Reformar la precariedad
Contemplamos como espectadores indiferentes la en¨¦sima reforma laboral que se resolver¨¢ con otra d¨¦cada de migajas para que la pr¨®xima generaci¨®n herede otra derrota amn¨¦sica
Somos hijos de muchas derrotas, muchas reformas laborales que fueron erosionando las condiciones de trabajo hasta llegar al presente. La generaci¨®n mejor preparada ha acabado por ser la peor retribuida. Nos dicen que esto es consecuencia de la organizaci¨®n del mundo, que no hab¨ªa otro camino. Como si de las consecuencias de una cat¨¢strofe natural sin remedio se tratara. En realidad basta echar la vista atr¨¢s para ser conscientes de que cada batalla perdida por sindicalistas del pasado supone un pelda?o hacia la derrota final de la guerra por la dignificaci¨®n del trabajo. Yo me acuerdo de las huelgas generales, las calles de mi ciudad desiertas y empapeladas con carteles contra las empresas de trabajo temporal, el mundo detenido y la furia de los discursos y las proclamas. ?ramos demasiado j¨®venes para atender al desenlace de unos conflictos que no alcanz¨¢bamos a comprender, pero poco tiempo despu¨¦s pudimos comprobar sus consecuencias en el papel que nos tend¨ªan los empleadores: contratos de una hora por los que hab¨ªa que hacer cursos de prevenci¨®n de riesgos que duraban 10. Uno detr¨¢s de otro. As¨ª empec¨¦ yo a trabajar, as¨ª empezamos muchos. Y ahora aparece un hostelero en televisi¨®n quej¨¢ndose indignado por la falta de personal: ?es que la gente quiere hacer media jornada y cobrar 600 euros! ?D¨®nde vamos a parar? Est¨¢ claro que quienes est¨¢n en paro es por pura vagancia.
La prueba de que la derrota se produjo hace mucho es que consideremos un logro subir el salario m¨ªnimo 15 euros mientras todo lo dem¨¢s se encarece sin parar. Pero por no tener, no tenemos ni conciencia de clase. ?No usamos todos los mismos smartphones? ?No estamos todos suscritos a las mismas plataformas? ?No compramos ropa de segunda mano como hacen los ricos para salvar el planeta? Entonces, ?c¨®mo vamos a considerarnos distintos? Clase obrera, qu¨¦ concepto m¨¢s obsoleto. Sin trabajo no hay obreros, sin obreros no hay consciencia de clase y sin conciencia de clase no hay movilizaciones. Por eso contemplamos como espectadores indiferentes la en¨¦sima reforma laboral que se resolver¨¢ con otra d¨¦cada de migajas para que la pr¨®xima generaci¨®n herede otra derrota amn¨¦sica. Y les digan, de nuevo, que sin flexibilidad no hay empleo para que, otra vez, vuelvan a aceptar las migajas del pan para hoy pre?ado del hambre de sus hijos. Eso si se pueden permitir el lujo de tenerlos
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.