Nueva socialdemocracia
El problema no reside en las ideas, bien halladas, sino en el instrumento encargado de implementarlas
Existe una raz¨®n de fondo para votar a la izquierda en las pr¨®ximas elecciones parlamentarias: una vez emitido por Pablo Casado ¡ªno hablemos de su colega ¡°Santi¡± Abascal¡ª su plan de restauraci¨®n general del Antiguo R¨¦gimen, desde la prohibici¨®n de la eutanasia a la persecuci¨®n del independentismo catal¨¢n, no cabe otra soluci¨®n que evitar que semejante alianza llegue a gobernar. Como tantas veces le ha ocurrido al pensamiento conservador en la oposici¨®n, en vez de presentar un conjunto de soluciones viables a los problemas del pa¨ªs, exhibe un museo de horrores, que de momento le otorgan ventaja en las encuestas para a medio plazo condenarle a la derrota. No explican, asustan.
La puerta queda entreabierta para que Pedro S¨¢nchez se mantenga tras unas nuevas elecciones al frente del Gobierno, con la recuperaci¨®n a su izquierda, impulsada por Yolanda D¨ªaz, siempre que no rompa la baraja. A ella en esta circunstancia corresponden las dos caras de Jano: amenaza y clavo ardiendo. Si nos atenemos a los documentos escritos del 40? Congreso, contar¨ªa algo m¨¢s importante: bajo el liderazgo de S¨¢nchez, el PSOE estar¨ªa sentando las bases de una renovaci¨®n sustancial de la socialdemocracia. A las reformas favorables a la ¡°gente¡±, por hablar como Podemos, marca antes de la casa, se sumar¨ªa la modernizaci¨®n sustancial que aportan la ecolog¨ªa y el feminismo. As¨ª resulta posible evocar los or¨ªgenes con Pablo Iglesias, el abuelo, si bien no tanto recuperar a un personaje ejemplar como Indalecio Prieto en tiempos de memoria hist¨®rica. Y abrirse al mismo tiempo a los verdes y a Me-Too. Est¨¢n lejos los tiempos en que un miembro de la ejecutiva se preguntaba, ante los derechos de la mujer, qui¨¦n iba entonces a coserle los calcetines.
El problema no reside en las ideas, bien halladas, sino en el instrumento encargado de implementarlas, porque a diferencia de la socialdemocracia alemana y del Partido Democr¨¢tico italiano, en nuestro caso estamos ante lo que un comentarista llama un partido-persona, donde el l¨ªder absorbe a la organizaci¨®n. All¨ª los protagonistas no son Olaf Scholz ni Enrico Letta, sino SPD y PD, mientras aqu¨ª el PSOE es hoy Pedro S¨¢nchez. La personalizaci¨®n cobr¨® forma con Felipe Gonz¨¢lez, siendo una exigencia de la debilidad inicial del partido. Ahora S¨¢nchez la ha impuesto como eje de su particular dise?o pol¨ªtico. Sus fieles hablan de que en Valencia se han superado las divisiones, cuando ser¨ªa mejor decir que las mismas pasaron ya a segundo plano con la formaci¨®n del gobierno que Rubalcaba etiquet¨® de forma inequ¨ªvoca. Se trataba y se trata de un gobierno de y para S¨¢nchez.
Apenas Felipe Gonz¨¢lez esboz¨® un reproche: la necesidad de tolerar las cr¨ªticas. No es el estilo de S¨¢nchez, instalado en el v¨¦rtice de una organizaci¨®n, donde solo para los llamados ¡°barones¡± hay posibilidad de tomar iniciativas dentro del orden. Debajo queda la masa de militantes, sobre cuyos hombros, seg¨²n precisa la ponencia-marco, act¨²a la direcci¨®n. Una militancia en declive, que sin embargo obtiene ventajas sobre el conjunto de los ciudadanos. Ah¨ª est¨¢ el episodio de la oferta de un ministerio a Iv¨¢n Redondo, para compensar el sufrimiento por la muerte de su perro Currillo. La promoci¨®n a un cargo puede incluso contribuir a aliviar una desgracia dom¨¦stica. Igualdad entre los iguales: hacia el exterior, fuente de despolitizaci¨®n.
De ah¨ª que en el Congreso no se haya debatido nada sustancial, aun cuando los r¨®tulos, como el federalismo, el republicanismo o el feminismo, parecieran atractivos. Para un observador externo, con los textos en la mano, la pandemia no debi¨® existir, y menos la prueba concreta que proporcion¨® de que la ¡°cogobernanza¡± salvaba la piel a la responsabilidad de S¨¢nchez en medio de un caos de medidas y sentencias en cada comunidad. Mal pr¨®logo para el federalismo en la Espa?a ¡°multinivel¡±, invento no explicado. Hacerlo supondr¨ªa reconocer que, en cuanto a las comunidades, el tema de la nueva financiaci¨®n territorial se basar¨ªa en el mantenimiento de una situaci¨®n de privilegio bien rentable para Euskadi y Navarra, y veros¨ªmilmente en el establecimiento de algo parecido para Catalu?a, con concesiones a otros, y Madrid de chivo expiatorio, tal vez merecido, pero no suficientemente analizado. Apostilla: debate sobre monarqu¨ªa o rep¨²blica, m¨¢s la soluci¨®n de los ¡°valores republicanos¡±, muy entretenido. En los ant¨ªpodas del acuerdo sobre suprimir la prostituci¨®n, moralmente necesario, cuya puesta en pr¨¢ctica est¨¢ llena de obst¨¢culos.
La pol¨ªtica exterior se limita al prop¨®sito de que ¡°avancemos en Europa¡±. S¨¢nchez ve as¨ª avalada su actuaci¨®n en ese campo, donde los ¡°valores republicanos¡± apenas cuentan. Nos lo recuerda el poco justificado regreso a primera l¨ªnea de Zapatero, art¨ªfice de una maniobra confusa en Venezuela, bendecida por Maduro. Ser ¡°progre¡± cuesta poco y adem¨¢s Caracas o La Habana quedan lejos. Ni una palabra sobre la feroz represi¨®n del 11-J en Cuba. Menos a¨²n sobre la violaci¨®n de derechos humanos en Turqu¨ªa. Dejamos la protesta, y sus costes, para ¡°los diez¡± pa¨ªses democr¨¢ticos.
El Congreso ha pasado de puntillas sobre cuestiones dif¨ªciles, que podr¨ªan enturbiar el anunciado futuro venturoso. Mientras The New York Times avisa del riesgo de un regreso de la covid en invierno, o en Italia es exigido rigurosamente el certificado de vacunaci¨®n, para montar en un tren r¨¢pido o entrar en una trattoria, aqu¨ª ¡°hemos dejado atr¨¢s¡± la pandemia, S¨¢nchez dixit, ¨¦xito del gobierno (lo ha sido, eso s¨ª, la vacunaci¨®n) y podemos mirar tranquilamente al futuro. Si como en ocasiones anteriores el pron¨®stico optimista resulta frustrado, el virus tiene la culpa.
Sobre ese fondo, la profesi¨®n de fe socialdem¨®crata abre esperanzas. Falta, no obstante, una visi¨®n de conjunto para afrontar lo m¨¢s grave: la ampliaci¨®n del espectro de la desigualdad, registrado con la pandemia. Es un fen¨®meno din¨¢mico, m¨¢s all¨¢ de la perspectiva tradicional de pobres contra ricos, resuelta con m¨¢s impuestos sobre patrimonio o renta. Y lo que est¨¢ sucediendo es una serie de avances legales a empellones, donde no es S¨¢nchez ni Nadia Calvi?o quien marca la pauta, sino la presi¨®n desde la izquierda, capitaneada por Yolanda D¨ªaz. Es ¨¦sta quien puede vanagloriarse, con UP, de que son medidas socialmente justas, arrancadas una tras otra a S¨¢nchez, con Calvi?o en segundo plano. En la reforma laboral est¨¢ dispuesta a hacer de su exigencia una cuesti¨®n de principios. La visi¨®n de conjunto se encuentra ausente: no pueden la reforma de las pensiones, la subida del salario m¨ªnimo o la ley de reforma laboral ser valoradas una a una, sino en su interactividad y articulaci¨®n con la pol¨ªtica fiscal o econ¨®mica. Y no estamos ante un horizonte azul, sino ante un tiempo de crisis, a pesar de los fondos europeos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.