Peor, imposible
No es seguro que Putin consiga controlar el desarrollo de la guerra una vez desencadenada. No hay que olvidar que hay armas nucleares de por medio
Entre todas las numerosas opciones que Putin ten¨ªa en su mano, el presidente ruso ha escogido la peor. Desde 1940 no se hab¨ªa producido una agresi¨®n injustificada, en contravenci¨®n de toda la legalidad internacional y de los tratados internacionales, y abiertamente criminal, por parte de una potencia militar, la segunda del mundo, contra un pa¨ªs vecino, soberano y, para mayor verg¨¹enza, pluralista y democr¨¢tico, a diferencia de la dictadura que encarcela y asesina a la oposici¨®n en Rusia.
El Kremlin nunca ha ocultado sus malas intenciones. Desde hace al menos dos meses est¨¢ ya ah¨ª la amenaza de una invasi¨®n abierta que termine de una vez con la molestia de una Ucrania independiente y orientada hacia Occidente. El presidente Zelenski hizo como si no fuera cierta, para mantener alta la moral de sus conciudadanos y en marcha su econom¨ªa. Joe Biden, por el contrario, se ha ganado incluso reproches de algunos de sus aliados, por se?alar lo que cada vez era m¨¢s evidente, y de los habituales del antiamericanismo, al comparar sus premoniciones con la invenci¨®n por parte de la Casa Blanca de Bush del equivalente a las armas de destrucci¨®n masiva en Irak.
Las reflexiones hist¨®ricas de Putin son deleznables, pero hay que tomar en serio sus amenazas. La guerra que ahora est¨¢ en marcha tiene dos prop¨®sitos seg¨²n su discurso de esta pasada madrugada, desmilitarizar y desnazificar, en los que se contienen los objetivos de la invasi¨®n. En primer lugar, dejar a Ucrania sin ej¨¦rcito ¨²til e inerme y a disposici¨®n de Rusia. En segundo lugar, y como consecuencia del anterior, cambiar el Gobierno en Kiev para colocar al frente del pa¨ªs un equipo de t¨ªteres como los que ya presiden las rep¨²blicas secesionistas de Donetsk y Lugansk.
La primera operaci¨®n ya ha empezado con el ataque a¨¦reo y naval contra las bases militares, aeropuertos y puertos. La ocupaci¨®n de las dos provincias secesionistas reconocidas como independientes por el Kremlin es el primer objetivo terrestre adoptado por los dirigentes prorrusos. Tambi¨¦n las ciudades costeras de Odesa y Mariupol est¨¢n en el punto de mira, con la perspectiva de cerrar el acceso al mar de Ucrania, conectando el Donb¨¢s con Crimea y esta pen¨ªnsula con la rep¨²blica secesionista y autoproclamada de Transnistria. El Kremlin asegura que los ataques se dirigen exclusivamente a neutralizar la fuerza militar, pero la ampliaci¨®n de la ocupaci¨®n ahora en marcha es imposible sin el control de numerosos centros urbanos en los que viven millones de personas, cuyas vidas est¨¢n amenazadas y en peligro desde que la invasi¨®n ha empezado.
Completada la desmilitarizaci¨®n, ser¨¢ relativamente f¨¢cil proceder a la c¨ªnicamente denominada desnazificaci¨®n. No debe extra?ar la inversi¨®n extrema del significado de las palabras, que llama fuerzas de mantenimiento de la paz a un ej¨¦rcito invasor, atribuye un genocidio a las v¨ªctimas de la agresi¨®n o presenta a un pa¨ªs desarmado y pac¨ªfico como una amenaza nuclear contra la superpotencia que posee m¨¢s cabezas at¨®micas dispuestas para disparar del mundo. Putin quiere nombrar ahora un gobernador ruso de Ucrania al igual que Hitler nombraba sus gobernadores en Austria, Checoslovaquia o la Polonia dividida. Esto es la desnazificaci¨®n: que alguien que es lo m¨¢s parecido a un nazi eche a quienes han sido elegidos democr¨¢ticamente.
No est¨¢ claro que Putin se limite a estos dos objetivos acotados. Puede pensar todav¨ªa en m¨¢s grande y a¨²n en m¨¢s criminal. Tampoco es seguro que consiga controlar el desarrollo de la guerra una vez desencadenada. No hay que olvidar nunca que hay armas nucleares de por medio. Estamos en lo peor, pero lo peor no tiene l¨ªmites. As¨ª es la guerra.
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