La econom¨ªa en femenino
El registro salarial en las empresas, aprobado por el Gobierno, permite demostrar la brecha salarial
Una jueza acaba de emitir un fallo hist¨®rico en un juzgado de lo Social de Madrid, al condenar a una constructora por discriminar salarialmente a una empleada frente a su compa?ero. Es la primera sentencia que se dicta tras la entrada en vigor, en abril de 2021, de la obligaci¨®n de llevar un registro salarial en las empresas, con el que por fin se ofre...
Una jueza acaba de emitir un fallo hist¨®rico en un juzgado de lo Social de Madrid, al condenar a una constructora por discriminar salarialmente a una empleada frente a su compa?ero. Es la primera sentencia que se dicta tras la entrada en vigor, en abril de 2021, de la obligaci¨®n de llevar un registro salarial en las empresas, con el que por fin se ofrecen instrumentos para probar que la desigualdad retributiva entre hombres y mujeres es una realidad en la empresa espa?ola.
Son muchos los estudios que denuncian, desde hace a?os, los costes de la brecha salarial para la econom¨ªa mundial, que pierde cada a?o 143 billones de euros por orillar a las mujeres, sin que haya avances que corrijan esa desviaci¨®n. Solo en Espa?a, el ¨ªndice ClosinGap, que elabora PwC, cifra en 213.000 millones de euros el coste que supone la desigualdad entre hombres y mujeres para la econom¨ªa, lo que casi equivale a la partida de gasto social consignada en los Presupuestos para 2022, excluido el gasto en prestaciones por desempleo.
Tradicionalmente, la penalizaci¨®n salarial de las mujeres se atribuye a la maternidad, pero la realidad es que va mucho m¨¢s all¨¢: la crianza de los hijos, el reparto de responsabilidades familiares y en el hogar, el cuidado de los mayores y todas las dificultades de moverse en una estructura masculina del poder. Eso configura un tipo de sociedad donde todo ese trabajo no retribuido ¡ªcapitalismo de los cuidados lo llaman algunos¡ª no es contabilizado, medido ni tenido en cuenta a la hora de elaborar pol¨ªticas p¨²blicas, pero sin el cual el resto de la econom¨ªa ser¨ªa incapaz de funcionar. De hecho, la desigualdad en el reparto de los cuidados (reproducci¨®n y posterior cuidado de hogares con hijos), no ha de ser solo medido sino redistribuido. Su cuantificaci¨®n es un primer paso, pero el objetivo final habr¨ªa de ser una divisi¨®n de ese trabajo por igual para evitar reproducir patrones antiguos, aunque sean financiados por el Estado: criadoras de beb¨¦s y criadas de la casa.
De media y por razones diversas, las mujeres ganan menos que los hombres, lo que se traduce en menor capacidad tanto de ahorro como de inversi¨®n: ambos factores reducen el margen de autonom¨ªa de las mujeres. Hay determinadas decisiones, como el acceso a la vivienda o la apertura de un negocio, que resultan m¨¢s dif¨ªciles para las mujeres, que tampoco pueden beneficiarse de otras actividades econ¨®micas, dado que su margen de maniobra financiero es menor. Esa estructura las condena a una menor independencia econ¨®mica hoy y a pensiones m¨¢s bajas en el futuro. Quiz¨¢s la primera medida deber¨ªa ser la correcta contabilidad de esa aportaci¨®n no retribuida para poder ofrecer soluciones basadas en supuestos realistas y posibles alternativas. Los pa¨ªses no se pueden permitir semejante p¨¦rdida de recursos, talento y productividad.