¡®To Vox or not to Vox¡¯
Urge que el Partido Popular sepa a qu¨¦ se est¨¢ enfrentando y a partir de ah¨ª elabore la estrategia adecuada
Esa es la cuesti¨®n para el PP: cu¨¢l deba ser su relaci¨®n con la ultraderecha. Probablemente, lo m¨¢s duro que le espera a Feij¨®o, aunque no lo ¨²nico. Primero habr¨¢ de hacerse con las riendas del partido y, si quiere honrar las expectativas que ha creado, enhebrar un claro discurso de derecha europea centrada y acorde a los tiempos. Pero e...
Esa es la cuesti¨®n para el PP: cu¨¢l deba ser su relaci¨®n con la ultraderecha. Probablemente, lo m¨¢s duro que le espera a Feij¨®o, aunque no lo ¨²nico. Primero habr¨¢ de hacerse con las riendas del partido y, si quiere honrar las expectativas que ha creado, enhebrar un claro discurso de derecha europea centrada y acorde a los tiempos. Pero en esto ¨²ltimo es donde entra de lleno su relaci¨®n con Vox. Lo quiera o no, su espectro rondar¨¢ siempre todos y cada uno de los pasos que vaya emprendiendo. Por eso mismo, urge que su partido sepa a qu¨¦ se est¨¢ enfrentando y, a partir de ah¨ª, elabore la estrategia adecuada.
Hay una idea bien asentada en la conciencia del PP: en realidad, los votos a Vox son votos del PP descarriados. Abarcar¨ªan los de quienes en un determinado momento, a partir de la crisis catalana, sobre todo, se sintieron frustrados con la pol¨ªtica pragm¨¢tica, ¡°indolente¡± e incluso apaciguadora de Rajoy, la reacci¨®n de su electorado m¨¢s nacionalista y radical ante el auge del independentismo y la izquierda identitaria. Esto y no otra cosa explica por qu¨¦ Casado endureci¨® su discurso y se lanz¨® de cabeza a competir con ellos en antisanchismo y en cruzadas de guerras culturales. No elabor¨® un discurso propio; emprendi¨® una pol¨ªtica reactiva ante todos y cada uno de los movimientos instados por la otra parte, la del Gobierno y sus apoyos parlamentarios, y la propia de Vox. Es una estrategia que se ha mostrado fallida. Si lo que se ofrece es radicalismo, el que se acaba eligiendo es el ¡°aut¨¦ntico¡±, el m¨¢s extremo.
Pero tambi¨¦n juega otro factor, el m¨¢s inaprensible: el liderazgo. Ayuso demostr¨® c¨®mo con un discurso parecido al de Casado pudo evitar su crecimiento en Madrid. Y puede que esto fuera parte de su frustraci¨®n con la presidenta. Feij¨®o, en cambio, ofreci¨® el ejemplo contrario: mantener a Vox en un m¨ªsero 2% del voto en Galicia con un discurso contrario, moderado e integrador. El que aquel ahora se presente como la ¨²nica alternativa viable para su partido t¨¢citamente parece significar que ha decidido apostar por esa ¨²ltima opci¨®n. Pero igual que Espa?a no es Madrid, Espa?a tampoco es Galicia. El discurso de galleguismo moderado de Feij¨®o puede liquidar al espa?olismo extremo de Vox en dicho territorio, mas ?c¨®mo reajustarlo a las condiciones generales del pa¨ªs?
Por esos golpes de suerte con los que a veces se encuentran algunos l¨ªderes, a Feij¨®o le ha venido a ayudar la invasi¨®n rusa de Ucrania. La sacudida que est¨¢ suponiendo para la conciencia democr¨¢tica europea creo que propicia una nueva toma de conciencia sobre la debilidad de esta forma de gobierno y los peligros a los que se halla expuesta. No es ya solo que Vox, como otros de su camada europea, haya hecho profesi¨®n de filoputinismo; es que las divisiones que propician en el interior de nuestras democracias alimentan las ¨ªnfulas de aut¨®cratas de distinto pelaje. Es el momento de apretar las filas en torno a las instituciones y los valores que las dotan de vida, de reafirmar lo que somos. Y esto vale tambi¨¦n para los que se encuentran en el otro lado. Una buena se?al inmediata de que todav¨ªa podemos confiar en nuestros grandes partidos como sus garantes ¨²ltimos ser¨ªa la renuncia de Ma?ueco a contar con Vox y la correlativa abstenci¨®n del PSOE en su moci¨®n de investidura. Otra, un r¨¢pido acuerdo para renovar el CGPJ. Alg¨²n signo m¨ªnimo de que es posible salir de esta polarizaci¨®n asfixiante y de que la democracia como tal est¨¢ por encima de las guerras de poder. El momento lo requiere.