?Felices veinte?
Bajo la fanfarria de las luces de Navidad y las lentejuelas de Nochevieja flota un aire de fin del mundo que conoc¨ªamos y otro que a¨²n no ha venido
El viernes volv¨ª al Palacio de Hielo. Entre el teletrabajo y las compras en l¨ªnea, desde antes del confinamiento no hab¨ªa pisado el centro comercial cercano a mi oficina que era mi segunda casa antes de la pandemia. All¨ª com¨ªa, all¨ª compraba, all¨ª fund¨ªa el m¨®vil, all¨ª re¨ªa las gracias o lloraba las penas en la hora muerta del turno partido. Volv¨ª nerviosa, ya ves t¨² la tonter¨ªa, como quien vuelve a casa tras un disgusto. ...
Reg¨ªstrate gratis para seguir leyendo
Si tienes cuenta en EL PA?S, puedes utilizarla para identificarte
El viernes volv¨ª al Palacio de Hielo. Entre el teletrabajo y las compras en l¨ªnea, desde antes del confinamiento no hab¨ªa pisado el centro comercial cercano a mi oficina que era mi segunda casa antes de la pandemia. All¨ª com¨ªa, all¨ª compraba, all¨ª fund¨ªa el m¨®vil, all¨ª re¨ªa las gracias o lloraba las penas en la hora muerta del turno partido. Volv¨ª nerviosa, ya ves t¨² la tonter¨ªa, como quien vuelve a casa tras un disgusto. El hecho de que intuyera que nada ser¨ªa lo mismo no evit¨® que se me cayera el alma al piso. En a?o y medio, a ese templo del consumo, s¨ª, pero tambi¨¦n de la vida social del barrio, le ha ca¨ªdo encima medio siglo. Han descuidado el mantenimiento. Han desaparecido las se?oras que iban a echar la tarde. Han cerrado tiendas, y las que siguen abiertas languidecen en v¨ªsperas del Black Friday, que la polic¨ªa no es tonta y se espera a las ofertas. Solo parecen seguir tirando del carro el centro de est¨¦tica, con sus aumentos de morros y rellenos de surcos, el supermercado y los multicines.
Me met¨ª en uno para consolarme y en qu¨¦ hora. A media pel¨ªcula la pantalla se fue a negro y, solo tras 15 minutos de pateo, apareci¨® un se?or con pinta de haber sido llamado desde un call center ofreciendo al respetable el reintegro de las entradas no sin antes tener que aguantar que un ni?ato le gritara desde la platea que le comiese lo suyo. Mira, ser¨ªa casualidad, pero sal¨ª revuelta. En el desangelad¨ªsimo atrio, luc¨ªan, f¨²nebres, los planos del concurso de ideas para lavarle la cara al centro bajo paneles de acero. Dicen que, tras la debacle, esta d¨¦cada ser¨¢ la de los felices a?os veinte. Lo creer¨¦ cuando lo vea. Por ahora, bajo la aparente euforia de las luces de Navidad y las lentejuelas de Nochevieja en los escaparates, flota un aire de tristeza ante el fin del mundo que conoc¨ªamos e incertidumbre ante el que nos espera. O igual es que a quien ha mutado la pandemia es a una misma. Puede. En la pista de hielo que da nombre al centro, s¨ª, esa donde cientos de f¨¦retros con los muertos del virus aguardaron sepultura durante d¨ªas, patinan hoy bandadas de adolescentes en celo. Benditos sean.