertenezco a una generaci¨®n que no tuvo tiempo de dejarse seducir por el comunismo y que se hizo adulta constatando el fracaso absoluto del sovietismo. Como muchos, en la d¨¦cada de 1990 fui m¨¢s liberal que socialista, orgulloso como un pavo real de mis observaciones juiciosas, desconfiaba de mis mayores y de los nost¨¢lgicos, y no soportaba a los que se negaban decididamente a ver que la econom¨ªa de mercado y la propiedad privada eran parte de la soluci¨®n.
Hete aqu¨ª que, treinta a?os despu¨¦s, en 2020, el hipercapitalismo ha ido demasiado lejos. Ahora estoy convencido de que hay que pensar en la superaci¨®n del capitalismo, en una nueva forma de socialismo, participativo y descentralizado, federal y democr¨¢tico, ecol¨®gico, mestizo y feminista.
La historia decidir¨¢ si la palabra ¡°socialismo¡± est¨¢ definitivamente muerta y debe ser reemplazada. En mi opini¨®n, puede salvarse, y de hecho sigue siendo el t¨¦rmino m¨¢s apropiado para designar la idea de un sistema econ¨®mico alternativo al capitalismo. En cualquier caso, uno no puede contentarse con estar ¡°en contra¡± del capitalismo o del neoliberalismo: hay que estar tambi¨¦n y sobre todo ¡°a favor de¡± otra cosa, lo que exige ser capaz de definir con precisi¨®n el sistema econ¨®mico ideal que uno desear¨ªa poner en pr¨¢ctica, la sociedad justa que uno tiene en mente, sea cual sea el nombre que finalmente decida darle. Se ha convertido en un lugar com¨²n decir que el sistema capitalista actual no tiene futuro, ya que profundiza en las desigualdades y agota el planeta. Esto no es falso, pero, a falta de una alternativa concreta, el actual sistema tiene todav¨ªa muchos d¨ªas por delante.
Como profesor e investigador en ciencias sociales, me he especializado en el estudio de la historia de las desigualdades y de la relaci¨®n entre el desarrollo econ¨®mico, la distribuci¨®n de la riqueza y el conflicto pol¨ªtico, lo que me ha llevado a publicar varias obras voluminosas. Tambi¨¦n he contribuido a la creaci¨®n de la World Inequality Database (WID), un vasto proyecto colectivo y participativo destinado a aportar una mayor transparencia sobre la evoluci¨®n de las desigualdades de renta y de riqueza en las diferentes sociedades del planeta.
Sobre la base de lo aprendido en estas investigaciones hist¨®ricas, as¨ª como de mi experiencia como ciudadano-observador del per¨ªodo 1990-2020, he intentado proponer en mi ¨²ltimo libro algunos ¡°elementos para un socialismo participativo¡± (...). Debo aclarar que estos ¡°elementos¡± constituyen ¨²nicamente un punto de partida entre otros posibles, una diminuta contribuci¨®n a un enorme proceso de elaboraci¨®n colectiva, discusi¨®n contradictoria y experimentaci¨®n social y pol¨ªtica, un proceso de largo plazo que deber¨¢ hacerse con toda humildad y tenacidad. (¡)
Empecemos con una afirmaci¨®n que a algunos les puede parecer sorprendente. Desde una perspectiva de largo plazo, la larga marcha hacia la igualdad y el socialismo participativo est¨¢ bien encaminada. Nada impide t¨¦cnicamente seguir avanzando por el camino ya abierto, a poco que todas y todos nos pongamos manos a la obra. La historia demuestra que la desigualdad es esencialmente ideol¨®gica y pol¨ªtica, no econ¨®mica o tecnol¨®gica. Esta visi¨®n optimista puede parecer parad¨®jica en estos tiempos sombr¨ªos. Sin embargo, se corresponde con la realidad. Las desigualdades se han reducido considerablemente desde una perspectiva de largo plazo, gracias sobre todo a las nuevas pol¨ªticas sociales y fiscales puestas en marcha durante el siglo XX. Queda mucho por hacer, pero lo cierto es que podemos avanzar mucho si sacamos partido a las lecciones de la historia. Veamos, por ejemplo, la evoluci¨®n de la concentraci¨®n de la propiedad en los dos ¨²ltimos siglos. En primer lugar, se constata que la parte de la propiedad total (el total de activos inmobiliarios, financieros y profesionales, netos de deudas) en manos del 1% m¨¢s rico de la poblaci¨®n se mantuvo a un nivel astron¨®mico durante todo el siglo XIX y hasta principios del siglo XX ¡ªlo que demuestra, por cierto, que la promesa de igualdad de la Revoluci¨®n francesa fue m¨¢s te¨®rica que real, al menos en lo que respecta a la redistribuci¨®n de la propiedad¡ª. En segundo lugar, se observa que la parte de la propiedad total en manos del 1% m¨¢s rico disminuy¨® bruscamente durante el siglo XX: era alrededor del 55% en v¨ªsperas de la primera guerra mundial, frente al 25% aproximadamente en la actualidad. N¨®tese, sin embargo, que esta cuota sigue siendo unas cinco veces superior a la que corresponde al 50% m¨¢s pobre de la poblaci¨®n, que en la actualidad posee algo m¨¢s del 5% del patrimonio total (a pesar de que son, por definici¨®n, cincuenta veces m¨¢s numerosos que el 1% m¨¢s rico). La guinda del pastel es que esta baja participaci¨®n en el patrimonio total ha ido disminuyendo desde las d¨¦cadas de 1980 y 1990, tendencia que puede observarse tanto en Estados Unidos, Alemania y el resto de Europa como en la India, Rusia y China. En resumen: la concentraci¨®n de la propiedad (y, por lo tanto, del poder econ¨®mico) ha disminuido de manera significativa durante el ¨²ltimo siglo, pero sigue siendo extremadamente fuerte. La reducci¨®n de la desigualdad de la riqueza ha beneficiado sobre todo a la ¡°clase media patrimonial¡± (el 40% de la poblaci¨®n entre el 10% m¨¢s rico y el 50% inferior de la distribuci¨®n), pero ha beneficiado muy poco a la mitad m¨¢s pobre de la poblaci¨®n.
Thomas Piketty es director de investigaci¨®n en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de Par¨ªs, profesor en la Escuela de Econ¨®micas de Par¨ªs y codirector de la World Inequality Database. Su libro ¡®El capital en el siglo XXI¡¯ fue un superventas. Este extracto es un adelanto de ¡®?Viva el socialismo!¡¯ (Deusto), que se publica el pr¨®ximo 7 de abril. La editorial Grup62 lo publica en la misma fecha en catal¨¢n. Aqu¨ª puedes leer el extracto de ¡®Una altra forma de socialisme¡¯.
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