?Qu¨¦ demonios dec¨ªa el informe Biden?
El documento encargado por el presidente de EE UU sobre el origen del coronavirus revela que la mentira va ganando, que el relato es lo que importa y que hay que demostrar c¨®mo no han pasado las cosas
Me refiero al del origen del SARS-CoV-2. El causante de la covid-19. El bicho de la pandemia. El presidente Biden lo encarg¨® en mayo de 2021, y le dio a sus servicios de inteligencia tres meses para que se lo pusieran en limpio sobre su escritorio. El informe era importante por tres motivos, el menor de los cuales era saber la verdad. Los otros dos, los de peso, creo poderlos resumir as¨ª: por un lado, era el primer informe elaborado por los servicios de inteligencia de Estados Unidos en los que parec¨ªan los servicios de inteligencia de un pa¨ªs cualquiera. Las conclusiones a las que llegaron, que son escasas, dejaban entrever un material de segunda mano, chismorrer¨ªa de esp¨ªas, puras c¨¢balas de agentes secretos hartos de rastrear internet o de fatigar con las mismas preguntas circulares a sus contactos en Macao o Hong-Kong. Era de esperar. Por m¨¢s que se hubieran esforzado, averiguar de d¨®nde ven¨ªa el virus (averiguar si ha sido un pisot¨®n de la madre naturaleza, o se ha escapado de un laboratorio) era una misi¨®n casi imposible, porque mientras no aparezca el animalito en el que mut¨® el virus lo suficiente como para contagiar a seres humanos, la llamada hip¨®tesis del laboratorio, la otra opci¨®n, s¨®lo la pueden confirmar documentos del laboratorio de Wuhan, es decir, cient¨ªficos del laboratorio de Wuhan, es decir, empleados del gobierno chino. Y China ya ha dicho que no va a mover ni un dedo para que el mundo sepa de lo que el mundo enferm¨®, as¨ª que daba igual a qu¨¦ servicio secreto fuera a pedirle Biden ese informe, al suyo, al jamaicano, o al dan¨¦s, porque s¨®lo el servicio secreto chino podr¨ªa tener esa respuesta. Lo primero que mostr¨® ese informe es un signo de los tiempos, un cambio de imperios: China 1- Estados Unidos 0.
Lo segundo que mostr¨® ese informe fallido fue otro signo de los tiempos: seguramente, Biden ten¨ªa claro que no ¨ªbamos a saber algo que China no quisiera que supi¨¦ramos, pero al menos le pod¨ªa pelear el relato de su ignorancia. Estados Unidos pod¨ªa hacerle saber al mundo con sus propias palabras que no sab¨ªa nada. Cuando el virus se desat¨® en enero de 2020 y desemboc¨® en pandemia, el entorno del expresidente Trump dej¨® caer sin pruebas que aquel coronavirus hab¨ªa salido de un laboratorio chino. Este tiro al aire se sum¨® al torrencial r¨ªo de conspiraciones que estaban inundando los blogs, las redes sociales, el insondable ciberespacio donde se libraba una furiosa guerra mundial de informaciones, desinformaciones, antiinformaciones, bulos, trolas, y leyendas. La razonable e hist¨®rica pregunta de si el virus se pod¨ªa haber escapado del laboratorio de bioseguridad de Wuhan (s¨®lo en 2014, hubo tres accidentes parecidos en el mism¨ªsimo Estados Unidos) se mezcl¨® en el lodazal de las paranoias desbocadas, y muchos cient¨ªficos, pol¨ªticos, o ciudadanos de orden, te chistaban furiosamente si pronunciabas las palabras ¡°escape¡± y ¡°Wuhan¡± juntas. Pero la alineaci¨®n de casualidades fue tan intensa que aquel pseudobulo se convirti¨® en una sospecha resistente. Result¨® que en el laboratorio de Wuhan se experimentaba con coronavirus. Result¨® que en 2018 la embajada norteamericana hab¨ªa mandado a la Casa Blanca varios cables alertando de las carencias de seguridad del laboratorio, de la peligrosidad de esos experimentos, del modo como aquellos coronavirus pod¨ªan infectar directamente a humanos. Result¨® que nuestro coronavirus nos infect¨® exactamente as¨ª dos a?os despu¨¦s. Fueron tantos los prodigios del azar que Estados Unidos, Australia, Reino Unido, Canad¨¢, Israel, el director general de la OMS, y un buen pu?ado de cient¨ªficos de primera categor¨ªa, se lo terminaron pensando tres veces, y durante la primavera de 2021 exigieron por escrito una investigaci¨®n seria sobre el asunto. La que Biden pidi¨® en mayo fue el ¨²ltimo de esos esfuerzos por saber la verdad imagin¨¢ndola. Sus servicios secretos s¨®lo pod¨ªan contar un cuento, un conjuro de palabras que invocaran una realidad posible, porque la realidad real hab¨ªa quedado sepultada bajo la lava candente de las mentiras oficiales, extraoficiales, involuntarias, o vocacionales que gobernantes, presidentes, asesores, cantantes, camareros, y alg¨²n que otro bi¨®logo, soltaron en aquellos d¨ªas de fin del mundo, encierros masivos, ciudades fantasma, y ruina pulmonar. Cuando la vida parece un simulacro, las fake news se vuelven una opci¨®n.
S¨ª, es cierto. Soy uno de esos cursis anticuados que creen todav¨ªa en la gravedad. Y en que hubiera sido ¨²til saber de d¨®nde viene este virus, por aquello de prevenir futuros cataclismos y aprender algo del pasado, etc¨¦tera. Pero no soy tan cursi como para no darme cuenta de que el informe Biden dice mucho con lo poco que dice. Dice que la mentira va ganando en un mundo especializado en la falsificaci¨®n, en la simulaci¨®n de sabores enlatados, de tacto sint¨¦tico, de sexo remoto, y de Historia a la carta. Dice que el relato es lo que importa, el orden de las palabras, y no el l¨ªo de la vida. Y dice que por descabellado que pueda ser un virus improvisado en un laboratorio, ya no hay que demostrar c¨®mo ocurren las cosas, sino c¨®mo no han pasado aunque se nos hayan ocurrido. Lo que me d¨¦ la gana 1-realidad 0.
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