?Qu¨¦ hizo el periodista blanco con la escritora negra?
Una opini¨®n sobre el cap¨ªtulo m¨¢s reciente de la historia de Carolina Maria de Jesus, uno de los mayores iconos de la literatura brasile?a, y Aud¨¢lio Dantas, el periodista que ella encontr¨® para ayudarla a publicar en uno de los pa¨ªses m¨¢s racistas del mundo
Perm¨ªtanme empezar diciendo desde d¨®nde hablo. Conoc¨ª a Aud¨¢lio Dantas (1929-2018) en vida, ya tarde. Yo ten¨ªa unos 40 a?os y para m¨ª era una leyenda del periodismo. Claro que una leyenda es algo grande, pero nunca les tuve mucho apego a las leyendas o a los h¨¦roes. El reportaje me ha ense?ado que las personas son ¡°solo¡± personas y que es mejor para todos ¡ªy tambi¨¦n para ellas¡ª que sigan si¨¦ndolo. Aud¨¢lio no caminaba solo. Cuando lo conoc¨ª, tambi¨¦n conoc¨ª a la peque?a familia que caminaba con ¨¦l, o con la que ¨¦l caminaba. Vanira, su esposa; Juliana, la hija mayor; Mariana, la hija menor; ambas fruto de su matrimonio. S¨¦ que tambi¨¦n est¨¢n Jos¨¦ y Ana, sus hijos mayores, pero solo los vi de pasada. Y la abuela. La abuela era la madre de Vanira. En cada evento period¨ªstico o de amigos, los cinco estaban all¨ª, con una alegr¨ªa llena de sonrisas y abrazos. Yo misma empec¨¦ a creer que si no estaban en la presentaci¨®n de mis libros, estos no tendr¨ªan suerte, porque faltar¨ªa amor en la cola. Nunca fuimos ¨ªntimos, pero nos ca¨ªamos bien. M¨¢s tarde, la abuela se quedar¨ªa ciega y se ir¨ªa. M¨¢s tarde a¨²n, Aud¨¢lio tambi¨¦n se ir¨ªa, de c¨¢ncer. Yo estaba muy lejos cuando sucedi¨® y no pude asistir a los rituales de despedida. As¨ª que mi nostalgia no tiene imagen.
A Carolina Maria de Jesus (1914-1977) nunca la conoc¨ª en vida. Conoc¨ª Cuarto de desechos. Y lo conoc¨ª tarde. Pocos a?os antes de conocer a Aud¨¢lio. Hubiera querido leer su libro m¨¢s famoso antes, pero no hab¨ªa nacido cuando se convirti¨® en un acontecimiento, a principios de los a?os 60. Y despu¨¦s, para m¨ª, el libro estuvo invisibilizado por el racismo estructural que borra a los negros en todos los sentidos, desde el literal hasta el metaf¨®rico. Solo lo le¨ª cuando empec¨¦ a cubrir los saraos de poes¨ªa de Cooperifa, en Piraporinha, en la zona sur de S?o Paulo, y otros movimientos culturales de las favelas y periferias, en la primera d¨¦cada de este siglo. Todos los escritores y lectores, casi sin excepci¨®n, se?alaban a Carolina como su primera referencia, la primera vez que se reconoc¨ªan en las p¨¢ginas de un libro, lo que, seg¨²n dec¨ªan, hab¨ªa cambiado su forma de verse a s¨ª mismos y a los dem¨¢s y tambi¨¦n su relaci¨®n con la literatura. Antes de leer su obra yo misma, conoc¨ª a Carolina a trav¨¦s del poderoso efecto transformador de su escritura. En cierto modo, Carolina fund¨® los movimientos literarios que no lleg¨® a conocer. Movimientos que tambi¨¦n eran de sublevaci¨®n y rebeli¨®n, de contrainvasi¨®n de las letras, hist¨®ricamente un instrumento de opresi¨®n de las ¨¦lites y, por tanto, de los blancos, para dejar fuera a todos los dem¨¢s. Carolina tambi¨¦n inspir¨®, en cierta medida, el hip-hop en Brasil, ra¨ªz de los movimientos literarios que emergieron despu¨¦s.
Le¨ª a Carolina antes de leer a Aud¨¢lio. Y la le¨ª sin saber que Aud¨¢lio hab¨ªa tenido un papel tan importante en la publicaci¨®n de su obra. En muchos sentidos, fui ignorante por llegar tan tarde tanto al libro de Carolina como a la comprensi¨®n del papel de Aud¨¢lio en la obra de Carolina. La blanquitud no solo es violenta, sino que tambi¨¦n atonta. Esto lo descubro y redescubro cada vez que leo un libro de autoras como Concei??o Evaristo y Ana Maria Gon?alves, o de todos los escritores negros de las muchas ?fricas, que solo ahora est¨¢n llegando a las librer¨ªas de Brasil. Me doy cuenta de cu¨¢ntas obras esenciales me perd¨ª, limitada a los cl¨¢sicos de la literatura europea, maravillosos pero blancos, y de los consagrados autores blancos en Brasil y blancos tambi¨¦n en lo poco que nos llegaba de las ?fricas hasta hace nada. La mayor¨ªa de ellos muy buenos, pero inscritos en una experiencia de vivir en este mundo, marcada por el racismo y el colonialismo. Hay otras experiencias. Muchas otras. En cierto modo, los movimientos literarios de las periferias, as¨ª como el hip-hop de los Racionais MC y otros, tambi¨¦n para m¨ª, una mujer blanca de clase media, han evidenciado universos.
La lectura de Carolina me dej¨® una marca en el cuerpo, la marca de quien entra en contacto con otro ser/estar en el mundo, con otro habitarse, con otra experiencia de existir. Tanto en el sentido m¨¢s objetivo, de ser el diario de una mujer negra de la favela de Canind¨¦, en S?o Paulo, Brasil, como en el sentido m¨¢s subjetivo, de las palabras creadas por Carolina a partir de las particularidades de su experiencia. Carolina no solo retrat¨® el mundo que solemos llamar ¡°real¡±, sino que cre¨® otra realidad a trav¨¦s de su escritura, dio a luz otra literatura, como hacen los escritores que son grandes. Como todas las que permanecen, la marca que me imprimi¨® Carolina no es f¨¢cil.
M¨¢s que la obra escrita de Aud¨¢lio, que adem¨¢s de libros incluye una colecci¨®n de importantes reportajes, para m¨ª la mayor fuerza de Aud¨¢lio era su capacidad de ver y actuar con un coraje y una rectitud poco comunes. No fue la ¨²ltima vez que lo vi, pero la misa del s¨¦ptimo d¨ªa de Ricardo Pinheiro en la Catedral da S¨¦, en S?o Paulo, en julio de 2017, ha quedado en mi memoria como la ¨²ltima. En aquella ocasi¨®n, un grupo de vecinos de Pinheiros, un barrio exclusivo de la ciudad, organiz¨® una misa con otras personas vinculadas a movimientos de derechos humanos, entre ellos Aud¨¢lio Dantas, para recordar la muerte del sintecho ejecutado por polic¨ªas militares. Aud¨¢lio fue el puente vivo entre dos momentos hist¨®ricos: la misa por la muerte del periodista Vladimir Herzog, ejecutado por la dictadura empresarial y militar (1964-1985) de Brasil, y la misa por la muerte de Ricardo Pinheiro, ejecutado por la Polic¨ªa Militar de S?o Paulo. La de Ricardo Pinheiro la celebr¨® el padre J¨²lio Lancelotti; la de Vladimir Herzog, monse?or Paulo Evaristo Arns, el rabino Henry Sobel y el pastor presbiteriano Jaime Wright. Aud¨¢lio un¨ªa los dos momentos, se?alando que Brasil ya empezaba a vivir otro per¨ªodo de excepci¨®n.
Con 85 a?os, Aud¨¢lio pronunci¨® el discurso m¨¢s fuerte ¡ªy m¨¢s l¨²cido¡ª del evento: ¡°En aquel momento, la misa ten¨ªa dos significados: el primero era el de venerar la memoria del periodista asesinado por la dictadura militar; pero tambi¨¦n ten¨ªa el sentido de despertar la conciencia nacional contra la violencia de la dictadura militar que encarcelaba, torturaba y asesinaba. En aquel momento, protestaban principalmente aquellos cuyos familiares, amigos y hermanos eran v¨ªctimas de la dictadura militar. En aquel momento, la dictadura militar comenz¨® a caer gracias a la participaci¨®n de la sociedad unida contra la violencia de la dictadura. (...) Logramos superar ese momento gracias a la unidad del pueblo, fue un movimiento de abajo hacia arriba. Superamos aquel momento, pero no superamos la indiferencia de la mayor¨ªa de la sociedad cuando la violencia se dirigi¨® a los pobres, a los negros, a los miserables de las periferias de las grandes ciudades. Siempre he dicho que esto tiene que ocurrir y creo que est¨¢ ocurriendo ahora mismo con los residentes de Pinheiros, un t¨ªpico barrio de clase media, lo que significa que estamos recuperando la conciencia de que es necesario luchar contra la violencia¡±.
En aquella ocasi¨®n, escrib¨ª en este espacio que el puente entre los dos momentos hist¨®ricos era tambi¨¦n un gesto de reparaci¨®n. Vladimir Herzog era un hombre blanco de clase media. Una parte importante de los que lucharon contra las torturas, los encarcelamientos y los asesinatos de la dictadura, al finalizar el r¨¦gimen olvidaron que las torturas y las ejecuciones continuaron siendo, en democracia, una pr¨¢ctica de las fuerzas de seguridad del Estado contra los m¨¢s pobres y, principalmente, los negros. Y la pol¨ªtica de encarcelamiento se acentu¨®. Haberle dado en ese momento a la muerte de Ricardo Nascimento el mismo tratamiento que se le dio a la muerte de Vladimir Herzog era un reconocimiento, por peque?o y enormemente tard¨ªo, de que la tortura y la ejecuci¨®n son inadmisibles para todos, no solo para la clase media y blanca.
Este era el Aud¨¢lio que yo admiraba y del que reconoc¨ªa la importancia antes de conocerlo. Despu¨¦s de conocerlo, aprend¨ª a admirarle todav¨ªa m¨¢s por su generosidad con todos los dem¨¢s, lo que significaba que siempre se implicaba en muchas actividades no remuneradas. Aud¨¢lio siempre vivi¨® mucho m¨¢s para la comunidad que para su familia. Tambi¨¦n sent¨ªa una admiraci¨®n enorme por su capacidad para sentarse en un bar a altas horas de la noche, con m¨¢s de 80 a?os, y comerse dos filetes con huevos fritos encima, jud¨ªas pintas y arroz, sin que le sentara mal al d¨ªa siguiente, todo ello mientras contaba deliciosas historias con personajes reales. Yo sol¨ªa llamarle en broma ¡°Monu¡±, una abreviaci¨®n de ¡°Monumento¡±, y ¨¦l rechazaba el homenaje diciendo que los monumentos serv¨ªan de retrete a las palomas. Como casi todo lo que hac¨ªa no era remunerado, y como las redacciones de prensa son crueles con sus periodistas m¨¢s notables cuando envejecen, las dificultades econ¨®micas de Aud¨¢lio, extendidas a su familia, eran tan indignas de todo lo que represent¨® y representa para el pa¨ªs como conocidas de sus amigos. Una y otra vez fue necesario salvar a Aud¨¢lio de desahucios varios. Ninguna verg¨¹enza para ¨¦l, toda la verg¨¹enza para la prensa brasile?a y para Brasil.
En 2011, organic¨¦ y comisari¨¦ un homenaje a Aud¨¢lio Dantas, con dos d¨ªas de debates sobre periodismo en el auditorio del Ita¨² Cultural, en S?o Paulo. Hasta entonces, nunca le hab¨ªa hablado de Carolina Maria de Jesus. Al hablarle, sent¨ª que hab¨ªa un malestar. Aud¨¢lio odiaba que dijeran que hab¨ªa ¡°descubierto¡± a Carolina. Si alguna vez utiliz¨® esa palabra, fue mucho antes de que yo lo conociera, porque en la conversaci¨®n que mantuvimos me dej¨® claro que no era as¨ª como ve¨ªa el episodio. Lo que contaba, cuando le obligaban, nunca de forma espont¨¢nea, era que hab¨ªa ido a la favela de Canind¨¦ a hacer un reportaje y escuch¨® a una mujer negra amenazando a unos ¡°grandullones¡± que se hab¨ªan apoderado de una especie de parque infantil muy raqu¨ªtico, impidiendo que los ni?os jugaran. La amenaza era sorprendente: ¡°?Voy a poner vuestro nombre en mi libro!¡±. Es mucho menos probable que Aud¨¢lio ¡°descubriera¡± a Carolina que que Aud¨¢lio ¡°fuera descubierto¡± por Carolina. Como sol¨ªa decir, fue Carolina quien lo encontr¨®.
En su libro Tempo de reportagem (2012), una recopilaci¨®n de sus mejores art¨ªculos period¨ªsticos, acompa?ados de sus historias entre bastidores, Aud¨¢lio escribe: ¡°Carolina acababa de dar una demostraci¨®n de fuerza y, a la vez, me hab¨ªa enviado un mensaje. (...) Llevaba a?os recorriendo las redacciones anunci¨¢ndose como ¡°poeta¡±, pero ning¨²n periodista la cre¨ªa. Que hubiera uno all¨ª en la favela ven¨ªa que ni pintado, parec¨ªa ca¨ªdo del cielo¡±. Carolina ya hab¨ªa sido protagonista de un art¨ªculo, en los a?os 40, y tambi¨¦n hab¨ªa conseguido que se publicaran algunos de sus poemas en a?os posteriores, pero sin causar mayor impresi¨®n.
Lo que Aud¨¢lio descubri¨® cuando Carolina le mostr¨® sus cuadernos fue que no ten¨ªa sentido que escribiera un reportaje sobre la favela de Canind¨¦ si ella ya hab¨ªa escrito un diario con mucha m¨¢s propiedad. As¨ª, public¨® extractos de su diario en Folha da Noite, en 1958, y luego en la revista Cruzeiro, donde se fue a trabajar al a?o siguiente. Dedic¨® un a?o a publicar el primer libro de Carolina. Al final del primer reportaje, por cierto, hab¨ªa un aviso de que los periodistas de Folha da Noite har¨ªan una peque?a colecta para publicar los diarios de Carolina en forma de libro, as¨ª como algunos cuentos e historietas. No fue necesario tras el ¨¦xito del reportaje. Cuarto de desechos, la primera obra publicada, en 1960, fue un acontecimiento m¨¢s all¨¢ de Brasil, y cambiar¨ªa la literatura ¡ªy la vida¡ª brasile?a para siempre. Recuerdo tambi¨¦n que, cuando hablamos de su trayectoria en el periodismo, Aud¨¢lio dijo, en broma pero en serio, que su mejor reportaje era el que no hab¨ªa escrito ¨¦l, sino el que escribi¨® Carolina Maria de Jesus. Reconocerlo y afirmarlo p¨²blicamente es algo grande ¡ªy duro¡ª para un periodista.
Aud¨¢lio solo contaba su historia con Carolina si alguien se lo ped¨ªa. Y claramente no le gustaba contarla, lo que me hizo pensar que hab¨ªa algo dif¨ªcil en su relaci¨®n. Pero eso nunca fue el centro de la m¨ªa con Aud¨¢lio, que estaba mucho m¨¢s vinculada a cuestiones de dictaduras, la de antes y la que se acercaba. Nunca sent¨ª que tuviera la intimidad suficiente como para preguntarle por su visible malestar al hablar de Carolina. Sin embargo, s¨¦ que, hasta el final de su vida, e incluso cuando estaba muy enfermo, Aud¨¢lio nunca eludi¨® la responsabilidad de contar su encuentro con Carolina a acad¨¦micos, bi¨®grafos, periodistas, estudiantes y a quienquiera que lo buscara. Aud¨¢lio sab¨ªa que ten¨ªa ese deber, que iba m¨¢s all¨¢ de su malestar personal, por todo lo que Carolina representa no solo para la literatura, que ya es enorme, sino para Brasil, este pa¨ªs fundado sobre cuerpos humanos, primero de los pueblos originarios, luego de los africanos esclavizados. De hecho, Aud¨¢lio, nacido en la min¨²scula ciudad de Tanque d¡¯Arca, en el nordeste de Brasil, que emigr¨® a S?o Paulo y estudi¨® a la vez que trabajaba en una panader¨ªa que tambi¨¦n le serv¨ªa de cama cuando ten¨ªa 14 a?os, solo est¨¢ considerado blanco en un pa¨ªs como Brasil. Pero, s¨ª, en Brasil es blanco.
Cuento todo esto para que quede claro desde d¨®nde hablo, cu¨¢l fue mi relaci¨®n con Aud¨¢lio Dantas y qu¨¦ represent¨® ¡ªy representa¡ª la obra de Carolina Maria de Jesus para m¨ª personalmente y para Brasil y el mundo, desde mi punto de vista no especializado. Y lo digo porque en este momento hay dos gestos en marcha: por un lado, el de borrar la importancia de Aud¨¢lio Dantas en la trayectoria de Carolina Maria de Jesus como escritora y, por otro, la reducci¨®n de Aud¨¢lio a un blanco, macho, opresor y explotador, que habr¨ªa oprimido a Carolina, se habr¨ªa esforzado por ser m¨¢s importante que ella y habr¨ªa impedido que el p¨²blico la conociera m¨¢s all¨¢ de la narraci¨®n de los diarios. Erigirse en el ¡°descubridor¡± de Carolina ser¨ªa un ejemplo contundente de esta actitud de ¡°se?orito¡±.
Primero. En Brasil, as¨ª como en otros pa¨ªses marcados por la esclavitud de los negros, todos los blancos ¡ªcategor¨ªa en la que me incluyo porque nac¨ª blanca y, por lo tanto, tengo todos los privilegios de blanca en un pa¨ªs que es estructuralmente racista¡ª son opresores. Son opresores aunque no lo sean personalmente, porque esta es una de las marcas del racismo estructural. Los blancos ya nacen con m¨¢s probabilidades de sobrevivir al parto que un beb¨¦ negro y esto es solo el principio de una larga trayectoria en la que las ventajas de la desigualdad racial ya est¨¢n dadas. Aunque individualmente no hayan provocado el racismo estructural, y aunque pongan la lucha contra el racismo estructural en el centro de su vida, todos los blancos, incluso los m¨¢s pobres, disfrutan en cierta medida de los privilegios de ser blanco en una sociedad racialmente desigual como la brasile?a. As¨ª, la ¨²nica actitud ¨¦tica es asumir no la culpa, que no tendr¨ªa sentido y a menudo sirve de antesala de la absoluci¨®n, sino la responsabilidad colectiva de acabar con el racismo estructural. Y eso es solo lo m¨ªnimo que hay que hacer para poder mirarse uno mismo al espejo sin verse obligado a bajar la cabeza.
Por eso fue un periodista blanco ¡ªy no una periodista negra¡ª quien encontr¨® a Carolina en la favela de Canind¨¦. Me parece que sin el contexto hist¨®rico y las circunstancias no se puede analizar ninguna relaci¨®n, porque las personas no son ajenas a las condiciones de la sociedad en la que viven. Por eso, vale la pena prestar atenci¨®n a las conclusiones del primer (lo cual ya dice mucho) Perfil racial y de g¨¦nero de la prensa brasile?a, publicado este mes de noviembre por el portal especializado Jornalistas&Cia. El estudio muestra que el 78% de los periodistas brasile?os se identifican como blancos y el 63% como hombres. Solo el 20% se considera negro (ya sea de piel oscura o mestizo, de piel m¨¢s clara). La prensa brasile?a, por tanto, en 2021, es m¨¢s blanca y masculina que la poblaci¨®n general, en la que el 56% se identifica como negra y el 52% como mujer. Este es el retrato racial y de g¨¦nero de las redacciones brasile?as, vale la pena repetirlo, en 2021. Es f¨¢cil imaginar cu¨¢l era la situaci¨®n en los a?os 50, cuando Carolina y Aud¨¢lio se encontraron. No hace falta ni siquiera imaginarlo, porque hay documentaci¨®n al respecto.
Entre las principales ¡°acusaciones¡± contra Aud¨¢lio est¨¢ el hecho de que tratara a Carolina como una escritora ¡°de la favela¡±, como si el hecho de serlo fuera lo que le diera valor, lo que habr¨ªa limitado la comprensi¨®n de su inmenso talento literario; el hecho de que editara los diarios de Carolina, suprimiendo partes que hoy se consideran esenciales; el hecho de que le insistiera a Carolina que deb¨ªa seguir escribiendo y publicando diarios, cuando el deseo de Carolina era publicar otro tipo de escritos. Hay otras acusaciones, pero estas me parecen las m¨¢s recurrentes.
Si estas son acusaciones pertinentes, Aud¨¢lio es culpable de todas ellas. Culpable, culpable y culpable. Realmente hizo todo eso. Pero es demasiado f¨¢cil mirar desde la actualidad una relaci¨®n establecida entre dos personas a finales de los 50 y principios de los 60. ?Aud¨¢lio podr¨ªa haberlo hecho de otra forma? Esta pregunta es esencial para cualquier debate honesto sobre el tema. Y dudo que Aud¨¢lio pudiera haberlo hecho de otra manera. Aqu¨ª, mi cr¨ªtica no especializada adquiere la experiencia de m¨¢s de tres d¨¦cadas como periodista en Brasil: m¨¢s de dos d¨¦cadas dentro de las redacciones y una tercera lidiando con ellas desde la distancia.
Incluso hoy, afirmo que muchos periodistas solo escribir¨ªan sobre Carolina, en lugar de defender ante sus jefes que ella hab¨ªa escrito el mejor texto sobre la vida cotidiana en la favela de Canind¨¦ y que, por lo tanto, era su texto el que tendr¨ªa sentido publicar, y no el texto del reportero con algunas citas de Carolina, como se suele hacer en diferentes casos. La actitud de Aud¨¢lio, por muy digna y period¨ªsticamente competente que sea, no era habitual, y sigue no si¨¦ndolo.
Tratarla como ¡°mujer de la favela¡±, algo que puede y debe ser cuestionado hoy, en ese momento era sin duda lo que la diferenciaba, lo que har¨ªa que los lectores leyeran el texto de una mujer negra de la que nunca hab¨ªan o¨ªdo hablar en un pa¨ªs donde el principal escritor, Machado de Assis, era objeto de tesis que omit¨ªan el hecho de que era negro. ?Cu¨¢ntas personas leer¨ªan el reportaje si se titulara ¡°El drama de la favela escrito por Carolina Maria de Jesus¡±, una no ilustre (para los est¨¢ndares de la ¨¦poca) desconocida, en lugar de ¡°El drama de la favela escrito por una mujer de la favela¡±, t¨ªtulo con el que se public¨®?
Hacer predicciones sobre el pasado es a¨²n m¨¢s complicado que hacerlas sobre el futuro, porque del pasado hay hechos y hay pruebas. Si alguien piensa que otro tratamiento ser¨ªa una opci¨®n que har¨ªa que Carolina fuese le¨ªda y el reportaje aprobado por el redactor jefe en 1958, debe presentar un argumento consistente. En la prensa que he conocido y conozco, nunca. Incluso en la primera d¨¦cada de este siglo, reporteros como yo tuvimos que luchar para incluir a entrevistados negros en las p¨¢ginas de las revistas. A no ser, por supuesto, que fuera en historias de cr¨ªmenes, narraciones de hambrunas (en ?frica) o historias sobre prostituci¨®n o sobre ¡°mulatas¡± en el carnaval. Hagan el ejercicio de contar las portadas y las p¨¢ginas interiores de Veja, ?poca e Isto¨¦, las principales revistas semanales de informaci¨®n del a?o 2000, a ver cu¨¢ntos negros hab¨ªa. Comprueben tambi¨¦n d¨®nde estaban los negros en los principales peri¨®dicos.
El cambio de enfoque que se est¨¢ produciendo es reciente, provocado desde el exterior hacia el interior de las redacciones, por la presi¨®n de los movimientos negros, de los movimientos de las mujeres negras y de personas transexuales, y todav¨ªa est¨¢ lleno de deslices m¨¢s que feos, como vemos constantemente. Este cambio de enfoque, a su vez, es el resultado de la pol¨ªtica de cuotas raciales, del estatuto de igualdad racial, de esta nueva generaci¨®n de negros que lleg¨® a las universidades por primera vez en la trayectoria de sus familias, del creciente protagonismo del feminismo negro y tambi¨¦n de la propuesta de enmienda constitucional para regular el trabajo de las empleadas del hogar que se populariz¨® como ¡°PEC de las dom¨¦sticas¡±. Todos fueron fen¨®menos, pol¨ªticas y cambios en la legislaci¨®n de las dos ¨²ltimas d¨¦cadas que provocaron una fuerte reacci¨®n contraria de las ¨¦lites. Estas pol¨ªticas p¨²blicas, a su vez, fueron resultado en gran medida de la lucha de los movimientos negros, en un ciclo constante de presiones, avances y retrocesos, como el que actualmente enfrentamos en Brasil. As¨ª es como se mueve el mundo, generalmente con una lentitud insoportable para hacer justicia, con una aceleraci¨®n brutal para perpetuar las injusticias.
Hoy en d¨ªa, un diario de Carolina Maria de Jesus encontrar¨ªa los libros de varias escritoras negras, reconocidas solo desde hace poco, pero cuya obra deber¨ªa haber llegado a las librer¨ªas, a los festivales de literatura y a la notoriedad d¨¦cadas antes si el criterio hubiera sido la calidad literaria, y no la raza y el g¨¦nero. Hoy, por un lado, habr¨ªa sido m¨¢s f¨¢cil para Carolina, porque hay varios ejemplos de escritoras negras recientemente consagradas, y, a la vez, habr¨ªa sido m¨¢s dif¨ªcil, porque ella habr¨ªa sido una m¨¢s. Genial, pero una m¨¢s. Sin embargo, a finales de los 50 no. En 1958, Aud¨¢lio tuvo que contar con el entusiasmo de sus colegas y la ins¨®lita suerte de tener como jefe a un gran periodista, Hideo Onaga. Presionar para que se publicaran extractos de los diarios de Carolina Maria de Jesus en el peri¨®dico no era m¨¢s que la obligaci¨®n de cualquier buen periodista, en mi opini¨®n. Pero rara vez funcionaba ¡ªy funciona¡ª as¨ª.
Hoy, cuando Carolina Maria de Jesus se ha convertido en un icono, es muy f¨¢cil decir que los diarios deber¨ªan haberse publicado en su totalidad. Me gustar¨ªa ver si estas mismas personas que acusan a Aud¨¢lio con tanta facilidad conseguir¨ªan hacerlo hace d¨¦cadas, cuando nadie conoc¨ªa a Carolina. Hoy, cuando Carolina se ha convertido en una referencia, celebrada y analizada en tesis acad¨¦micas y en exposiciones en importantes instituciones, con su obra publicada por una editorial de renombre, es muy f¨¢cil decir que Carolina deber¨ªa haber podido publicar el g¨¦nero literario que hubiese querido. En aquella ¨¦poca, me pregunto qu¨¦ editoriales publicar¨ªan los libros de una mujer negra de la favela de Canind¨¦ si no fuera para contar su vida cotidiana.
Afirmo, con convicci¨®n basada en los hechos, que Aud¨¢lio Dantas hizo lo mejor que pudo en el contexto de la ¨¦poca y las circunstancias con las que lidi¨®. Si se equivoc¨®, lo hizo tratando de hacerlo lo mejor posible, y esto debe tenerse en cuenta. Con todo lo que se ha revelado hasta ahora, creo que Aud¨¢lio acert¨® mucho m¨¢s de lo que se equivoc¨®. Tom Farias, bi¨®grafo de Carolina, declar¨® al peri¨®dico Folha de S. Paulo: ¡°Carolina no habr¨ªa tenido la menor oportunidad como escritora si ¨¦l [Aud¨¢lio] no hubiera aparecido. No veo ning¨²n sentido en los intentos de demonizarlo ahora y creo que es muy injusto para ¨¦l¡±.
Creo que cada uno de nosotros ha encontrado personas que han sido clave en su vida, que han representado puntos de inflexi¨®n. Eso si hemos tenido suerte. Si las relaciones fueran m¨¢s justas y el acceso estuviera garantizado para todos, tal vez no necesitar¨ªamos el apoyo de estas personas, pero todo lo que tenemos para crear una vida, aparte del deseo, son el contexto y las circunstancias. E inmersos en ellos luchamos por hacer que sean m¨¢s justos para las generaciones futuras. Ser¨ªa estupendo que todo hubiera sido diferente y que Carolina no hubiera necesitado el apoyo de un periodista blanco. Pero lo necesit¨®. No porque le faltara talento, sino porque Brasil era y todav¨ªa es un pa¨ªs brutalmente racista, y tambi¨¦n mis¨®gino. Y no por culpa de Aud¨¢lio Dantas. Creo que, al apoyar a Carolina, Aud¨¢lio pretend¨ªa aportar su grano de arena en la b¨²squeda de la justicia y en la lucha contra el racismo estructural, aunque su generaci¨®n viera la desigualdad m¨¢s a trav¨¦s del prisma de la lucha de clases que del de la raza.
La brutalidad del contexto y de las circunstancias se hizo expl¨ªcita en las ¡°bromas¡± que Aud¨¢lio escuch¨® de sus colegas durante muchos a?os: ¡°?Chico, te tomaste muchas molestias para inventarte el libro de la negra!¡±. En los a?os noventa, bastante despu¨¦s de la muerte de Carolina, todav¨ªa lo acosaba un cr¨ªtico literario de razonable reputaci¨®n que intentaba demostrar que todo era un fraude de Aud¨¢lio, el verdadero autor de los diarios. Para este cr¨ªtico, una ¡°mujer de la favela¡± no pod¨ªa utilizar los t¨¦rminos que usaba Carolina, como ¡°astro rey¡± en lugar de ¡°sol¡±. Unas d¨¦cadas m¨¢s tarde y habiendo muerto Aud¨¢lio, hoy los ataques se han invertido: Aud¨¢lio ser¨ªa el opresor de Carolina, el saboteador de sus textos al atreverse a editarlos y el que se aprovech¨® de su fama, de la que habr¨ªa sido el principal beneficiario. Todo muy revelador del momento, el contexto y las circunstancias. Ser¨ªa fascinante por lo que expresa sobre la sociedad brasile?a, si no destrozase a gente.
El reconocimiento de la importancia de la obra de Carolina no debe borrar el reconocimiento del papel de Aud¨¢lio, porque ser¨ªa borrar todo el contexto y las circunstancias de ambos. Y tambi¨¦n, simplemente, porque no es justo. Carolina se hizo grande por su talento, y se convirti¨® en una referencia porque durante mucho tiempo fue la ¨²nica escritora negra, de la favela, que destac¨® en Brasil y en el mundo sin que la cr¨ªtica especializada la ¡°blanqueara¡±. Y si Carolina lo consigui¨®, fue tambi¨¦n porque Aud¨¢lio luch¨® por ella y con ella.
Por supuesto, una vez consumado el ¨¦xito de los diarios (y solo despu¨¦s), Aud¨¢lio se convirti¨® en un periodista a¨²n m¨¢s conocido y reconocido, por lo que le ofrecieron un trabajo en la revista Cruzeiro, la m¨¢s importante de la ¨¦poca y uno de los hitos en la historia de la prensa brasile?a, donde public¨® un nuevo reportaje con extractos de los diarios de Carolina. ?Y qu¨¦ problema hay? Es cierto que desempe?¨® su funci¨®n de periodista con competencia y merece un reconocimiento por ello. Si hubiera salido mal por cualquier motivo, Aud¨¢lio habr¨ªa sido crucificado por los mismos que lo adularon, que no quepa duda. Del mismo modo que algunos de los que lo trataban ¡ªen contra de su voluntad¡ª como ¡°el descubridor de Carolina Maria de Jesus¡±, hoy lo crucifican p¨²blicamente.
A pesar del reconocimiento que le dio el ¨¦xito de Carolina (reconocimiento sin dinero la mayor¨ªa de las veces, cabe se?alar), sospecho que Aud¨¢lio habr¨ªa preferido que fuera otro el periodista que estaba en la favela de Canind¨¦. Es solo una percepci¨®n de sus expresiones y r¨¢pidos cambios de tema cuando le preguntaba por Carolina. Puede que est¨¦ totalmente equivocada, pero creo que es importante dejar constancia de lo que percib¨ª en mis contactos personales con ¨¦l cuando preparaba el acto en su honor. Me parece que hasta el final Aud¨¢lio intent¨® centrarse mucho m¨¢s en su papel en la resistencia a la dictadura empresarial y militar, donde fue protagonista de primera l¨ªnea, que en el ¡°descubrimiento de la escritora negra m¨¢s importante de Brasil¡±. Nunca escribi¨®, por ejemplo, un libro sobre esta relaci¨®n y estos acontecimientos entre bastidores, como habr¨ªan hecho muchos en su lugar.
La relaci¨®n entre Carolina y Aud¨¢lio fue (muy) dif¨ªcil en varios momentos. Y dej¨® marcas dolorosas en Aud¨¢lio, aunque en general guard¨® silencio al respecto. En las cartas, es posible encontrar tanto acusaciones violent¨ªsimas de Carolina contra Aud¨¢lio, como se esfuerzan en encontrar los que quieren transformar a Aud¨¢lio en un villano, como fabulosos halagos de la misma Carolina al mismo Aud¨¢lio. Las personas son muchas al mismo tiempo, como sabemos por experiencia, y tambi¨¦n otras en diferentes tiempos.
La relaci¨®n entre Carolina y Aud¨¢lio deber¨ªa ser objeto de varias tesis y libros, porque desvela las condiciones de toda una ¨¦poca. Tesis y libros de autores capaces de recordar que no se trata de dos personajes, sino de personas que vivieron y se expusieron a la vida. Investigada y escrita con honestidad, la relaci¨®n de estas dos personas nos dir¨ªa mucho sobre Brasil y la complejidad de las interacciones humanas en un pa¨ªs estructuralmente racista. Espero que alg¨²n d¨ªa existan estos libros. Sobre Carolina hay al menos una hermosa biograf¨ªa, de Tom Farias. Sobre Aud¨¢lio, una biograf¨ªa que ya tarda.
Lo que no debe hacerse, lo que es hacer un flaco favor, es borrar una dimensi¨®n importante tanto de la vida de Carolina como de la de Aud¨¢lio, as¨ª como diversos aspectos de la sociedad brasile?a y del selecto club de las letras. Lo que no debe hacerse es reducir a dos personas complejas de la historia reciente de Brasil a los personajes planos de la v¨ªctima y el villano, porque supuestamente conviene. Lo que no debe hacerse es convertir a Aud¨¢lio Dantas en la encarnaci¨®n del racismo estructural, el patriarcado y el machismo de Brasil, y a Carolina en una v¨ªctima que se limit¨® a lamentar esa condici¨®n en diarios y cartas, lo que no hace justicia a la mujer que fue, seg¨²n sus escritos y todos los relatos sobre ella.
Carolina era fuerte. Aud¨¢lio tambi¨¦n. Y ambos libraron diferentes combates en el mundo exterior y tambi¨¦n en el interior. Me atrevo a decir que haber encontrado a Aud¨¢lio en la favela fue importante para Carolina y por eso, inteligente como era, ella lo encontr¨®. Y, por eso, Brasil pudo conocer a una de las escritoras m¨¢s impactantes de su historia, que por todo lo que representaba y por todo lo que escribi¨® inspir¨® movimientos culturales fundamentales que se enfrentaron directamente a la Casa Grande que a¨²n persiste en Brasil.
En la ¨²ltima pol¨¦mica sobre el ¡°villano¡± Aud¨¢lio, parte de los defensores del legado de Carolina acusan a la familia Dantas de apropiarse de tres diarios in¨¦ditos de la escritora, que descubri¨® Juliana en los archivos de su padre cuando buscaba pruebas para defenderlo. Juliana los entreg¨® a su bi¨®grafo Tom Farias para que los analizara y encontrara la mejor manera de hacerlos p¨²blicos. Aud¨¢lio, por desgracia, ya no est¨¢ vivo para explicar por qu¨¦ no don¨® estos documentos a la Biblioteca Nacional, como hizo con todos los dem¨¢s.
Tenemos mucho por lo que luchar en Brasil, que vive uno de los momentos m¨¢s bajos de una historia llena de momentos bajos: el racismo estructural, con la persistente destrucci¨®n de los cuerpos negros e ind¨ªgenas, el peor de la larga serie de cr¨ªmenes. Tenemos mucha gente contra la que luchar, empezando por el actual presidente, Jair Bolsonaro, antes de que mueran m¨¢s brasile?os, la mayor¨ªa de ellos negros. Aud¨¢lio no es ni fue uno de los enemigos de Brasil, de los negros o de Carolina. Al contrario. Su voz l¨²cida y valiente, as¨ª como su dignidad, se echan mucho de menos en el momento brutal en que vivimos. Aud¨¢lio, como Carolina, tambi¨¦n es ra¨ªz. Espero que podamos contener la voluntad de destruir para mantener fuertes estas dos ra¨ªces, cada una de un ¨¢rbol diferente, en este pa¨ªs tan arrancado de todo lo que vive.
Eliane Brum es escritora, reportera y documentalista. Autora de ocho libros, entre ellos Brasil, construtor de ru¨ªnas: um olhar sobre o pa¨ªs, de Lula a Bolsonaro y Banzeiro ¨°k¨°t¨®, uma viagem ¨¤ Amaz?nia Centro do Mundo.
Web: elianebrum.com. E-mail: elianebrum.coluna@gmail.com. Twitter, Instagram y Facebook: @brumelianebrum.
Traducci¨®n de Meritxell Almarza.
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