Pu?ales contra la democracia
Los manuales de ciencia pol¨ªtica explican que hay dos causas para la inestabilidad de los gobiernos en las democracias: la deslealtad de la oposici¨®n y la incorporaci¨®n al poder de partidos antisistema
Apenas dos d¨ªas despu¨¦s de que el expresidente de Estados Unidos Jimmy Carter avisara de que el pa¨ªs se encontraba al borde del abismo de un conflicto civil, el actual inquilino de la Casa Blanca acus¨® a Donald Trump de poner una daga en el cuello de la democracia americana. El pu?al en cuesti¨®n lo constituyen las acusaciones de fraude electoral en la elecci¨®n de Joe Biden que, un a?o despu¨¦s del asalto al Capitolio, siguen siendo sostenidas por u...
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Apenas dos d¨ªas despu¨¦s de que el expresidente de Estados Unidos Jimmy Carter avisara de que el pa¨ªs se encontraba al borde del abismo de un conflicto civil, el actual inquilino de la Casa Blanca acus¨® a Donald Trump de poner una daga en el cuello de la democracia americana. El pu?al en cuesti¨®n lo constituyen las acusaciones de fraude electoral en la elecci¨®n de Joe Biden que, un a?o despu¨¦s del asalto al Capitolio, siguen siendo sostenidas por una gran mayor¨ªa de representantes y seguidores del Partido Republicano.
Las advertencias sobre la debilidad de los reg¨ªmenes democr¨¢ticos y las amenazas que continuamente enfrentan son un caldo de cultivo habitual de los analistas y pensadores pol¨ªticos. Las democracias son sistemas muy j¨®venes, minoritarios en el conjunto de las naciones, y en permanente construcci¨®n. Basados en el sufragio universal, hace solo poco m¨¢s de cien a?os que las mujeres comenzaron a tener el derecho al voto, y no en todos los pa¨ªses. Este es solo un ejemplo del largo camino que nos queda por recorrer en su consolidaci¨®n, sembrado desde un principio por toda clase de crisis peri¨®dicas.
La que ahora padecemos emana sin duda alguna de las consecuencias de la crisis financiera de 2008, que supuso un empobrecimiento econ¨®mico y un deterioro moral de las clases medias, castigadas por los excesos neoliberales y un capitalismo justamente apodado de salvaje. La globalizaci¨®n, la revoluci¨®n tecnol¨®gica, los movimientos migratorios en un planeta superpoblado y, por ¨²ltimo, la pandemia han contribuido a potenciar el descontento social y la distancia entre gobernantes y gobernados. De modo que, en efecto, las democracias est¨¢n amenazadas, quiz¨¢ como nunca lo han sido desde la victoria aliada contra el nazismo, primero, y la ca¨ªda del tel¨®n de acero medio siglo m¨¢s tarde.
Pero el desaf¨ªo no procede ahora de un enemigo exterior, sino del interior del sistema: la fragmentaci¨®n partidista; la polarizaci¨®n entre bloques; la ausencia de liderazgo; el populismo rampante; el acoso a una justicia independiente; la desinformaci¨®n y la mentira. Esta es una descripci¨®n no solo de los males que aquejan a Estados Unidos sino a muchas otras democracias, incluida la nuestra. Si no se conjura el riesgo, acabar¨¢n por potenciar las soluciones autoritarias, cada vez m¨¢s admiradas e incluso aplaudidas por las nuevas generaciones.
El que las democracias en general est¨¦n amenazadas por el comportamiento de sus propios dirigentes pol¨ªticos no debe servirnos de consuelo al analizar el caso espa?ol. La polarizaci¨®n extrema, la fragmentaci¨®n y el descontrol que se aprecian en nuestros debates parlamentarios no son tanto consecuencia de una insatisfacci¨®n o protesta ciudadana como del comportamiento irresponsable e ineficiente de los partidos centrales. Fundamentales contribuyentes a la creaci¨®n de nuestro actual sistema pol¨ªtico, hoy protagonizan el abandono y hasta el desprecio de sus valores. Podemos sentir, desde luego, el punz¨®n en el cuello del llamado R¨¦gimen del 78; lo forman la deslealtad institucional y la vulneraci¨®n del Estado de derecho por parte del Gobierno de la Generalitat de Catalu?a. Desarticulada la banda terrorista vasca y liquidado en Cortes el plan Ibarretxe para hacer de Euskadi una especie de Estado libre asociado, el secesionismo catal¨¢n es el ¨²nico peligro consistente para la actual estabilidad pol¨ªtica espa?ola y la solidez de nuestra democracia. Dada la capacidad de poder real y los apoyos con que cuenta dentro y fuera del Estado no ser¨ªa justo calificarlo de pu?al, como Biden hizo respecto a la situaci¨®n creada por el comportamiento de Trump. Pero hasta un modesto corta¨²?as puede utilizarse para seccionar la yugular del r¨¦gimen. Para desgracia de todos, si eso sucediera los independentistas no conseguir¨ªan su ensue?o, sino que provocar¨ªan el ascenso del ultranacionalismo espa?ol, el retorno del centralismo y qui¨¦n sabe si el fin de nuestras libertades.
Una de las consecuencias de la polarizaci¨®n pol¨ªtica americana ha sido su translaci¨®n a la sociedad civil hasta extremos hasta ahora inimaginables. Pese a que la integraci¨®n racial fue firmada y rubricada a principios de los a?os sesenta, los prejuicios racistas perduran en amplias zonas del pa¨ªs a la hora de establecer familias mixtas o comunidades de cualquier g¨¦nero. Ahora, en la Am¨¦rica profunda comienzan a generarse tambi¨¦n conflictos para los matrimonios interpartidarios (entre republicanos y dem¨®cratas) e incluso en el caso de reuniones amistosas. Mediante el agitprop de los medios de comunicaci¨®n p¨²blicos o privados, y el adoctrinamiento en las escuelas, el separatismo gobernante en la Plaza de Sant Jaume ha conseguido igualmente trasladar la polarizaci¨®n pol¨ªtica a la convivencia ciudadana. El profesor Juan Linz ya distingui¨® en su d¨ªa entre la democracia pol¨ªtica y la sociedad democr¨¢tica, apuntando las imperfecciones de la primera a la hora de conseguir esta. El secesionismo ha logrado ya que las fuerzas pol¨ªticas y la sociedad catalanas sean menos democr¨¢ticas. A comenzar por el respeto al cumplimiento de las leyes y la independencia del poder judicial.
Felizmente, eso no se ha producido a¨²n en el resto de Espa?a, pese a los esfuerzos inusitados de Pedro S¨¢nchez, Pablo Casado, y sus valedores tertulianos. La polarizaci¨®n pol¨ªtica espa?ola, aunque basada en circunstancias sociales objetivas, es fundamentalmente fruto del comportamiento de los partidos, dispuestos casi a cualquier cosa con tal de conquistar el poder. La democracia no es un r¨¦gimen que elimine los conflictos, antes bien los promueve a la busca y en defensa del inter¨¦s general. Pero su fortaleza reside en la voluntad de llegar a acuerdos mediante el debate y la negociaci¨®n. Ni el PSOE ni el PP parecen dispuestos a que esto suceda. El ¡°no es no¡± de S¨¢nchez ha creado escuela en Casado.
Los manuales de ciencia pol¨ªtica, en la medida en que la pol¨ªtica sea una ciencia, explican que hay dos causas fundamentales para la inestabilidad de los gobiernos en las democracias: la deslealtad de la oposici¨®n y la incorporaci¨®n al poder de partidos antisistema, dispuestos a ocupar el r¨¦gimen para destruirlo desde dentro. No se puede decir que tengamos una oposici¨®n leal cuando sigue pendiente el acuerdo sobre el relevo en el Consejo del Poder Judicial, o cuando se niega abiertamente a votar a favor de una reforma laboral consensuada, que parad¨®jicamente refrenda en gran medida la que el propio Partido Popular propici¨®. Ni es leal el Gobierno a la Constituci¨®n y a su propio compromiso democr¨¢tico cuando insiste en incorporar a su mayor¨ªa parlamentaria partidos abiertamente contrarios a la propia existencia del Estado, y que se jactan de su incumplimiento de las leyes sin que el poder ejecutivo central ampare las decisiones de los tribunales ni los derechos de los ciudadanos.
En esta hora de flaquezas, ambiciones y estupideces, sobresale felizmente el ¨²nico pacto transversal logrado entre las organizaciones sindicales y empresariales. Encarna a la Espa?a real, la de la sociedad civil, la que emerge frente al clientelismo, el pasmo y la hipocres¨ªa de nuestros l¨ªderes. Como en Estados Unidos, la democracia en Espa?a est¨¢ severamente amenazada por quienes tienen o aspiran a ejercer las m¨¢ximas responsabilidades del poder. Algunos acusan ahora a Biden o a Carter de alarmistas en el diagn¨®stico. Tambi¨¦n acusaron a Ortega cuando avis¨® a los espa?oles meses antes del advenimiento de la Rep¨²blica: ¡°?Vuestro Estado no existe! ?Reconstruidlo!¡±. No hemos llegado a¨²n a tan temibles circunstancias. Pero no tardaremos en hacerlo si no se acota el desvar¨ªo secesionista y no se renueva el pacto constitucional, con sus necesarias reformas, entre los partidos centrales.