Copenhague
No todo ha de ser playa abarrotada y barah¨²nda festiva. ?Qu¨¦ hermosa y sanadora idea pasar alguna vez en la vida unos d¨ªas de asueto entre gentes apacibles!
Por imperativos de la trama, el escritor Ra¨²l Guerra Garrido titul¨® una de sus novelas Copenhague no existe. Va de un hombre maduro que, tras perder a su mujer y sus hijos, trata de rehacer su vida lo mismo que la Espa?a de su tiempo trataba de enderezar la suya al t¨¦rmino de aquel periodo largo denominado franquismo. El caso es que Copenhague s¨ª existe y no s¨®lo en la novela de Guerra Garrido, autor de m¨¦rito de quien uno cree que deber¨ªa recibir mayor atenci¨®n.
Pero a lo que iba. Es una l¨¢stima no haber sido contempor¨¢neo de fray Luis de Le¨®n. Debido a esta circunstancia, nunca pude referirle al venerable agustino que no es precisa la reclusi¨®n estricta en lugar campestre para huir del mundanal ruido; que esta opci¨®n es factible en poblaciones donde, a causa de alg¨²n truco de magia educativa, se tiene por norma la urbanidad. Le contar¨ªa que mis ojos vieron tan grata cosa en una ciudad del Reino de Dinamarca llamada Copenhague, adonde, a diferencia del personaje de Guerra Garrido, s¨®lo me llev¨® la expectativa modesta de disfrutar de la tranquilidad y el fr¨ªo.
No todo ha de ser playa abarrotada y barah¨²nda festiva. ?Qu¨¦ hermosa y sanadora idea pasar alguna vez en la vida unos d¨ªas de asueto entre gentes apacibles! Unos d¨ªas en los que no se le clavan a uno en los t¨ªmpanos ninguna conversaci¨®n a gritos, ning¨²n bocinazo de conductor pulguillas ni el carraspeo estruendoso de una motocicleta a las tres de la madrugada.
Le¨ª, por si acaso, unas instrucciones para moverme por la tranquila Copenhague. Supe que no se estila la propina, ya incluida en el precio, y que se aprecia m¨¢s la gratitud que la moneda en el platillo. Conoc¨ª el hygge, que es gozar de la felicidad cotidiana en una atm¨®sfera caldeada, con luz de velas, en agradable intimidad. Fuera, en la calle, hab¨ªa banderas solidarias de Ucrania, ya que, para bien o para mal, el mundo tambi¨¦n existe.
Fernando Aramburu, nuevo columnista de EL PA?S
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