Ingrid Betancourt y el fantasma de la maquinaria
La acusaci¨®n de voto clientelista que suele ir de las ¨¦lites bogotanas hacia el resto del pa¨ªs es maniquea y esconde un problema mucho m¨¢s complejo que parte de la inequidad y la exclusi¨®n de amplias capas poblacionales del proceso pol¨ªtico institucional
Si algo define a la campa?a de Ingrid Betancourt a la presidencia de Colombia es la pureza: todo su discurso gira en torno a la virtud versus la corrupci¨®n, hasta el punto de que se sali¨® de la consulta en la coalici¨®n de centro por considerar que no estaba lo suficientemente limpia. A la hora de ser preguntada por posibles acuerdos (algo que probablemente necesitar¨¢, a la luz de su escaso potencial de voto, seg¨²n las encuestas actuales), la ¨²nica condici¨®n que parece poner por delante es esa misma limpieza: conmigo los puros, contra m¨ª el resto. Y la manera de evaluar qui¨¦n es v¨¢lido y qui¨¦n no se centra en una sola pregunta, conocida habitual del debate colombiano: ese candidato, ?tiene maquinaria?
A ratos parece que la maquinaria es como el porno: nadie sabe definirla pero todo el mundo la reconoce cuando la ve. Pero es un espejismo, porque en realidad el concepto siempre se ha definido en oposici¨®n a otro: el ¡°voto de opini¨®n¡±. En esta plantilla maniquea, la maquinaria es toda influencia corrompida sobre la decisi¨®n de voto. La opini¨®n, en cambio, representar¨ªa lo libre de cualquier interferencia externa. Esta es la plantilla con la que Betancourt llega a la contienda. Es una propia de ciertas ¨¦lites bogotanas que han construido y construyen sus plataformas en torno al contraste maniqueo de lo bueno contra lo malo (nada m¨¢s evocador que la imagen de pureza que conceptos como ¡°verde¡±, ¡°ox¨ªgeno¡±, ¡°compromiso¡± o ¡°ciudadan¨ªa¡±, todos presentes en las plataformas centristas). Esta dicotom¨ªa es ¨²til para los intereses electorales de quien se presenta desde arriba y desde el centro al resto del pa¨ªs, pero tiende a oscurecer m¨¢s de lo que ilumina la comprensi¨®n de los problemas del mismo: utiliza la idea de maquinaria como un fantasma que agitar para atraer votantes, pero no disipa los factores que lo mantienen vivo.
La manera m¨¢s gr¨¢fica de representar la maquinaria es la compra directa de votos: ofrecer un beneficio material a cambio de la decisi¨®n de voto. Casos como el de la exsenadora Aida Merlano, condenada por una compleja operaci¨®n de compra directa de sufragios, fugada y posteriormente capturada de nuevo, son los que suelen salir a colaci¨®n. As¨ª que este es un punto ¨²til para empezar a deshacer la mara?a de la maquinaria. En los dos ¨²ltimos a?os electorales nacionales (2014 y 2018), alrededor de un 7,8% de la ciudadan¨ªa colombiana adulta declar¨® que alguien le hab¨ªa ofrecido comprar su voto. No es una cifra menor, pero tampoco encaja bien con la imagen de corrupci¨®n desbocada que puede definir elecciones no s¨®lo con m¨¢rgenes estrechos, sino incluso en primeras vueltas, cuando hace falta mover a un cuarto de los votantes del pa¨ªs para colocarte entre los dos primeros puestos. Sirva como ejemplo el error de los que predijeron la victoria del candidato Germ¨¢n Vargas Lleras en 2018: lo hicieron porque sobreestimaron el peso de esta maquinaria directa, as¨ª como su relaci¨®n con la ¡°opini¨®n¡±. La variaci¨®n de este porcentaje de intento de compra admitida por subgrupos poblacionales ilumina las razones por las que fallaron estos pron¨®sticos, que son las mismas por las que es necesario destripar la idea de maquinaria.
Empezando por la parte inferior, como cab¨ªa esperar la prevalencia de la compra es mayor entre las personas con peores condiciones materiales (hogares sin nevera: 11,1%; hogares con dos veh¨ªculos: 3,6%). Sin embargo, los predictores no son tan obvios ni las diferencias tan grandes como uno podr¨ªa esperar: ser beneficiario de transferencias o de ayudas gubernamentales solo aumenta entre 1 y 3 puntos la probabilidad de recibir una oferta de compra de voto. La etnia es un mejor predictor, y la exposici¨®n al crimen, uno a¨²n mejor.
Lo que sugiere este orden de diferencias es que la maquinaria es una oportunidad de participaci¨®n en el proceso pol¨ªtico para segmentos excluidos habitualmente del mismo. Esto puede parecer contradictorio, y en cierta medida lo es: se ofrece una opci¨®n sub¨®ptima y sometida a un beneficio directo que restringe la decisi¨®n aut¨®noma, pero la alternativa probablemente es (o se percibe como) un voto con efecto marginal o nulo. De hecho, como se aprecia en el mismo gr¨¢fico, los que recibieron una oferta de compra de su voto conf¨ªan notablemente menos en las elecciones, por no hablar de los medios de comunicaci¨®n tradicionales, pero al mismo tiempo tambi¨¦n son perfiles que participan m¨¢s a menudo en actividad pol¨ªtica de base como reuniones de partidos, comunitarias o municipales.
Aqu¨ª surge la pregunta de qu¨¦ fue antes: si este descreimiento mezclado con participaci¨®n pragm¨¢tica o la oferta de compra caus¨® esta aproximaci¨®n. La respuesta es que ambos se retroalimentan. Como bien explica el libro ¡®El dulce poder: as¨ª funciona la pol¨ªtica en Colombia¡¯ publicado en 2018 por el portal independiente lasillavacia.com, el entramado clientelista funciona m¨¢s como un mercado o un juego de coordinaci¨®n a varios niveles que como un sistema piramidal de una sola direcci¨®n. En periodos electorales el mercado se abre, y en ¨¦l se entrecruza la compra directa al estilo Aida Merlano con la oferta de beneficios m¨¢s a largo plazo, inespec¨ªficos o indirectos. Tambi¨¦n la disposici¨®n de medios de movilizaci¨®n: taxis, buses o publicidad, que refuerzan la red clientelar. Los que disponen de la capacidad para movilizar a todos ellos son, m¨¢s que las cabezas visibles de las formaciones pol¨ªticas, brokers locales o regionales, intermediaros que toman decisiones pragm¨¢ticas junto a las personas y grupos que conforman su estructura, normalmente liviana y fluida. Las investigaciones del equipo de reporter¨ªa de lasillavacia.com, y especialmente de Laura Ardila, muestran la enorme complejidad de estos procesos.
Esto hace mucho m¨¢s dif¨ªcil separar maquinaria y opini¨®n: tiene sentido que votantes y brokers se muevan hacia candidatos percibidos como m¨¢s viables, y que las ofertas de ¨¦stos (sean espec¨ªficas o inespec¨ªficas) de beneficio material se tengan m¨¢s en cuenta cuando su candidatura es m¨¢s fuerte. En la falta de consideraci¨®n de esta relaci¨®n ¨ªntima entre participaci¨®n pol¨ªtica y beneficios esperados es donde se perdieron los predictores de la victoria vargasllerista en el 2018: como dice la historiadora Isabel Arroyo, no confiaban en las encuestas porque pensaban que ¨¦stas no eran capaces de capturar ¡®la maquinaria¡¯. Pero s¨ª lo fueron: estaba en los candidatos viables.
Esta mayor frecuencia de participaci¨®n de los expuestos a la compra directa de votos, unida a su juventud, dificulta no s¨®lo la separaci¨®n entre ¡°maquinaria¡± y ¡°opini¨®n¡±, sino entre ¡°maquinaria¡± y ¡°base partidista¡±, como indicaba la polit¨®loga y directora de la plataforma independiente Cristina V¨¦lez Vieira. El profesor Francisco Guti¨¦rrez San¨ªn arrojaba luz en la conversaci¨®n al contraponer dos nociones de maquinaria: clientelismo y partido. En un entorno de partidos d¨¦biles y vol¨¢tiles como el colombiano, se vuelve complicado que las estructuras clientelares no reemplacen a las partidistas como mecanismos de entrada al proceso pol¨ªtico y recepci¨®n de los beneficios esperados.
Aqu¨ª, las reglas del juego marcan el formato de la relaci¨®n: el profesor de la Universidad de Extremadura Marcos Criado dec¨ªa que el proceso de descentralizaci¨®n del gasto p¨²blico que se inici¨® con el cambio constitucional de 1991 pero al que se le dio la vuelta para retornarlo a Bogot¨¢ ha hecho que el clientelismo ¡°dependa m¨¢s de la obra que del cargo¡±: el punto de encuentro perfecto entre maquinaria y opini¨®n se da en las elecciones legislativas, que no casualmente se producen siempre unos meses antes de las presidenciales. Eso clarifica las posibles alianzas existentes en el Congreso para quienquiera que pueda quedar como presidente, y empieza a anticipar los pactos t¨¢citos o expl¨ªcitos que se engrasar¨¢n con la ¡°mermelada¡± (el ¡°dulce¡± del t¨ªtulo en el libro de lasillavacia.com): inversi¨®n p¨²blica desde el centro hacia el resto del pa¨ªs que se alinea con los mercados clientelistas y emborrona los l¨ªmites entre lo legal y lo ilegal.
Resulta parad¨®jico por tanto que sean las propias ¨¦lites bogotanas las que arrojan la acusaci¨®n de ¡°maquinaria¡± hacia ¡°las regiones¡± (especialmente los departamentos de la costa Caribe, haciendo coincidir los estereotipos y prejuicios pol¨ªticos con los culturales e incluso los de tinte racista). Est¨¢n se?alando con el dedo de la virtud un problema que, en parte, ellos mismos han ayudado a crear. Para buscar soluciones, lo primero es definir un objetivo de consenso. Quiz¨¢s uno m¨¢s razonable que el voto supuestamente ¡°puro¡± sea el de un campo de juego para la competici¨®n electoral m¨¢s equilibrado, en el que la capacidad de persuadir y convencer (o de dejarse persuadir y convencer) no dependa tanto de los beneficios directos ni se pueda capturar f¨¢cilmente con ellos. En esa b¨²squeda, la plantilla maniquea de la maquinaria contra la opini¨®n ser¨¢ menos ¨²til que la de un an¨¢lisis institucional y realista que parta de la verdadera ventana de oportunidad para el clientelismo: la inequidad y la exclusi¨®n del proceso pol¨ªtico que permiten que ponerle un precio (definido o difuso) al propio voto le merezca la pena a tanta gente.
Suscr¨ªbase aqu¨ª a la newsletter de EL PA?S Am¨¦rica y reciba todas las claves informativas de la actualidad de la regi¨®n
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.