Ciudadan¨ªa censora
La cancelaci¨®n o los linchamientos, como el que se aplica estos d¨ªas a la cultura rusa, son instrumentos propios de sistemas autoritarios e incompatibles con los principios democr¨¢ticos
La academia, la sociedad civil, profesionales de la comunicaci¨®n y responsables pol¨ªticos se han quejado de que el legislador y los ¨®rganos judiciales, en ocasiones, llevan a cabo una interpretaci¨®n de las libertades de expresi¨®n e informaci¨®n muy estrecha, incluso contraria a los est¨¢ndares internacionales de derechos humanos. Son cr¨ªticas, en ocasiones, fundadas.
En todo caso, las libertades comunicativas son un eje de flotaci¨®n de nuestras democracias. El Tribunal Europeo de Derechos...
La academia, la sociedad civil, profesionales de la comunicaci¨®n y responsables pol¨ªticos se han quejado de que el legislador y los ¨®rganos judiciales, en ocasiones, llevan a cabo una interpretaci¨®n de las libertades de expresi¨®n e informaci¨®n muy estrecha, incluso contraria a los est¨¢ndares internacionales de derechos humanos. Son cr¨ªticas, en ocasiones, fundadas.
En todo caso, las libertades comunicativas son un eje de flotaci¨®n de nuestras democracias. El Tribunal Europeo de Derechos Humanos, desde su sentencia Handyside contra Reino Unido, de 7 de diciembre de 1976, viene reiterando que ¡°no puede haber democracia sin pluralismo¡±. La democracia se nutre de la libertad de expresi¨®n. La esencia de la democracia es permitir que se propongan y debatan ideas y posiciones diversas, tambi¨¦n divergentes. La libertad de expresi¨®n, en sentido amplio, incluye expresiones art¨ªsticas e, incluso, formas de conducta, vestimenta o exhibici¨®n de s¨ªmbolos. Este espacio de libertad es aplicable a los hechos, ideas o expresiones que se reciben favorablemente o se consideran inofensivas o indiferentes, y tambi¨¦n a las que ofenden, chocan o molestan, todo como exigencia del pluralismo, la tolerancia y la amplitud de miras sin las cuales no hay sociedad democr¨¢tica. Sobre estas libertades pueden aplicarse restricciones, pero deben ser interpretadas de forma estricta y solo cuando su necesidad pueda motivarse de forma convincente.
La Constituci¨®n espa?ola protege expresamente, en su art¨ªculo 20, diferentes formas de expresi¨®n: a) expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducci¨®n; b) la producci¨®n y creaci¨®n literaria, art¨ªstica, cient¨ªfica y t¨¦cnica; c) la libertad de c¨¢tedra; y d) comunicar o recibir libremente informaci¨®n veraz por cualquier medio de difusi¨®n. Adem¨¢s, quedan constitucionalizadas tanto la prohibici¨®n de la censura previa como la necesaria autorizaci¨®n judicial para proceder al secuestro de publicaciones, grabaciones y otros medios de informaci¨®n. Todo ello, sin olvidar que estas libertades, aunque preponderantes, no son absolutas, y en su ejercicio est¨¢n sujetas a ciertos l¨ªmites: el respeto al resto de derechos constitucionales y a las leyes que los desarrollen, y especialmente el derecho al honor, a la intimidad, a la propia imagen y a la protecci¨®n de la juventud y de la infancia.
Se deduce de lo dicho hasta ahora que las libertades comunicativas, de exteriorizaci¨®n de nuestras concepciones, est¨¢n estrechamente relacionadas con las libertades ideol¨®gicas y los derechos de participaci¨®n. Y es precisamente la capacidad de manifestar las ideas propias, las diferentes formas de ver o entender el mundo, la base del pluralismo que toda democracia necesita para subsistir.
Por ello sorprende enormemente que, desde algunos sectores de la ciudadan¨ªa, de forma m¨¢s o menos organizada, se haya adoptado la censura como un instrumento para imponer argumentos, posiciones e ideas, independientemente de cu¨¢les sean los veh¨ªculos de exteriorizaci¨®n. En los ¨²ltimos a?os, hemos visto como en el ¨¢mbito universitario se han desprogramado actos acad¨¦micos porque en ellos se iba a defender, supuestamente, una determinada posici¨®n respecto de una realidad social. La presi¨®n ejercida por determinados sectores del feminismo acab¨® por impedir que, en una facultad de A Coru?a primero, y en otras Universidades despu¨¦s, se celebrara un seminario sobre prostituci¨®n porque, aparentemente, se iba a abogar por la regulaci¨®n de esta actividad. En las ¨²ltimas semanas, hemos visto como las alumnas de un m¨¢ster de G¨¦nero y Comunicaci¨®n de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona trataban de impedir que una profesora impartiera sus clases de Publicidad y G¨¦nero en dicho m¨¢ster. La raz¨®n: su posici¨®n contraria a la autodeterminaci¨®n de g¨¦nero y su presunta transfobia. Estos son solo algunos ejemplos de cancelaciones producidas, insisto, en la universidad: un ¨¢mbito pensado para el debate, la cr¨ªtica y el intercambio, incluso agrio, de posiciones, entre personas adultas.
Esta nueva forma de censurar a la persona que piensa diferente es, desafortunadamente, global ¡ªrecuerden el intento de silenciamiento que ha sufrido la escritora J. K. Rowling¡ª y tambi¨¦n aplicable a otros ¨¢mbitos. As¨ª, las ¨²ltimas semanas hemos asistido a la cancelaci¨®n ¡ªo su intento¡ª de actos, por ejemplo, uno en Italia sobre el escritor ruso Dostoyevski como acto de repulsa por la guerra de Putin contra Ucrania, o la eliminaci¨®n del programa de conciertos de obras del m¨²sico ruso Chaikovski en Croacia. Los artistas vivos tambi¨¦n est¨¢n sufriendo las consecuencias de esta censura por ser de nacionalidad rusa. A algunos se les ha exigido el rechazo p¨²blico al r¨¦gimen de Vlad¨ªmir Putin ¡ªsin tener en cuenta, por cierto, las consecuencias internas que eso les puede generar¡ª para poder continuar su actividad en Europa. No estamos hablando de los titulares de grandes fortunas que han podido, en su caso, financiar al r¨¦gimen ruso (y no solo), sino personas con una profesi¨®n art¨ªstica que son castigadas por, en este caso, haber nacido en un determinado pa¨ªs.
La responsabilidad es, a veces, de los poderes p¨²blicos, que toman la decisi¨®n de modificar un programa o de no ceder un espacio para la celebraci¨®n de un acto por su contenido ideol¨®gico (lo que entra?a, adem¨¢s, problemas de discriminaci¨®n); otras, lo son porque no son capaces de defender sus procesos de decisi¨®n frente a las cr¨ªticas por una determinada medida, y, como consecuencia, deciden retirarla, en vez de dar explicaciones y someter al escrutinio p¨²blico el contexto y los motivos de su decisi¨®n (as¨ª ha ocurrido, por ejemplo, con la vi?eta de la humorista gr¨¢fica Diana Raznovich).
Pero, tambi¨¦n los individuos podemos convertirnos en una suerte de polic¨ªa pol¨ªtica del pensamiento, identificando al que piensa diferente y persigui¨¦ndole de forma concertada. Si tenemos suficiente fuerza, conseguimos que sus posiciones, sus argumentos o sus obras no sean expuestas, aunque sean el fruto de a?os de trabajo o de experiencia profesional o vital. Esta actitud est¨¢ lejos del intercambio de puntos de vista, a veces opuestos. Es, por el contrario, una forma de censura, pues lo que se pretende es que el o la otra no exponga sus ideas, razonamientos o experiencias ante el p¨²blico. Se impide la exposici¨®n p¨²blica de la diferencia, anulando el pluralismo democr¨¢tico.
La democracia permite restringir las libertades comunicativas, pero solo cu¨¢ndo y como lo prevean las leyes y haciendo un ejercicio riguroso de ponderaci¨®n si hay derechos en conflicto. El desacuerdo, el discurso hiriente, incluso ofensivo, no son motivos suficientes para restringir las libertades comunicativas. Si una idea o una obra no son de nuestro agrado, podemos criticarla, rebatirla o incluso protestar si contrar¨ªa nuestras convicciones. Todas ellas son muestras leg¨ªtimas de rechazo. Sin embargo, la democracia no soporta la censura o los linchamientos, facilitados ahora por el uso de redes sociales. Son instrumentos propios de sistemas autoritarios. Estas pr¨¢cticas, adem¨¢s, generan un efecto desaliento que puede llevar a la autocensura de aquellos que no tienen ganas o posibilidades de asumir el coste individual, familiar o profesional que suponen.
Esconder o suprimir la visi¨®n cr¨ªtica, alternativa o antag¨®nica no fortalece nuestros argumentos o posiciones, sino que las convierte en pretendidos dogmas a imponer. Sabemos por experiencia que estas actitudes son un error y conocemos los horrores a los que pueden abocar. Debatan y discutan m¨¢s, mucho e intensamente, y si pueden, convenzan, pero no censuren porque la historia, y el presente, insisten tozudamente en que no trae nada bueno.