Vino la censura y yo no dije nada
Da miedo pensar que en pleno siglo XXI la amenaza a la libertad de expresi¨®n viene de la mano de aquellos gobernantes que, bajo la bandera de la libertad, consideran que hay opiniones buenas y opiniones malas
Corren tiempos dif¨ªciles para la discusi¨®n y el debate y eso que, precisamente en tiempos como este, son m¨¢s necesarias que nunca la discusi¨®n y el debate. Porque, y parafraseando a Jonh Stuart Mill en Sobre la libertad, ¡°La verdad s¨®lo puede surgir tras un debate libre y abierto¡±.
El caso es que cuando arranca una guerra ¡ªrecuerdo aunque suene a Perogrullo que nosotros, la Uni¨®n Europea, no estamos en guerra¡ª con ella se inicia un relato medi¨¢tico plagado de desinformaciones cuyo objetivo es lograr el mayor n¨²mero de adeptos a la versi¨®n de uno de los bandos. Es evidente que en una guerra todos lo hacen, forma parte de la estrategia. No se trata de informar, de ser objetivo, se trata de ganar el relato y con ¨¦l conseguir adeptos a cada uno de los bandos. Hasta ah¨ª nada que decir. Es tan deplorable como inevitable. La censura, la mentira, las fake news no solo se toleran, sino que son el medio de control m¨¢s antiguo de la humanidad y el m¨¢s eficaz para que la opini¨®n p¨²blica juegue a tu favor.
Pero ?qu¨¦ pasa cuando no se est¨¢ en guerra? Pues no deber¨ªa pasar nada, me digo. Todos deber¨ªamos tener acceso a cualquier tipo de informaci¨®n y, como adultos que somos, decidir la que nos parece veros¨ªmil y la que no. Por supuesto, se puede estar m¨¢s o menos cercano de un bando, considerar a unos v¨ªctimas y a otros verdugos, pero el derecho a escuchar a todos sigue siendo un pilar de nuestras democracias.
Y sin embargo, hace unos d¨ªas, y por sorprendente que parezca, Ursula Von der Leyen, la presidenta de la Comisi¨®n Europea, anunci¨®, y se hicieron efectivas, una serie de medidas restrictivas contra medios de comunicaci¨®n rusos. Y el caso, es que en esas medidas, no se contempla la persecuci¨®n de las fake news o la posverdad, ni siquiera se contempla legislar contra los medios, personas o perfiles que mienten, sean del pa¨ªs que sean, que eso s¨ª se merecer¨ªa un aplauso; ni se han adoptado contra el discurso de los talibanes por no dejar escolarizarse a las ni?as de m¨¢s de 12 a?os; ni tampoco contra Arabia Saud¨ª por estar desangrando Yemen desde 2014; o contra Polonia por tener retenido al periodista Pablo Gonz¨¢lez. Se centran en unos medios y un pa¨ªs y las hemos aceptado sin rechistar.
Una tiene la sensaci¨®n, y ojal¨¢ me equivoque, de que son medidas contra la opini¨®n del otro, lo cual es, convendr¨¢n conmigo, peligros¨ªsimo, porque esto implica dar por bueno que las autoridades de la Uni¨®n Europea est¨¢n en posesi¨®n de la verdad. ?En serio estamos tan convencidos de que tenemos raz¨®n que no permitimos distintas opiniones? ?Es leg¨ªtimo silenciar opiniones bajo la premisa de que la verdad est¨¢ de nuestro lado? ?C¨®mo se explica que las mentiras procedan sistem¨¢ticamente de unos medios por ser propiedad de un determinado Estado y no de otros? ?No se ment¨ªa antes de la guerra de Ucrania? ?Se legalizar¨¢n porque dejar¨¢n de mentir cuando acabe la guerra? ?Los periodistas que escrib¨ªan en esos medios prohibidos pasan a decir la verdad cuando escriben en otros medios legales?
Se empieza celebrando que le cierren la cuenta de Twiter a un expresidente estadounidense; se aplaude a manos llenas que YouTube elimine canales con m¨¢s de un mill¨®n de seguidores, que los buscadores bloqueen determinadas url, que las redes sociales decidan qui¨¦n puede opinar y qui¨¦n no, y se acaba cancelando un ballet o una ¨®pera o¡, y me temo que ah¨ª radica el peligro, se acaba prohibiendo la opini¨®n de cualquiera de nosotros.
Y s¨ª, ese, amigos, es el problema real.
No estar¨ªa de m¨¢s empezar a asumir que crear un precedente como este no es que nos sit¨²e entre dos versiones de la historia es que directamente nos pone en el disparadero de salida para limitar unos derechos que dif¨ªcilmente, si no hacemos nada, ser¨¢n recuperables.
Miedo da pensar que en pleno siglo XXI la amenaza a la libertad de expresi¨®n viene de la mano de aquellos gobernantes que, bajo la bandera de la libertad, consideran que hay opiniones buenas y opiniones malas. Miedo da, insisto porque a este paso, en cualquier momento, si las medidas no se revierten, tuiteros, youtubers, m¨²sicos, opin¨®logos de todo tipo pueden acabar en la c¨¢rcel si defienden una versi¨®n no institucional. Miedo da que deleguemos la libertad y el derecho de expresi¨®n a YouTube, Instagram o Twitter y que sean ellas las que sustituyan el censor franquista, pero sin asumir que existe censura.
El problema de aplaudir a la censura, lo explica de maravilla el conocido poema del cl¨¦rigo Martin Niem?ller: ¡°Primero vinieron por los socialistas, / y yo no dije nada, / porque yo no era socialista. / Luego vinieron por los sindicalistas, / y yo no dije nada, porque yo no era sindicalista. / Luego vinieron por los jud¨ªos, / y yo no dije nada, porque yo no era jud¨ªo. / Luego vinieron por m¨ª, / y no qued¨® nadie para hablar por m¨ª¡±.
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