La mujeres de Urania Cottage
La correspondencia que Dickens sostuvo con ?ngela Burdett-Coutts permiti¨® a la historiadora brit¨¢nica Jenny Hartley apropiarse de la g¨¦nesis del experimento que hizo del escritor un empe?oso rehabilitador de prostitutas londinenses
Charles Dickens vio siempre muy claro las causas sociales del trabajo infantil y la prostituci¨®n; ni siquiera Marx, implacable perdonavidas, pudo mezquinar m¨¦rito a las campa?as de reforma legislativa del autor de La Peque?a Dorrit.
Sin embargo, en el plano individual y m¨¢s ac¨¢ de las leyes, las salidas que el novelista pudo concebir para una mujer prostituida en la Inglaterra de sus d¨ªas eran solamente dos: la emigraci¨®n ¨Da la remota Australia, por ejemplo, o el Canad¨¢¨D o el matrimonio. Deseablemente, seg¨²n ¨¦l, ambas soluciones a la vez.
La profusa y dilatada correspondencia que Dickens sostuvo en el curso de su vida con ?ngela Burdett-Coutts, acaudalada y filantr¨®pica dama soltera y ferviente admiradora del novelista, permiti¨® a la historiadora brit¨¢nica Jenny Hartley, de la Universidad de Roehampton, apropiarse brillantemente de la g¨¦nesis y proceso del experimento que hizo de Charles Dickens, durante quince a?os, un empe?oso rehabilitador de prostitutas londinenses.
En su libro Charles Dickens y la casa de las mujeres ca¨ªdas (Charles Dickens and the house of fallen women, Methuen, Londres, 2008) leemos que, tras acoger con entusiasmo la propuesta de Dickens, Burdett-Coutts se constituy¨® en financista mayor e insisti¨® en que el respetado e influyente escritor se pusiese al frente de la iniciativa. Eligieron como sede de la instituci¨®n una propiedad semicampestre llamada Urania Cottage. Dickens cambi¨® el cottage por college, d¨¢ndole as¨ª al estricto reformatorio victoriano un pudibundo nombre escolar.
El protocolo de ingreso exig¨ªa que la aspirante hiciese en privado al novelista un minucioso relato de su desgracia. Esta confidencia deb¨ªa hacerse una sola vez y, de all¨ª en adelante, la mujer se obligaba a guardar absoluto silencio para siempre sobre su pasado. Nadie m¨¢s, ni el personal del instituto, ni sus compa?eras de instituto, deb¨ªa conocer las circunstancias de su ca¨ªda. El silencio deb¨ªa extenderse hasta sus vidas futuras.
Cumplido este requisito, la mujer ingresaba a lo que Dickens llam¨® una ¡°domesticidad alternativa¡±: una rutina de laboriosidad, de oficios y destrezas hogare?as que la preparaba para el matrimonio. Dickens llevaba celoso registro de las entrevistas, as¨ª como de los progresos y fracasos de las pupilas en un volumen que caracter¨ªsticamente llam¨® Libro de casos y que nadie sino el escritor pudo leer alguna vez.
A pesar de esa reserva, la correspondencia entre Dickens y Burdett-Coutts deja saber de Rehna Pollard, quien puedo ser el modelo para la voluntariosa Tattycoram, inolvidable personaje de Little Dorritt. La Pollard, antigua presidiaria, pendenciera y terca, fue objeto de un ultim¨¢tum por parte de Dickens: si persist¨ªa en no avenirse a las reglas de la casa, ser¨ªa expulsada sin contemplaciones.
La amenaza surti¨® efecto, al parecer, pues todav¨ªa al final de su vida Dickens guardaba de la revoltosa Rehna muy buenos recuerdos. Rehna Pollard fue la ¨²nica inquilina de Urania que, en lugar de emigrar a Australia, viaj¨® al Canad¨¢, donde comenz¨® la nueva vida con que sol¨ªan finalizar las novelas de su guardi¨¢n y mentor. All¨ª se cas¨® con un le?ador llamador Oris Cole Jr. y tuvo ocho hijos.
Alrededor de 100 mujeres pasaron por Urania durante los tres lustros que sirvi¨® de ¡°refugio societario¡±, como lo llamaba Dickens. En un informe enviado a Burdett-Coutts en 1853, Dickens detalla que 26 de las primeras 54 pupilas emigraron a Australia y lograron rehacer con ¨¦xito sus vidas. Catorce decidieron abandonar Urania y echarse de nuevo a la calle. Otras diez debieron ser expulsadas.
La lectura del libro de Jenny Hartley me sugiere una pieza teatral que comenzase por la entrevista a la depauperada prostituta en busca de una segunda oportunidad y discurriese como una negra parodia del Pygmali¨®n de Bernard Shaw. La chica bien podr¨ªa llamarse Emma Spencer, tal como una de las pupilas mencionadas en la correspondencia con Burdett-Coutts.
Emma ten¨ªa quince a?os cuando solicit¨® ingreso en Urania College. Antes de prostituirse, vivi¨® una verdadera ordal¨ªa como obrera infantil en la mism¨ªsima f¨¢brica de bet¨²n en la que, todav¨ªa ni?o, Dickens hab¨ªa trabajado de sol a sol para mantener a su padre, recluso en una c¨¢rcel para deudores. Esta coincidencia hizo profundo efecto en Dickens y movi¨® una especial simpat¨ªa por Emma.
Nada m¨¢s, me temo, sabremos nunca de Emma Spencer pues el libro de casos de las mujeres ca¨ªdas de Charles Dickens fue destruido por el novelista luego de que causas mayores, entre otras el d¨¦ficit en el financiamiento, forzaron el cierre definitivo del establecimiento en 1862.
El ceremonial de ingreso exig¨ªa que la aspirante hiciese al novelista un minucioso relato de su desgracia. Esta confidencia deb¨ªa hacerse una sola vez y, de all¨ª en adelante, la mujer se obligaba a guardar absoluto silencio para siempre sobre su pasado. Nadie m¨¢s, ni el personal del instituto, ni sus compa?eras de instituto, deb¨ªa conocer las circunstancias de su ¡°ca¨ªda¡±. El silencio deb¨ªa extenderse hasta sus vidas futuras.
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