Entre la paz y el aire acondicionado, me quedo con todo
El dilema que plantea Draghi es pura demagogia. Su disyuntiva, como tantas otras en las democracias europeas, no se basa en defender una idea y un proyecto de vida, sino simples intereses materiales
El primer ministro italiano y expresidente del BCE, Mario Draghi, ha planteado una disyuntiva interesante a los l¨ªderes europeos. Seg¨²n ¨¦l, ha llegado la hora de responder a una sencilla pregunta: ?qu¨¦ preferimos, la paz o el aire acondicionado? La respuesta, de sobra conocida, es que preferimos el aire acondicionado. La esencia europea y de nuestras vidas consiste precisamente en elegir confort y privilegio sobre cualquier otra idea o bien com¨²n. De hecho, la mayor caracter¨ªstica del europeo contempor¨¢neo es la gran brecha que divide sus ideas (ideales) de sus acciones.
Llevamos a?os teniendo que elegir entre el aire condicionado y la crisis clim¨¢tica, por ejemplo. O entre apostar por el negocio de cercan¨ªa o comprar en Amazon aun sabiendo que destruye nuestras amadas librer¨ªas, fruter¨ªas o ferreter¨ªas. Tambi¨¦n tenemos que elegir entre comer cerdo de macrogranja o pagar m¨¢s por una carne criada de forma m¨¢s sostenible, o entre comprar ropa barata y renovarla muchas veces o apostar por un producto m¨¢s caro, duradero y sostenible. Del mismo modo, vemos la distancia que se abre entre contemplar la invasi¨®n de Ucrania con much¨ªsimo dolor o acoger a una familia cuya vida ha sido destruida en nuestras casas. La soluci¨®n es siempre la misma y parte de una violencia estructural: unos pocos elegidos mantenemos nuestra supremac¨ªa a costa de la salud, la vida y el deterioro del resto de seres vivos (ya sean personas, animales o ecosistemas).
Habr¨ªa que decirle al se?or Draghi que queremos la paz y el aire acondicionado. Y que el dilema que plantea es pura demagogia. De hecho, m¨¢s que un dilema, es una afirmaci¨®n, por cuanto viene a asegurar que existe una relaci¨®n inversa entre la paz y el aire acondicionado. Una trampa peligrosa, pues, al enfrentar el confort con la paz, afirma que ambas cosas son incompatibles. O lo que es lo mismo, que para encender el aire acondicionado necesitamos la guerra. En este sentido, la pregunta es m¨¢s populista que democr¨¢tica. Porque, en realidad, el dilema pol¨ªtico es otro y no es el que separa el aire acondicionado (o la energ¨ªa) de la paz. En otros tiempos, no tan lejanos, el r¨¦gimen fascista de Benito Mussolini distribuy¨® carteles con un mensaje muy parecido: ¡°Burro o cannoni?¡± (¡±?ca?ones o mantequilla?¡±). Entonces el objetivo era explicar a los italianos que la escasez de alimentos b¨¢sicos se deb¨ªa a que era necesario apostar por las armas. Los ca?ones nos traer¨¢n la paz, era la tesis, mientras que la mantequilla solo nos har¨¢ m¨¢s gordos. La elecci¨®n racional parec¨ªa evidente. Draghi hubiera mejorado la propuesta de Mussolini con una demagogia m¨¢s sofisticada: ?qu¨¦ prefieren, estar gordos o tener paz? Considero especialmente brillante cambiar la disyuntiva de los ca?ones por la paz pues, en el fondo, nadie quiere elegir (hoy) ca?ones. Lo perfecto (y lo m¨¢s europeo) es elegir la paz mientras otros siguen matando.
Porque, de hecho, la disyuntiva de Draghi (igual que tantas otras en las democracias europeas) no se basa en defender una idea y un proyecto de vida, la paz en este caso, sino en defender intereses materiales. Por eso nos plantea un reto pol¨ªtico de primer orden del que cuelgan las vidas de millones de personas, a partir de un an¨¢lisis basado en el coste de oportunidad. Porque lo que en el fondo sugiere Draghi ¡ªy tantos pol¨ªticos que manejan la misma disyuntiva¡ª es que la guerra est¨¢ mal porque atenta contra los intereses europeos y esa (y no otra) es la ¨²nica raz¨®n por la que estar¨ªamos dispuestos a pasar calor en verano. Y eso se debe a que nuestra libertad y nuestras casas se ven amenazadas por el deseo imperialista de Putin. Y, si no le paramos hoy, puede que dentro de varios a?os muchos europeos veamos amenazados nuestros hogares. La cuesti¨®n no es, pues, la paz de Ucrania ni las vidas de las personas que han muerto o perdido sus ciudades y sus hogares; el dilema tampoco es la paz. La cuesti¨®n es parar a Putin. Porque ¨¦l, a diferencia de otros dictadores, es un amenaza para Europa, y en este sentido Draghi apela con su dilema a nuestro bienestar material, lo ¨²nico que puede mover pol¨ªticamente a un ciudadano europeo. Dice paz, pero lo que de verdad quiere decir es ego¨ªsmo. Lo que nos se?ala es que lo m¨¢s ego¨ªsta (y, por tanto, lo mejor para nosotros) es, en esta ocasi¨®n, la paz. Una teor¨ªa tan viejuna como el mism¨ªsimo Adam Smith: puro mercado aplicado a la paz, la guerra y los derechos humanos. Lo que hoy sabemos es que esta teor¨ªa no solo es ineficaz, sino que nos conduce a la extinci¨®n. Es un hecho: el propio inter¨¦s como sustento exclusivo de la democracia ha fracasado.
Una vez m¨¢s, el verdadero reto de Europa es que la brecha entre los ideales y las acciones se haga m¨¢s estrecha. Que la pol¨ªtica pueda dialogar (y no siempre coincidir) con el inter¨¦s econ¨®mico y que asumamos de una vez que un proyecto basado en intereses materiales no conduce necesariamente a una vida mejor ni siquiera a una vida buena.
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