El bucle revanchista entre PP y PSOE
Los grandes partidos se encuentran en una deriva de alejamiento y utilizaci¨®n de las instituciones para da?arse mutuamente que puede acabar quebrando la confianza de los ciudadanos en el sistema
El germen del revanchismo est¨¢ metido hasta los tu¨¦tanos de la pol¨ªtica espa?ola actual, y el principal riesgo es normalizar el clima a ojos de la ciudadan¨ªa, bajo la creencia ilusoria de que ello siempre funcion¨® as¨ª en nuestro pa¨ªs. No hay que confundir el turnismo que caracteriz¨® a los dos principales partidos desde la Transici¨®n, con las pulsiones de revancha que empiezan a brotar entre el PSOE y el Partido Popular. Ese cainismo es fruto d...
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El germen del revanchismo est¨¢ metido hasta los tu¨¦tanos de la pol¨ªtica espa?ola actual, y el principal riesgo es normalizar el clima a ojos de la ciudadan¨ªa, bajo la creencia ilusoria de que ello siempre funcion¨® as¨ª en nuestro pa¨ªs. No hay que confundir el turnismo que caracteriz¨® a los dos principales partidos desde la Transici¨®n, con las pulsiones de revancha que empiezan a brotar entre el PSOE y el Partido Popular. Ese cainismo es fruto de la polarizaci¨®n entre el bipartidismo, aunque no solo se aprecia ya en la batalla pol¨ªtica. Tambi¨¦n se traslada a los pilares del Estado, con los riesgos que ello entra?a para nuestra democracia.
El s¨ªntoma m¨¢s llamativo es el obsceno periplo para renovar los ¨®rganos constitucionales. Es decir, instituciones que basan su credibilidad en no actuar como un ariete del juego pol¨ªtico. Fiscalizan a los poderes p¨²blicos (Tribunal de Cuentas), ejercen control de legalidad (Tribunal Constitucional), velan por los derechos fundamentales (Defensor del Pueblo), o pueblan la jerarqu¨ªa del sistema judicial (Consejo General del Poder Judicial). Sin embargo, el papel de ¨¢rbitro de algunas de ellas est¨¢ m¨¢s cuestionado que nunca, evocando la imagen de otro ring m¨¢s de la lucha pol¨ªtica descarnada.
Primero, porque PP o PSOE las instrumentalizan ahora para cobrarse venganzas, o declarar una simb¨®lica guerra de posiciones como correa de transmisi¨®n de la arena del Congreso. V¨¦ase el nombramiento de la fiscal general Dolores Delgado, exministra del PSOE, en mitad del bloqueo inconstitucional del PP a un CGPJ de mayor¨ªa conservadora. O la propuesta hecha por los populares de un perfil como el de Concepci¨®n Espejel para el Constitucional. Es un trato que el Gobierno encaja de forma desesperada, esperando renovar as¨ª la c¨²pula del Poder Judicial.
Dichos ejemplos afloran las diferencias entre el revanchismo actual y el turnismo cl¨¢sico. No se trata ya de que PP o PSOE pongan su cuota de candidatos en los ¨®rganos como en el modelo tradicional. Este no era perfecto, al hacer p¨²blico y notorio el acuerdo mutuo, no sin recelo ciudadano por la sombra de la politizaci¨®n. Su m¨¢xima impugnaci¨®n lleg¨® durante el 15-M. Se denunciaba que el bipartidismo era de fondo lo mismo, que se peleaban en p¨²blico pero que se proteg¨ªan entre ellos reparti¨¦ndose el Estado en los despachos.
Aunque el viejo paradigma actuaba como una suerte de mal menor. Funcionaba gracias al entendimiento t¨¢cito entre los dos grandes, en la aceptaci¨®n mutua de sus espacios de influencia. No imped¨ªa de fondo el pluralismo, ya que PP y PSOE aglutinan amplias sensibilidades sociales. Sus candidatos designados se han venido desmarcando incluso del clich¨¦ de progresista o conservador votando en sentido distinto. En adelante, la elecci¨®n de Espejel o Delgado podr¨ªa llevarlas a ser recusadas en causas que afecten a PSOE o PP, respectivamente.
En segundo lugar, ese revanchismo corre el riesgo de desembocar en una peligrosa democracia de facciones excluyentes, si anida en la arquitectura constitucional. Esto es, un dise?o donde las instituciones pudieran favorecer a una de las partes, laminando la legitimidad del adversario.
Ejemplo es la reforma del CGPJ. Ni el globo sonda de PSOE y Unidas Podemos en 2020, sobre renovar el ¨®rgano en segunda vuelta con mayor¨ªa simple, ni la propuesta del PP, sobre la participaci¨®n de los jueces, proyectan neutralidad. La primera, porque normaliza el toma y daca. Cuando gobernara la izquierda, pondr¨ªa a los suyos junto a los socios independentistas. Cuando lo hiciera la derecha, viceversa. La segunda, porque en Espa?a sigue planeando la tesis de un sesgo conservador de la judicatura.
La semilla de todo este cainismo incipiente enra¨ªza sobre la profundidad del enfrentamiento pol¨ªtico. Nunca PP y PSOE estuvieron m¨¢s alejados por un per¨ªodo tan prolongado de tiempo. Sus rivales tiran hacia los extremos, haciendo que la pugna entre populares y socialistas no sea s¨®lo en t¨¦rminos ideol¨®gicos, o de las leyes que se aprueban. Tambi¨¦n existen recelos en cuanto a los consensos de Estado. Eso imposibilit¨® el di¨¢logo para una cuesti¨®n como la marcha del rey em¨¦rito de Espa?a, de la que Pedro S¨¢nchez no inform¨® a Pablo Casado, quiz¨¢s por temor a Unidas Podemos.
Pese a que el revanchismo sea cosa de dos, el tablero est¨¢ inclinado por el PP en su largo bloqueo del CGPJ. Ello ha dado lugar a un imaginario en la izquierda sobre que la derecha desea retener una esfera de poder a trav¨¦s del aparato judicial. A saber, parte de la estrategia de populares y Vox es llevar la obra del Gobierno de coalici¨®n a los tribunales. La pol¨ªtica entendida como anulaci¨®n de todo legado anterior. Pero si la izquierda se revuelve escalando el envite institucional, s¨®lo deslegitimar¨¢ su posici¨®n a ojos de la ciudadan¨ªa.
A la postre, los principales riesgos del revanchismo trasladado a los pilares constitucionales son el hast¨ªo, el alejamiento, hasta el enfado de la calle. Qu¨¦ respuesta tendr¨¢ la clase pol¨ªtica para un ciudadano que desee recibir la eutanasia, si se declarara inconstitucional por el Constitucional, ante este panorama. El sentimiento de injusticia hecho paradigma, el enfrentamiento pol¨ªtico agravando la desconfianza en el Estado. O incluso peor: los ciudadanos, como los pol¨ªticos, en un bucle de sed de revancha, o presos del nihilismo, desconectados.