Tragos
Es de agradecer que en estos tiempos inquisitoriales y puritanos, Vinterberg lanza sobre el alcohol una mirada bastante desprejuiciada
Fui con cierta prevenci¨®n a ver Otra ronda del dan¨¦s Thomas Vinterberg pero admito que, sin ser nada del otro mundo (hab¨ªa ganado un Oscar, lo que suele resultar como las estrellas de los restaurantes: una se?al de peligro), tiene su lado bueno. Se presenta como una comedia pero escandinava, o sea que en lo c¨®mico se parece m¨¢s a Esquilo que a Billy Wider. Pero es de agradecer que en estos tiempos inquisitoriales y puritanos lanza sobre el alcohol una mirada bastante desprejuiciada, aunque no llegue a ser favorable como la de Lawrence Osbourne en su divertido Beber o no beber (Gatopardo ediciones). Los cuatro profesores protagonistas, encabezados por Mads Mikkelsen (con pinta de borracho antes de la primera copa) padecen en diversos grados la crisis masculina de la mediana edad y recurren a la bebida como remedio, siguiendo una teor¨ªa dudosamente cient¨ªfica. Para ser daneses, los cuatro est¨¢n poco familiarizados con la bebida, a diferencia de sus alumnos que parecen llevarlo mejor. Su gradual y desma?ada entrega al alcohol no resuelve ninguno de sus problemas, claro, pero unos se ¡°sueltan¡± y viven menos agarrotados mientras otros aceleran su destrucci¨®n. Beber nos revela lo que somos, a nosotros mismos y frecuentemente, ay, a los dem¨¢s.
La cinta ironiza con las descripciones sofisticadas del gusto, retrogusto y paladeo de cada trago. Mera hipocres¨ªa o autoenga?o, porque tengan un sabor u otro las bebidas alcoh¨®licas se toman siempre por sus efectos. Si no, basta el agua fresca cuando hay sed. La influencia et¨ªlica puede ser inspiradora: Lichtenberg dice que nunca sabremos cu¨¢ntos versos geniales de Shakespeare se deben a una copa de vino. Y W.C. Fields lamenta: ¡°?Una mujer me empuj¨® a la bebida! Y fui tan miserable que ni siquiera le di las gracias¡¡±.
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