La sustancia del mito
La reconciliaci¨®n de la Transici¨®n no era un pacto de silencio sino de cancelaci¨®n de la memoria empleada como arma de enfrentamiento
Antes de sacudir la conciencia de la sociedad italiana con la novela documental M. El hijo del siglo, Antonio Scurati hab¨ªa publicado otra donde cruzaba la historia de sus abuelos con la biograf¨ªa de Leone Ginzburg ¡ªel intelectual de la resistencia que muri¨® torturado por la Gestapo en una c¨¢rcel de Roma¡ª. Este mi¨¦rcoles en la librer¨ªa Finestres le pregunt¨¦ por la relaci¨®n entre ese libro y su serie sobre Mussolini. Ten¨ªa ganas de hablar. Lo demostr¨® otra vez el viernes en un di¨¢logo organizado por la C¨¢tedra Walter Benjamin en Girona. Me respondi¨® que ¨¦l, nacido en 1969, se sab¨ªa integrante de la ¨²ltima generaci¨®n que configur¨® su identidad ciudadana sobre el mito que fund¨® la democracia de posguerra: el antifascismo. Y que cuando decidi¨® ser escritor, siempre imagin¨® que escribir¨ªa una novela sobre esos resistentes. Pero durante los ¨²ltimos a?os, no solo por la distancia temporal, constataba que se hab¨ªa disuelto la potencia de ese mito. Fue entonces, al contemplar im¨¢genes filmadas del dictador que fund¨® el populismo, cuando ide¨® una obra para mostrar la cotidianeidad olvidada del fascismo. La que el mito hab¨ªa ocultado.
Mientras Scurati desarrolla su respuesta, comparo su experiencia a la nuestra. Nuestro mito constitutivo no pudo ser el de los dem¨®cratas ca¨ªdos o represaliados combatiendo la dictadura ¡ªcon intensidades distintas lo fueron desde comunistas asesinados a mon¨¢rquicos desterrados¡ª. No pudo serlo, por desgracia, porque su honorable sacrificio no logr¨® vencer a una tiran¨ªa cuyos fundamentos fueron la institucionalizaci¨®n de una represi¨®n maniaca y el trauma de una guerra entre hermanos cuyo origen fue un golpe contrarrevolucionario contra la legalidad vigente. Pero hay un legado de esos opositores no lo suficientemente reconocido y que sustanci¨® la moral c¨ªvica que estuvo en la base de nuestro mito. El mito ha sido la Transici¨®n, la moral fue la de la reconciliaci¨®n nacional y su sustancia era el perd¨®n mutuo para que el pasado no fuese eterno motivo de discordia, toda vez que el combate por la democracia se conjuga siempre en presente y debe ser para todos.
La reconciliaci¨®n, que empez¨® a experimentarse en sacrist¨ªas o asambleas, no era un pacto de silencio sino de cancelaci¨®n de la memoria empleada como arma de enfrentamiento. Postulaba el perd¨®n para olvidar un cainismo que parec¨ªa cong¨¦nito y as¨ª fundar, por fin, la ciudad democr¨¢tica destruida en 1936. La concreci¨®n jur¨ªdica de ese esp¨ªritu, atendiendo a una demanda emblem¨¢tica de la oposici¨®n antifranquista, fue la Ley de Amnist¨ªa. En sus memorias Landelino Lavilla ¡ªentonces Ministro de Justicia¡ª sintetiz¨® el esp¨ªritu de esa ley: ¡°Una amnist¨ªa s¨®lo puede concederse con el alma abierta, desde luego, pero, sobre todo, con una s¨®lida fe en el futuro que se trata de construir, con la cabeza fr¨ªa y con una gran firmeza pol¨ªtica¡±. As¨ª fue. Es un caso paradigm¨¢tico de lo que Ferran Gallego sintetiz¨® como la din¨¢mica jur¨ªdica de la Transici¨®n: el ¡°control de un proceso no deseado¡± por parte del reformismo gubernamental.
El libro de Gallego, espl¨¦ndido, es El mito de la Transici¨®n. Como Scurati constataba para el caso italiano, tambi¨¦n ese mito se ha disuelto. Dicha disoluci¨®n responde a motivos end¨®genos ¡ªnada m¨¢s paradigm¨¢tico que el descubrimiento de la conducta indigna del Rey em¨¦rito¡ª, pero tambi¨¦n ex¨®genos ¡ªla crisis de la democracia liberal de posguerra como consecuencia de la crisis econ¨®mica¡ª. Al haber perdido efectividad como mito cohesionador, la cancelaci¨®n de la memoria tambi¨¦n deja de ser operativa. Estamos aqu¨ª. Y es irresponsable hacer pol¨ªtica partidista o nacionalizadora con la memoria del dolor. Reparaci¨®n para las v¨ªctimas, reconocimiento para los dem¨®cratas, compromiso con lo que implica la herida no cicatrizada. Como afirma Enrique D¨ªaz ?lvarez en La palabra que aparece, ¡°esta esperanza pol¨ªtica de los agraviados pasa por que nosotros, en cuanto sus destinatarios, podamos representar y reproducir un da?o que nos toca y concierne imaginar con detalles¡±. Ese deber¨ªa ser el objetivo de las pol¨ªticas memoriales.
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