Conservador
Para no defender esta posici¨®n por imitaci¨®n o rutina hay que ser l¨²cido y, aunque suene parad¨®jico, audaz
Los r¨®tulos ideol¨®gicos tras los que nos parapetamos son cada vez m¨¢s, seg¨²n aumentan las identidades ofendidas y los derechos cantinflescos reivindicados. Pero hay una ideolog¨ªa compartida por todos, desde la extrema izquierda hasta la extrema derecha, y de la que sin embargo pocos se enorgullecen: la conservadora. A nadie le falta un punto conservador en un aspecto o en otro, porque ser humano es elegir en el caos del mundo y de la vida algo que queremos ver perpetuado. A los dem¨¢s animales la evoluci¨®n les ha simplificado la tarea, inscribiendo en sus genes los gestos y preferencias a los que deben guardar fidelidad. En cambio nosotros estamos programados para autoprogramarnos (la inteligencia artificial no es la de ninguna m¨¢quina sino la nuestra) y debemos elegir el punto s¨®lido, que quisi¨¦ramos inamovible, a partir del cual movernos, avanzar, explorar: necesitamos establecer lo que debe ser conservado para a partir de ah¨ª revolucionarlo todo.
Para no ser conservador por imitaci¨®n o rutina (fuentes habituales del instinto de conservaci¨®n y del pensamiento reaccionario) hay que ser l¨²cido y, aunque suene parad¨®jico, audaz. Actualmente en Espa?a el autor que mejor responde a este perfil es Gregorio Luri. Su ¨²ltimo libro ¨DLa mermelada sentimental, editorial Encuentro¨D es un buen compendio de sus ideas sobre educaci¨®n (quiz¨¢ su tema preferido), pol¨ªtica, formas de ser y de dejar de ser de los espa?oles, ecolog¨ªa y hasta religi¨®n. Una prosa clara y contundente, una perspicacia que no desfallece y un humor sin el que no hay tarea intelectual digna de ese nombre. Una r¨¢faga a modo de aperitivo: ¡°La pol¨ªtica es el proyecto, siempre inacabado y siempre fr¨¢gil, de establecer una relaci¨®n comunitaria con el tiempo que nos permita dotar de historia coordinada a nuestros aconteceres personales y colectivos¡±.
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