Democracia tertuliana
Los medios se han convertido en una nueva y privilegiada puerta giratoria para cuando los pol¨ªticos son desplazados de sus responsabilidades
?Por qu¨¦ se comportan los pol¨ªticos de forma distinta en las tertulias que en las instituciones? Lo presento a modo de ¡°pregunta de investigaci¨®n¡±, que dir¨ªa un acad¨¦mico. Yo mismo no tengo una respuesta clara. Me refiero, como imaginar¨¢n, a la presencia de Carmen Calvo, Pablo Iglesias y Garc¨ªa-Margallo en el ?gora de la Cadena SER. Pero estos no son los ¨²nicos; hay algunos m¨¢s (lean la reciente cr¨®nica al respecto de Manuel Jabois donde vienen todos los detalles). Ah¨ª se aprecia no solo c¨®mo los medios se han convertido en una nueva y privilegiada puerta giratoria para cuando son desplazados de sus responsabilidades. Lo m¨¢s interesante es ver c¨®mo los pol¨ªticos desempe?an su nueva funci¨®n comunicadora transformados en sesudos analistas que se escuchan entre s¨ª, discrepan pac¨ªfica y educadamente y ponen toda su experiencia al servicio del debate ciudadano. El contrapunto exacto de lo que ocurre en la pol¨ªtica institucional, como vemos en el Parlamento. Es como si, libres de la camisa de fuerza de su rol de pol¨ªticos activos, pudieran recuperar el sosiego. Desaparece su furiosa parte de Mister Hyde y retorna el m¨¢s apacible Dr. Jekyll.
O sea, que debe haber algo en ese espacio que llamamos pol¨ªtica activa que resulta t¨®xico. Siempre lo ha sido, no vamos a hacernos ahora los sorprendidos. Si nombres como los de Maquiavelo, Hobbes o Schmitt est¨¢n en lo alto del santoral politol¨®gico debe de ser por algo. Hacer pol¨ªtica es otra forma de hacer la guerra, por parafrasear a Clausewitz, no en vano su funci¨®n es sublimar los conflictos, hacerlos digeribles. El conflicto es la materia de la que se nutre. Y no hay conflictos sin facciones, sin una clara delimitaci¨®n entre un nosotros y un ellos. Por eso, en cuanto toma la palabra, todo pol¨ªtico siempre est¨¢ dirigi¨¦ndose a los suyos, y el mejor cemento para cohesionarlos es el enfrentamiento con el otro. De ah¨ª que sea imperativo hablar siempre en contra de alguien.
La mayor diferencia entre el pol¨ªtico activo y el pol¨ªtico tertuliano reside precisamente en que el destinatario del discurso de este ¨²ltimo es el ciudadano com¨²n, no sus militantes. Y, adem¨¢s, en esta nueva esfera est¨¢n libres de las consignas partidarias, de las estrategias de los expertos en comunicaci¨®n. Aun defendiendo sus mismas ideas o propuestas, lo hacen sin la camisa de fuerza del partidismo patol¨®gico. F¨ªjense, en cuanto se abandonan los excesos de la pol¨ªtica adversaria, surge la posibilidad de una pol¨ªtica dirigida al entendimiento mutuo. Aunque, ojo, eso no quiere decir que no discrepen. Pero es una discrepancia sin aspavientos, con fair play discursivo.
Lo curioso de esta transformaci¨®n de nuestra democracia tertuliana es que los tertulianos ordinarios ¡ªen el sentido m¨¢s noble del adjetivo, claro¡ª tienden (tendemos) a ser cada vez m¨¢s partidistas y ofuscados, m¨¢s hooligans. Aqu¨ª se hace sentir tambi¨¦n la polarizaci¨®n que nos corroe. En cambio, estos nuevos intrusos parecen flem¨¢ticos anglosajones. Quien lo iba a decir, intercambio de papeles. Con todo, vamos a ver si dura. No perdamos de vista que tanto pol¨ªticos como comentaristas participamos de la cultura del espect¨¢culo y bajo las condiciones de la econom¨ªa de la atenci¨®n. El incentivo est¨¢ en la sobreactuaci¨®n y la bronca, no en la mesura, y esta es otra de las causas de esa toxicidad aludida. Eso s¨ª que tiene mal arreglo.
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