D¨ªa Europeo de las Lenguas
Reducir la cultura y la identidad a un solo idioma no deja de ser una trampa. Deber¨ªamos aprender que el respeto a las lenguas maternas es inseparable de una convivencia basada en el sentido democr¨¢tico
Las maletas se van antes que uno, dec¨ªa Rafael Alberti cada vez que embarcaba su equipaje en un aeropuerto. Siempre tem¨ªa que se perdiera por cualquier rinc¨®n del mundo y as¨ª lo dej¨® escrito en un poema. La necesidad de viajar es tan humana como el deseo de no quedarse sin ropa. Dirigir el Instituto Cervantes supone viajar por el mundo con un equipaje de palabras, poner en movimiento muchas maletas. Son viajes de ida y vuelta, llevan la cultura espa?ola a muchas tierras y nos traen a Espa?a las culturas de esas tierras.
Las declaraciones de amor por la lengua materna y la necesidad de aprender otros idiomas conviven de manera natural en nuestra existencia cotidiana. Aunque cada vez ocupan m¨¢s lugar los estudios de segundos y terceros idiomas, pocas voces se atreven a poner en duda, sino es en los procesos de fanatismo identitario, el respeto que merecen los hablantes nativos de un idioma en el que aprendieron a decir ¡°madre, tengo fr¨ªo¡±.
Reducir la cultura y la identidad a un solo idioma no deja de ser una trampa. El espa?ol, por ejemplo, procede como otras lenguas de la cultura latina, se sit¨²a en un amplio marco iberoamericano y se define en una extensa geograf¨ªa en la que no faltan los matices y las huellas de m¨²ltiples tradiciones. Pero desconocer el peso de las lenguas en los sentimientos identitarios tambi¨¦n es caer en una trampa grave.
Debemos ser muy precavidos para no tomar posturas tajantes en los debates sobre cuestiones como la memoria, las lenguas y los derechos de las minor¨ªas o las mayor¨ªas, cuestiones de las que depende el sentido democr¨¢tico de pertenencia en la actual internacionalizaci¨®n del mundo. La globalizaci¨®n ha puesto en marcha una doble din¨¢mica de homologaciones bajo culturas dominantes y de reacciones identitarias fuertes. Tengamos cuidado. De nada sirve la universalizaci¨®n abstracta cuando favorece que nos desentendamos de una anciana, vecina del quinto, que muere solitaria y de la que desconocemos el nombre. Tampoco es aceptable una b¨²squeda de comunidad que se afirme a s¨ª misma en el desprecio supremacista de las otras formas de ser y hablar.
?Es posible trabajar por una identidad abierta, un sentido de pertenencia democr¨¢tico que armonice las realidades individuales con el respeto de los derechos humanos? No descubro nada si afirmo que, en el panorama internacional, con todas sus deficiencias y limitaciones, la Uni¨®n Europea es el punto de referencia m¨¢s atractivo.
En un episodio famoso del Quijote, Miguel de Cervantes puso a hablar a su famoso caballero con el padre de un poeta. Cuando surgi¨® el tema de la dignidad de las lenguas y su uso literario, Don Quijote dio muestra una vez m¨¢s de que sus locuras sab¨ªan coexistir con la sensatez y las buenas razones: ¡°El grande Homero no escribi¨® en lat¨ªn porque era griego, ni Virgilio no escribi¨® en griego porque era latino. En resoluci¨®n, todos los poetas antiguos escribieron en la lengua que mamaron en la leche, y no fueron a buscar las extranjeras para declarar la alteza de sus conceptos. Y siendo esto as¨ª, raz¨®n ser¨ªa se entendiese esta costumbre por todas las naciones, y que no se desestimase al poeta alem¨¢n porque escribe en su lengua, ni al castellano, ni aun al vizca¨ªno, que escribe en la suya¡±.
Eso de que algunos idiomas s¨®lo sirven para hablar en la intimidad resulta poco cervantino. Podemos decir incluso que el sentido p¨²blico de los idiomas, su valor pol¨ªtico y social, queda muy reducido si lo apartamos de las palabras que se mamaron con la leche. Con una lengua franca, vac¨ªa de matices po¨¦ticos, se pueden hacer negocios y estrategias de lobby, pero es imposible crear hoy un sentido democr¨¢tico de pertenencia. Y eso no significa despreciar el conocimiento de otros idiomas. Don Quijote se encarg¨® enseguida de alabar el conocimiento del lat¨ªn, el griego y otras lenguas. Nuestros humanistas hab¨ªan comprendido ya que era muy falsificador para la religi¨®n el impedimento de leer la Biblia en castellano. Nosotros, dem¨®cratas, deber¨ªamos aprender que el respeto a las lenguas maternas es inseparable de una convivencia basada en el sentido democr¨¢tico y en la consideraci¨®n de los derechos humanos.
?C¨®mo se construye una comunidad? Cuando Estados Unidos se apropi¨® de la mitad del territorio mexicano con el tratado de Guadalupe-Hidalgo, tard¨® poco en decidir que deb¨ªa imponerse el ingl¨¦s como idioma ¨²nico. Era la lengua de los padres fundadores. En California, Texas, Colorado, Arizona y Nuevo M¨¦xico, se extendi¨® entonces la ceremonia de enterrar libros de lengua espa?ola en el patio de los colegios. Esa fue la lecci¨®n de supremacismo que encarn¨® despu¨¦s el presidente Trump al borrar la p¨¢gina web en castellano de la Casa Blanca y apoyar la pol¨ªtica de English Only. Un muchacho de 21 a?os se lo tomo demasiado en serio y tirote¨® en El Paso a los hablantes hispanos en agosto de 2019, causando 22 muertos y 24 heridos.
La Uni¨®n Europea, por el contrario, ha querido convertir la diversidad ling¨¹¨ªstica en un signo de identidad abierta, dispuesta a buscar una comunidad que no se funde en el supremacismo, sino en la multiculturalidad. En el calendario de las aspiraciones y la memoria, el calendario que une de forma oficial la raz¨®n y el sentimiento, el Consejo de Europa se?al¨® el 26 de septiembre como D¨ªa Europeo de las Lenguas. Es importante conocer lenguas con las que viajar y hacer negocios, pero importa mucho valorar la ra¨ªz humana con la que aprendimos a pedir ayuda y a sentirnos en familia. Lo escribi¨® C¨¦sar Vallejo en La rueda del hambriento: ¡°pero dadme / por favor, un pedazo de pan en que sentarme, / pero dadme / en espa?ol / algo, en fin, de beber, de comer, de vivir, de reposarse¡¡±.
Europa cuenta con 24 lenguas oficiales y 60 regionales. Si a?adimos los idiomas de la poblaci¨®n migrante y algunas formas minoritarias, el n¨²mero llega a 200. No es para asustarse, porque en el mundo se contabilizan hoy m¨¢s de 7.000 lenguas, muchas de ellas en peligro de desaparici¨®n. La necesidad de conservar la memoria y de hacerla compatible con un progreso cada vez m¨¢s justo es la mejor forma de facilitar un sentido de pertenencia democr¨¢tico. De nada valen las identidades cerradas o las abstracciones descarnadas y totalitarias.
El espa?ol es una lengua muy indicada por historia y presente para comprender la importancia de la convivencia ling¨¹¨ªstica. Naci¨® en La Rioja, en una zona de hablantes de euskera, como una evoluci¨®n del lat¨ªn que permitiese el entendimiento con otras comunidades fronterizas. Desde sus or¨ªgenes ha sido lengua vehicular. Primero cumpli¨® esa tarea en la Pen¨ªnsula Ib¨¦rica, en la que recibi¨® muchas palabras del ¨¢rabe, y despu¨¦s pas¨® a Am¨¦rica, entrando en contacto con numerosas palabras ind¨ªgenas. La unidad de un idioma de 500 millones de hablantes s¨®lo es posible si se respeta la diversidad.
Celebrar la lengua es celebrar nuestra voluntad de entendimiento. Est¨¢ muy bien ser iguales ante la ley, pero sin olvidarnos de nuestra propia realidad. Conseguir una convivencia igualitaria entre seres diversos es m¨¢s interesante que apostar por el supremacismo o por la sublimaci¨®n de las diferencias.
Luis Garc¨ªa Montero es director del Instituto Cervantes.
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