De uniformes y disfraces
Si estudiamos el decreto que ha publicado la Direcci¨®n General de la Guardia Civil nos topamos con algo demasiado parecido a la censura
El prol¨ªfico y tan reputado guionista estadounidense Aaron Sorkin alcanz¨® la notoriedad gracias a la obra teatral Algunos hombres buenos. Cubr¨ª como periodista el lanzamiento en Los ?ngeles de la adaptaci¨®n al cine y entrevist¨¦ a los j¨®venes protagonistas, Tom Cruise y Demi Moore. Pero lo m¨¢s interesante fue escuchar de Rob Reiner, el director, explicar que como la pel¨ªcula contaba un caso criminal encubierto por la c¨²pula del Ej¨¦rcito, encarnada por un desatado Jack Nicholson, a la producto...
Reg¨ªstrate gratis para seguir leyendo
Si tienes cuenta en EL PA?S, puedes utilizarla para identificarte
El prol¨ªfico y tan reputado guionista estadounidense Aaron Sorkin alcanz¨® la notoriedad gracias a la obra teatral Algunos hombres buenos. Cubr¨ª como periodista el lanzamiento en Los ?ngeles de la adaptaci¨®n al cine y entrevist¨¦ a los j¨®venes protagonistas, Tom Cruise y Demi Moore. Pero lo m¨¢s interesante fue escuchar de Rob Reiner, el director, explicar que como la pel¨ªcula contaba un caso criminal encubierto por la c¨²pula del Ej¨¦rcito, encarnada por un desatado Jack Nicholson, a la productora se le denegaron todos los permisos de rodaje en instalaciones militares. Los abogados de la productora presentaron una demanda por discriminaci¨®n y los tribunales fallaron en su favor. La sentencia recordaba que la autoridad militar de un pa¨ªs no puede discriminar en el uso de sus instalaciones por razones de gusto particular, pues se trata de una instituci¨®n p¨²blica, sufragada por el Estado. Parece una an¨¦cdota sin importancia, pero deber¨ªa tenerla en cuenta la Direcci¨®n General de la Guardia Civil porque ha publicado un nuevo decreto por el que regula la utilizaci¨®n de cualquier representaci¨®n de este Cuerpo en actos culturales como pel¨ªculas, series y obras de teatro. En la nueva redacci¨®n se impide incluso la utilizaci¨®n de r¨¦plicas de sus uniformes y se extiende la obligatoriedad de obtener el permiso incluso en recreaciones del pasado hist¨®rico.
Toda empresa protege su marca, pero dentro de un l¨ªmite. Si estudiamos el decreto nos topamos con algo demasiado parecido a la censura. Bajo su redacci¨®n actual ser¨ªa imposible grabar hoy El crimen de Cuenca, El caso Almer¨ªa o recrear el 23-F, as¨ª como cualquier serie que retrate a miembros del Cuerpo armado en situaciones que resulten cr¨ªticas o de denuncia. Si para obtener el permiso de utilizaci¨®n del uniforme, incluso en piezas de ¨¦poca, hay que pasar un examen del contenido del proyecto, es muy probable que podamos decir adi¨®s en Espa?a a un g¨¦nero que es clave en el cine de todo el mundo: el b¨¦lico y policial. En nuestro pa¨ªs, los productores logran colaboraci¨®n material del Ej¨¦rcito tan solo con contenidos propagand¨ªsticos o por esa cosa tan espa?ola del amiguismo y el compadreo entre jefes. Pasa con otras instalaciones p¨²blicas, incluidas las religiosas, pues nadie se ha atrevido a regular algo que deber¨ªa ser transparente y cristalino en cualquier sector profesional.
Instaurar una censura previa consiste en no prestar autorizaci¨®n para cualquier uso del uniforme que suponga menoscabo de la imagen de la instituci¨®n. Esta potestad queda fuera del alcance de m¨¦dicos, periodistas, azafatas o marineros, que pueden ser retratados como criminales o torpes en funci¨®n de los argumentos. Pronto la Iglesia cat¨®lica impedir¨¢ que cualquier representaci¨®n sobre los casos de pederastia se abstenga de retratar a sacerdotes maliciosos y nos encontraremos en un atolladero de proporciones b¨ªblicas. Ninguna protecci¨®n corporativa puede alcanzar la autoridad de dictar lo que se puede o no se puede contar sobre un oficio. Por esa regla de tres, las enfermeras estar¨ªan en condiciones de pedir que se retiren sus disfraces de los sex shop y que se proh¨ªban todas las pel¨ªculas que las retraten en situaciones procaces. Y detr¨¢s de ellas, claro, los repartidores de butano, siempre marginados en esta sobreprotecci¨®n que hoy nos rige al grito vacuo de libertad.