Viva la Velasco
No, no son abuelos. Son nuestros viejos. Ech¨¦mosles cuenta. Ma?ana seremos ellos
Concha Velasco ha ingresado en una residencia de ancianos. Lo leo en la revista Semana y se me cae el alma al suelo. A ver, no es ning¨²n drama. Miles de mayores se ven en tal tesitura. La Velasco, adem¨¢s, no se queja. Dice que la decisi¨®n, dif¨ªcil, la ha tomado de acuerdo con sus hijos y es lo mejor para ella. Eso dicen todos. Pero para una, que ha vivido con su sonrisa como ejemplo, el retiro de do?a Concha es, adem¨¢s de un pu?etazo en el bazo, el fin de una era. La Velasco es, m¨¢s que una mujer, un icono. La actriz fuera de serie. La novia de Espa?a. La chica ye-ye. La t¨ªa con los ovarios de anunciar compresas de incontinencia cuando la menopausia era anatema. La setentona a la que quer¨ªan parecerse las cincuentonas. La fuerza de la naturaleza capaz de caer 100 veces y levantarse 150. De echarse el mundo a la chepa y seguir tirando del carro, rota por dentro, rutilante por fuera, hasta que el carro de la soledad y la dependencia pas¨® por encima de ella. Un respeto.
Concha Velasco tiene 82 a?os. Casi tres millones de espa?oles tienen m¨¢s de 80 en Espa?a. Casi tres millones de formas de ser anciano. No todos est¨¢n tan sanos, autosatisfechos y ocupados como Felipe Gonz¨¢lez, capaz de calificar de ¡°p¨¦rdida de tiempo¡± una entrevista de m¨¢xima audiencia. Ni tan desorientados como Juan Carlos I, incapaz de admitir que ha arruinado su reinado escondiendo sus verg¨¹enzas tras vergonzosos eufemismos. Ni tan pesarosos como Mar¨ªa Teresa Campos, suplicando trabajo en la tele que la iz¨® al trono y ahora no le da ni un taburete. No. Cada uno es cada uno. Pero todos llevan encima dos a?os de pandemia viendo morir a coet¨¢neos y, ahora, las im¨¢genes de una guerra tan cercana que les recuerda la que vivieron de cr¨ªos. No, no son abuelos. Son nuestros viejos. Ech¨¦mosles cuenta. Ma?ana seremos ellos. Que se lo digan a la Velasco. Ni todo el trabajo ni toda la gloria le han evitado ver sus pel¨ªculas en Cine de barrio, en la tele de la residencia. Viva ella.
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