Monedas digitales y responsabilidad pol¨ªtica
Los Estados se enfrentan a la decisi¨®n de lanzar o no el dinero digital. Si no se quiere especular financieramente es mejor no dejarse marear por los profetas de la tecnolog¨ªa ni por los responsables financieros que no ven m¨¢s all¨¢ de sus problemas sectoriales
Metidos de lleno en la digitalizaci¨®n hay que procurar entender la tecnolog¨ªa lo mejor posible y as¨ª poder tomar decisiones pol¨ªticas con toda legitimidad democr¨¢tica. Posiblemente si hubi¨¦ramos prestado m¨¢s atenci¨®n a las redes sociales en sus primeros a?os, podr¨ªamos haber sido capaces de orientarlas en una mejor direcci¨®n y evitar los problemas que han surgido en nuestro sistema de convivencia. La decisi¨®n a tomar ahora por los Estados es el lanzamiento, o no, del dinero digital.
El pasado 9 de marzo el presidente Joe Biden decidi¨® coger el toro por los cuernos, promulgando una orden ejecutiva dirigida al director de su Oficina de Pol¨ªtica Cient¨ªfica y Tecnol¨®gica para que en un plazo de 180 d¨ªas le presentase un informe detallado sobre ¡°Desarrollo responsable de los activos digitales¡±. Por fin, este tema deja de ubicarse en el mundo de los bancos centrales para situarse, v¨ªa ciencia y tecnolog¨ªa, en el m¨¢ximo nivel pol¨ªtico aunque, razonablemente, se pida consultar a otras ramas de la Administraci¨®n y a los representantes de trabajadores y empresarios. La Casa Blanca se interesa por siete aspectos claves de la compleja relaci¨®n entre digitalizaci¨®n y pol¨ªtica:
a) Protecci¨®n de consumidores, inversores y empresas, incluyendo la privacidad y la seguridad de los datos.
b) Estabilidad financiera e integridad del sistema financiero.
c) Lucha y prevenci¨®n de la delincuencia y de las finanzas il¨ªcitas.
d) Seguridad nacional.
e) Capacidad para ejercer los derechos humanos.
f) Inclusi¨®n financiera y equidad.
g) Demanda de energ¨ªa y cambio clim¨¢tico.
Detr¨¢s de esta orden hay una duda tecnol¨®gica, leg¨ªtima y trascendente, suscitada a partir del ¡°¨¦xito¡± del bitcoin, una herramienta de especuladores, propia del anarcocapitalismo, cuyo funcionamiento ya genera tanto CO2, como un pa¨ªs del tama?o de Suecia. El bitcoin, m¨¢s all¨¢ de la pulsi¨®n de sus compradores, es una pieza tecnol¨®gica brillante, aunque ambigua desde su art¨ªculo seminal, en 2008, que incorpor¨® dos significados distintos y alteradores del lenguaje. Por un lado es una criptomoneda (un vale o muestra inmaterial de algo, token en el argot) cuyo registro utiliza criptograf¨ªa, computacionalmente muy compleja, para controlar la propiedad, y la propia creaci¨®n de tales tokens; por otro, un sistema de pago basado en un Libro de Contabilidad Digital que prescinde de la existencia de un banco central o de un administrador ¨²nico. La tecnolog¨ªa de la red de pagos que alimenta y valida este Libro de Contabilidad lo conocemos como blockchain, un sistema de gesti¨®n de base de datos descentralizada basada en el encadenamiento de bloques de informaci¨®n que se gestionan tras alcanzar un cierto consenso entre los participantes. Hablamos tanto de una criptomoneda, como de una Base de Datos que mantiene el secreto del usuario, alimentada por unos ¡°mineros¡± que trabajan a comisi¨®n, sin que les importen demasiado las preocupaciones expresadas por Biden.
Blockchain ha evolucionado en dos direcciones. Una sigue enfoc¨¢ndose como la plataforma subyacente para el bitcoin, al tiempo que se ha convertido en la plataforma para la gran cantidad de criptomonedas, tokens digitales y otros criptoactivos creados desde entonces. La otra se centra en el uso de blockchain como una base de datos distribuida y confiable para aplicaciones de car¨¢cter privado (cadenas de bloques en las que la participaci¨®n est¨¢ restringida a las instituciones que realizan transacciones entre s¨ª como son las cadenas de suministro, los servicios financieros y la atenci¨®n m¨¦dica) o p¨²blico a las que cualquiera puede unirse, un requisito obvio si hablamos de una moneda del Estado, por lo que requieren un tipo de prueba para conseguir el consenso de cada operaci¨®n muy s¨®lido. Por distintas razones en cada caso bordeamos las responsabilidades de un Estado moderno.
La pregunta que Biden plantea es: ?Puede el blockchain soportar la emisi¨®n del d¨®lar digital, dando respuesta a las siete sectores que son objeto de sus preocupaciones? Modestamente me atrevo a adelantar que la respuesta que recibir¨¢ la Casa Blanca ser¨¢ negativa, pero ¡°doctores tiene la Iglesia¡± del pa¨ªs que ha creado toda la innovaci¨®n digital que conocemos. No puede pedirse al blockchain, como ocurre con otros aspectos de la digitalizaci¨®n, que cumpla misiones que hasta ahora hemos adjudicado al Estado y por tanto es al nivel de la responsabilidad democr¨¢tica donde habr¨¢ que situar los debates y ¡°arreglos¡± que nos esperan.
En tiempos de tanta crisis, si el lector no desea especular financieramente, conviene que no se deje marear demasiado, tanto por falsos profetas de la tecnolog¨ªa, como por los responsables financieros que solo ven sus necesidades sectoriales en debates como este, incluso deber¨ªan revisar sus palabras cuando se dirijan a los ciudadanos que todav¨ªa recuerdan los desastres que permitieron hace tan pocos a?os entre su propio gremio.
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