El virus chino, la guerra rusa y otras excusas
La sangre del pueblo ucranio va a ser utilizada para justificar nuestra ruina, para decirnos que no nos quejemos. Pero hace mucho que muchos espa?oles se despiertan en algo m¨¢s parecido a una pesadilla
¡°Es importante decir la verdad a los ciudadanos. La inflaci¨®n, los precios de la energ¨ªa, son ¨²nica responsabilidad de Putin y su guerra ilegal en Ucrania¡±. Lo dijo Pedro S¨¢nchez el pasado mi¨¦rcoles y muchos nos quedamos, como dicen en mi pueblo, de patata.
Y es que nos acordamos de que, como publicaba este mismo diario, al cierre de 2021 la inflaci¨®n se hab¨ªa disparado hasta el 6,5%, alcanzando el mayor nivel desde 1992. No hemos olvidado que el precio de la luz lleva meses como Usain Bolt, pulverizando d¨ªa tras d¨ªa sus propios r¨¦cords. Hace tiempo que notamos que llenar el dep¨®sito nos cuesta cada vez m¨¢s. Y claro que la guerra en Ucrania ha influido, pero se?alarla como ¨²nica culpable de la p¨¦rdida de poder adquisitivo de la clase obrera espa?ola es tomarnos el pelo.
Quien tambi¨¦n nos dej¨® de pasta de boniato esta semana fue la UE, que a trav¨¦s de su valedor Josep Borrell nos pidi¨® que nos abrig¨¢ramos m¨¢s y pusi¨¦ramos la calefacci¨®n menos como acto de apoyo a las sanciones contra el gas ruso. Tuvo que retractarse, matizando que no se refer¨ªa a los espa?oles, pues nuestra dependencia de este es de menos del 2%. Borrell tambi¨¦n habl¨® de c¨®mo ¡°necesitamos que el ruido de las bombas a las cinco de la ma?ana al caer sobre Kiev nos despierte de nuestro sue?o de bienestar¡±.
Pero, ?de qu¨¦ sue?o de bienestar nos habla? Dejando a un lado la tragedia del pobre pueblo ucranio, cuya sangre ahora va a ser utilizada tanto para justificar nuestra ruina como para decirnos que no nos quejemos, que podr¨ªa ser peor, hace mucho que muchos espa?oles se despiertan en algo m¨¢s parecido a una pesadilla. Los que no tenemos la suerte de levantarnos los m¨¢s de 300.000 euros al a?o que se embolsa su se?or¨ªa, hace bastante que sufrimos, por ejemplo, las consecuencias de la desindustrializaci¨®n que ha venido liquidando infraestructuras desde los ochenta en nuestro pa¨ªs. Tambi¨¦n tiene culpables, por cierto, y ninguno se llama Vlad¨ªmir. Los que cobran, con suerte, 25.000 al a?o en lugar de al mes, observan c¨®mo, desde 2008, ese Estado de bienestar se va desmantelando.
Escuchamos decir primero que la austeridad y el neoliberalismo eran una ciencia, que hab¨ªa que hacer ajustes, que no quedaba m¨¢s remedio. Despu¨¦s, que nadie ten¨ªa la culpa de que no fu¨¦ramos capaces de reaccionar a una pandemia, de que careci¨¦ramos de industria para abastecernos de material sanitario, de que no pudi¨¦ramos hacer frente al gasto m¨¦dico necesario para evitar el colapso. Ahora es Rusia y la guerra, de la que se habla como si fuera otra pandemia, como si no pudiera prevenirse o atajarse, como si Espa?a no hubiera decidido participar en ella enviando armas con casi un 40% de la poblaci¨®n en contra.
Los que permitieron que en 2008 aumentaran su fortuna los de siempre mientras que los trabajadores ten¨ªamos que apretarnos el cintur¨®n porque hab¨ªamos vivido por encima de nuestras posibilidades, los que acud¨ªan a fiestas privadas mientras se arruinaban negocios locales en la pandemia, los que ahora juegan a la guerra porque ellos nunca van. No tienen m¨¢s remedio que cambiarse, de tanto en tanto, la chapa de la solapa: un d¨ªa el c¨ªrculo de colorines, otro el lazo que corresponda, hoy la bandera de Ucrania, ma?ana Dios dir¨¢. Pero en sus discursos, algo permanece: tomarle el pelo al pueblo.
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