Francia: laboratorio pol¨ªtico
Los partidos desaparecen cuando dejan de ser ¨²tiles, y as¨ª perciben los franceses a las dos principales fuerzas de la V Rep¨²blica
A veces hay un abismo entre lo que ocurre realmente y el sentirse despreciados. Porque esa es la respuesta generalizada que escucho en la pr¨®spera Francia que, sin embargo, insiste en proyectar la imagen de estar en ca¨ªda libre, absorta en su eterna malaise. Los chalecos amarillos hablaban del desprecio ¡°de los de arriba¡± y todos nos volvimos locos para ¡°medir¡± ese malestar. La vida real de los franceses no aparec¨ªa en las encuestas: la desconfianza general, las expectativas frustradas, la ira y el miedo que prendieron la mecha amarilla no se detectaban en los estudios. La duda entre votar en blanco o permitir que la ultraderecha asalte el El¨ªseo ya no se contesta con la frivolidad de la divina Sarandon en el match Clinton vs. Trump: ¡°Me niego a optar por el menor de los males¡±. Y tampoco como el displicente Slavoj Zizek, para quien la peor de las opciones nos obligar¨¢ a repensarnos mirando a esa utop¨ªa que brilla al final del t¨²nel. Hoy prima la emoci¨®n: mi odio ante su soberbia es mayor que el miedo a Le Pen, dicen.
Ser¨ªa demasiado atribuir a la sola emocionalizaci¨®n de la pol¨ªtica la revoluci¨®n del sistema franc¨¦s. Los partidos desaparecen cuando dejan de ser ¨²tiles, y as¨ª perciben los franceses a las dos principales fuerzas de la V Rep¨²blica. Hay causas hist¨®ricas que explican su debacle, pero estar¨ªa bien que hicieran alguna autocr¨ªtica. Por ejemplo, los socialistas tuvieron que verse ahogados para comprender que Anne Hidalgo era una buena candidata¡ para hace 5 a?os. Llegan tarde, tambi¨¦n para olisquear siquiera que la competici¨®n electoral ya no se basa en siglas ni ejes ideol¨®gicos, sino en temas. Dec¨ªa un antiguo primer ministro italiano que en Alemania a¨²n predominan las siglas de partido, las viejas familias pol¨ªticas, mientras en Francia conocemos el nombre de los candidatos, pero no el de sus plataformas. ?Podr¨ªa ser un preludio de lo que vendr¨¢?
Lo importante ahora es elegir el campo de batalla, se?alaba una exministra espa?ola. Macron lo hace con su europe¨ªsmo, y demostr¨® en el debate que Le Pen representa la victoria de Putin en toda Europa. Por eso gan¨®. Pero hay algo que comparten Macron, Le Pen y M¨¦lenchon, y es haber comprendido el campo de batalla, saber leer la naturaleza de los conflictos que estructuran hoy la sociedad: el miedo a ser expulsado de tu pa¨ªs, la sensaci¨®n de no contar y ser tratado con desprecio, la racionalidad de quienes entienden que el universalismo franc¨¦s, su apertura al mundo y su papel en Europa estar¨¢n mejor representados por Macron. Las grietas de la identidad, la geograf¨ªa o la edad han abierto nuevos c¨®digos mientras algunos, nost¨¢lgicos, siguen peleando a la sombra de los antiguos. A veces, con trazo grueso, llamamos a todo esto ¡°populismo¡±, e insistimos en el eslogan de ¡°El fascismo no puede pasar¡±, como si fuera un proyecto pol¨ªtico. Pero Francia es nuestro laboratorio: miremos de frente a lo que sucede y aprendamos. Sin nostalgias.
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