El tenista y el virus
Djokovic puede no vacunarse porque nosotros nos hemos vacunado por ¨¦l. De este modo, su gesto adquiere aires libertarios y su salud raramente se ver¨¢ comprometida

En El impostor, de Javier Cercas, hay una reflexi¨®n luminosa a prop¨®sito de Enric Marco, quien se invent¨® una vida de hero¨ªsmo, resistencia y cautiverio ante los nazis. Ten¨ªa que contar no qui¨¦n hab¨ªa sido (¡°un hombre absolutamente normal, un miembro de la inmensa y silenciosa y cobarde y gris¨¢cea y deprimente mayor¨ªa que siempre dice s¨ª¡±), sino otra biograf¨ªa: ¡°Un individuo excepcional, uno de esos individuos singulares que dicen no cuando todo el mundo dice s¨ª¡±. A Novak Djokovic no le ha hecho falta mentir para ser ese a quien los antivacunas ven como el hombre que, en medio del supuesto borreguismo general de quienes seguimos las recomendaciones y obedecemos las normas, dice no con un tremendo coste personal. Como dice Amol Rajan, periodista de la BBC que lo ha entrevistado esta semana: ¡°Un libertario profundamente comprometido que cree firmemente en la autonom¨ªa individual¡±.
Se deja al margen un asunto m¨¢s delicado: para que alguien gane prestigio ante otros yendo a contracorriente, plantando cara a las autoridades y sublev¨¢ndose contra la imposici¨®n del orden mundial, nos necesita a los dem¨¢s haciendo lo contrario que ¨¦l. Es decir: para que Djokovic pueda decidir no vacunarse, es necesario que todos nos hayamos vacunado ya. De este modo, su gesto adquiere aires libertarios y su salud raramente se ver¨¢ comprometida. Si, sin embargo, todos fu¨¦semos Djokovic, como todos los esclavos dijeron ser Espartaco, y anunci¨¢semos que ¡°los principios de decisi¨®n sobre mi cuerpo son m¨¢s importantes que cualquier otra cosa¡±, el mundo estar¨ªa encerrado en sus casas funcionando a medio gas, con los negocios cerrados, los hospitales desbordados y el virus matando a discreci¨®n (no es ciencia ficci¨®n: es el mundo pand¨¦mico sin vacunas). Djokovic puede no vacunarse porque nosotros nos hemos vacunado por ¨¦l, y el Open de Estados Unidos, Australia, Roland Garros y Wimbledon, y cualquier acontecimiento deportivo global que exija el trabajo, el movimiento y la concentraci¨®n de miles de personas se pueden celebrar no porque ¨¦l no se haya vacunado, sino porque el resto del mundo s¨ª.
Por eso, no por otra cosa, las palabras de Djokovic son, sin contexto, irrebatibles. Con contexto cambian un poco. ?Ha decidido ¨¦l siempre sobre su propio cuerpo? ?Tambi¨¦n respecto a los virus contra los que nos vacunan de ni?os para evitar, precisamente, que esos virus resurjan? ?Cree Djokovic que si la mayor¨ªa de la poblaci¨®n mundial pensase y actuase como ¨¦l, el mundo estar¨ªa igual que ahora? De igual modo, el tenista aclara que no est¨¢ contra las vacunas, ni siquiera contra las vacunas de la covid-19, solo que prefiere esperar. Y se desvincula del movimiento antivacunas, al que nunca dijo pertenecer. Es tan cierto que no tiene la culpa de que una minor¨ªa lo convierta en l¨ªder como, siendo el n¨²mero uno del tenis mundial, ingenuo creer que esa minor¨ªa no lo fuese a convertir en s¨ªmbolo de quienes obvian el progreso cient¨ªfico y sus resultados.
Tampoco chirr¨ªa en semejante alborotado grupo. Minti¨® en Australia. Se reuni¨® habiendo dado positivo y sin mascarilla con un grupo de personas en un acto p¨²blico. Hace a?os supo que ten¨ªa antitolerancia al gluten porque su nutricionista le pidi¨® agarrar pan con el brazo izquierdo mientras le presionaba el derecho, sinti¨¦ndose m¨¢s d¨¦bil: la culpa era del gluten. Tambi¨¦n cree que el pensamiento positivo limpia el agua contaminada, pues las mol¨¦culas del agua reaccionan a nuestras emociones. Y tiene un gu¨ªa espiritual llamado Pepe Imaz, profeta del ¡°amor y del mundo de las energ¨ªas¡±, del que no hay una frase medio normal: todo lo cura, hasta las enfermedades, el buen rollo.
Uno elige siempre lo que hacer con su propio cuerpo, desde comer una hamburguesa hasta fumar un cigarro. El problema no surge cuando ejerces la soberan¨ªa de tu organismo, sino cuando esa soberan¨ªa tuya invade la de los dem¨¢s. En su lado de la pista Djokovic est¨¢ solo; en su vida, cuando sale de casa, no.
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