El tiempo en nuestras manos
Son necesarias pol¨ªticas que vayan m¨¢s all¨¢ de la conciliaci¨®n y la corresponsabilidad y se dirijan a cambiar la organizaci¨®n de los horarios laborales en su globalidad, con la intenci¨®n de mejorar el bienestar y la salud de nuestra sociedad
La distribuci¨®n del tiempo responde a los diferentes niveles de poder de los seres humanos y se comporta, en consecuencia, como un mecanismo de control social. A medida que se sube en la escala socioecon¨®mica, se dispone de m¨¢s tiempo libre y de mayor poder de decisi¨®n sobre qu¨¦ hacer con ese tiempo y c¨®mo repartirlo.
Aunque pueda resultar parad¨®jico, el personal directivo (supuestamente, las personas m¨¢s ocupadas del mundo laboral), es m¨¢s due?o de su tiempo que los trabajadores de base. Casi una de cada tres personas de la Uni¨®n Europea con un nivel educativo alto declaraba poder decidir sobre su tiempo en mucha mayor medida que las personas trabajadoras de menor nivel (un 30% frente a un 12%, seg¨²n datos de Eurostat en 2019).
Del mismo modo, los hombres disponen de su tiempo con mucha mayor libertad que las mujeres. La pandemia lo ha puesto de manifiesto al confinar a toda la poblaci¨®n, pero son ellas quienes declaran haber asumido mayoritariamente las responsabilidades escolares y el cuidado de las personas y tareas dom¨¦sticas. El Centro de Estudios y Opini¨®n de la Generalitat de Catalu?a muestra que el 40,7% de las mujeres afirma no haber tenido ning¨²n tipo de corresponsabilidad en el ejercicio de las tareas del hogar, mientras que el 50,8% declara haberse dedicado en exclusiva a las responsabilidades escolares.
Estas significativas diferencias en la capacidad de disponer del propio tiempo entre seres humanos son las que han conducido al concepto ¡°pobreza de tiempo¡±, que es uno de los grandes problemas de nuestra ¨¦poca.
Debido a esta desigual distribuci¨®n del tiempo, las mujeres del movimiento feminista reivindicaron en las ¨²ltimas d¨¦cadas del siglo XX la necesidad de una equiparaci¨®n de hombres y mujeres en el horario laboral y en el dom¨¦stico, as¨ª como medidas de conciliaci¨®n para poder ocuparse de las tareas del hogar y cuidados de personas dependientes, trabajos imprescindibles para la supervivencia de la especie. Fruto de sus reivindicaciones aparecieron las primeras medidas de conciliaci¨®n, el famoso equilibrio entre vida personal y laboral basado, sobre todo, en la concesi¨®n de permisos para ocuparse de aspectos relacionados con la maternidad y en medidas empresariales de flexibilidad horaria para realizar tareas tan necesarias como dejar a las criaturas en la escuela, acudir a las reuniones de madres y padres o cuidar a alg¨²n miembro de la familia enfermo.
Sin embargo, a?os despu¨¦s, las evaluaciones sobre estos programas que se implantaron en el ¨¢mbito p¨²blico y privado han demostrado su insuficiencia. Se observ¨® que, de forma abrumadora, eran adoptados por mujeres, perpetu¨¢ndose as¨ª su rol de cuidadoras-dom¨¦sticas frente al papel masculino de proveedores-econ¨®micos principales. Debido a ello, a principios del nuevo siglo se acu?¨® una nueva palabra, la ¡°corresponsabilizaci¨®n¡±, se iniciaron campa?as de concienciaci¨®n masculina y, adem¨¢s, en muchos pa¨ªses como Espa?a, se ha avanzado en la equiparaci¨®n de los permisos de paternidad con los de maternidad. Un gran paso, sin duda.
Y, sin embargo, tampoco es suficiente. Por eso hablamos ya del surgimiento de una segunda generaci¨®n de pol¨ªticas de nueva organizaci¨®n del tiempo: unas pol¨ªticas que van m¨¢s all¨¢ de la conciliaci¨®n y la corresponsabilidad (aunque las incluyen) porque se dirigen a cambiar la organizaci¨®n del tiempo en su globalidad, con la intenci¨®n de mejorar el bienestar y la salud de nuestra sociedad.
La pandemia v¨ªrica que estamos viviendo ha contribuido a acelerar algunos cambios. Las organizaciones se flexibilizan y comenzamos a ver modelos h¨ªbridos de trabajo, combinando la presencialidad en la empresa con el trabajo a distancia desde el hogar. Como toda nueva medida, han aparecido sin apenas regulaci¨®n, lo cual las convierte en potencialmente peligrosas para los derechos de las personas trabajadoras, cuando no en directamente lesivas, como es el caso de la combinaci¨®n entre tiempo vacacional y laboral (acu?ado como ¡°trabaciones¡±, emulando a la expresi¨®n anglosajona workation). Diferentes modelos h¨ªbridos que ya han saltado a los medios de comunicaci¨®n son, tambi¨¦n, las ¡°mesas calientes¡± que consisten en la desaparici¨®n del espacio privado en la empresa y utilizaci¨®n de mesas polivalentes para las personas que las ocupan, entendiendo que una mayor¨ªa estar¨¢ trabajando en su hogar, o el nomadismo digital, que consiste en vivir en un lugar diferente al que est¨¢ radicada la empresa para la que se trabaja.
A¨²n con todas las alertas, se trata de diversos modelos que, bien regulados, pueden permitir mayor flexibilidad (y, por tanto, mayor capacidad de conciliaci¨®n), pero tambi¨¦n una mejora importante en el medio ambiente y en los niveles de contaminaci¨®n al disminuir el impacto del transporte, la reducci¨®n de horas en viajes y traslados, etc. El teletrabajo, por tanto, y sus diferentes modalidades forman parte de esta nueva generaci¨®n de pol¨ªticas del tiempo, aunque habr¨¢ que neutralizar sus riesgos, tales como el eventual abuso sobre las personas trabajadoras, el aislamiento y la soledad, la dificultad de progresar en el ¨¢mbito empresarial, la mayor carga sobre las mujeres del cuidado familiar o el incremento de la brecha salarial para las mujeres que teletrabajan. Se suman a la lucha contra la contaminaci¨®n proyectos como ¡°la ciudad de los 15 minutos¡± (lema que ha popularizado la alcaldesa de Par¨ªs y presidenciable a la Rep¨²blica francesa Anna Hidalgo) que premia la proximidad de servicios y actividades a un radio que se pueda alcanzar a pie en un cuarto de hora, o las ¡°semanas de 4 d¨ªas¡± que algunas empresas est¨¢n empezando a aplicar.
La irrupci¨®n de la tecnolog¨ªa deber¨¢ constituir as¨ª un tercer eslab¨®n de las nuevas pol¨ªticas de tiempo. Si bien cada vez hay m¨¢s robots que liberan tiempo para los seres humanos, no es menos cierto que se ha incrementado radicalmente la conexi¨®n a internet y que la llamada ¡°adicci¨®n a las pantallas¡± est¨¢ provocando problemas en el rendimiento escolar de los j¨®venes y en el desempe?o laboral de las personas trabajadoras. Comporta, adem¨¢s, un perjuicio de la salud f¨ªsica al promover un mayor grado de sedentarismo, entre otros efectos, y de la salud mental en forma de estr¨¦s, insomnio o ansiedad. De ah¨ª la nueva demanda sindical de medidas obligatorias de ¡°desconexi¨®n digital¡± para permitir el descanso, el sue?o y la autonom¨ªa de las personas trabajadoras. Algunos pa¨ªses, como Francia, ya han elaborado una normativa limitadora y es que, como se?ala el experto en usos del tiempo, Carl Honor¨¦, ¡°en un mundo adicto a la velocidad, la lentitud es un superpoder¡±.
De todo ello se va a debatir extensamente en el 43? Congreso de la Asociaci¨®n Internacional para la Investigaci¨®n del Uso del Tiempo que se celebra por primera vez en nuestro pa¨ªs en la ciudad de Barcelona durante los d¨ªas 27 y 29 de octubre.
Y se abordar¨¢ tambi¨¦n en este congreso la liberaci¨®n de tiempo personal que la nueva generaci¨®n de medidas permite. Porque el tiempo personal es necesario para la propia salud, para el cultivo de la cultura, para fortalecer las relaciones afectivas, para la actividad deportiva y el desarrollo individual, en suma. Pese a lo que cotidianamente podamos sentir, el tiempo no es esencial, como aseguraba la fil¨®sofa estadounidense Carol K. Anthony en su Gu¨ªa del I Ching: el tiempo es la esencia.
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