Un Brasil desilusionado con la pol¨ªtica
El problema del pa¨ªs es que no encuentra nada que le entusiasme pol¨ªticamente y que le arrastra al conformismo de ¡°todos son iguales¡±
Brasil celebr¨® siempre, despu¨¦s de la dictadura, la fiesta del Trabajo del 1 de mayo con un gran despliegue de manifestaciones populares organizadas por los grandes sindicatos en todo el pa¨ªs. Este a?o, sin embargo, todo ha sido diferente, ya que a dichas manifestaciones se sum¨® una iniciativa de la extrema derecha del Gobierno de Jair Bolsonaro con ribetes claramente golpistas como una anticipaci¨®n al duelo que se prev¨¦ en las pr¨®ximas elecciones presidenciales que se presentan como las m¨¢s dram¨¢ticas desde el final de la dictadura militar.
La sorpresa ha sido que, tanto las manifestaciones de la izquierda, con la presencia de Lula da Silva como las de la extrema derecha, han fracasado como p¨²blico contra todas las previsiones. En Brasilia como en S?o Paulo las huestes extremistas de Bolsonaro no aparecieron en masa como esperado. En S?o Paulo la manifestaci¨®n de los sindicatos fue de lo esperado a pesar de la presencia de Lula que tuvo que retrasar tres horas su intervenci¨®n a que se reuniera un poco m¨¢s de gente.
La demostraci¨®n de que ambas manifestaciones fueron un fracaso lo revela el escaso espacio que le dedicaron los medios de comunicaci¨®n. En el diario Folha de S?o Paulo, Igor Gielow, uno de sus m¨¢s prestigiosos analistas pol¨ªticos, lo defini¨® as¨ª en su columna titulada El golpismo de Bolsonaro en duelo con la naftalina de Lula en el 1 de mayo: ¡°He ah¨ª el dise?o pol¨ªtico de Brasil: vaciado del inter¨¦s real de la poblaci¨®n, polarizado a la derecha y envejecido a la izquierda para cada uno cantar su victoria en Twitter¡±.
La sorpresa del fracaso de ambas manifestaciones ha sido, en efecto, una alarma de la desilusi¨®n que vive con la pol¨ªtica este pa¨ªs, el quinto mayor del mundo con 220 millones de habitantes y uno de los m¨¢s ricos del continente. Y es que los pol¨ªticos no est¨¢n siendo capaces de entender que el mundo est¨¢ cambiando, que los intereses de la gente son otros que en el pasado, que la vieja pol¨ªtica se les queda rancia.
Un ejemplo claro es el del fracaso de los grandes sindicatos que un d¨ªa fueron esenciales para defender los derechos de los trabajadores, vistos como esclavos, sin derechos ni protecci¨®n. Hoy tambi¨¦n en Brasil el problema, al rev¨¦s, es el de los 12 millones de desempleados, un ¨ªndice que es el cuarto mayor del mundo. Para ellos no sirven los viejos sindicatos. Hoy conseguir un empleo es visto ya como un privilegio.
En este panorama de un pa¨ªs rico azotado por el desempleo y el hambre, de millones que no consiguen acabar el mes sin deudas y que ven cada d¨ªa disminuir sus ilusiones de mejoras, la defensa de los valores de la democracia, de la importancia de la pol¨ªtica como protecci¨®n de los derechos se les queda muy lejos. Ello explica en parte el crecimiento de la extrema derecha bolsonarista que hab¨ªa prometido reformas importantes para levantar la econom¨ªa y combatir la corrupci¨®n pol¨ªtica. Hoy los brasile?os han entendido que hab¨ªan sido promesas hueras, ya que casi al final del Gobierno bolsonarista lo que aparece es que se ha aliado con la parte m¨¢s corrupta del congreso y la propia familia del presidente se ve involucrada en presuntos esc¨¢ndalos de corrupci¨®n.
Ello explica el que tambi¨¦n la manifestaci¨®n organizada por Bolsonaro con car¨¢cter golpista para oponerse a la de Lula, acabara fracasando ya que esperaban que fuera multitudinaria. El mismo presidente apareci¨® solo de refil¨®n para decir que ¨¦l era ¡°el defensor de la familia, de la patria y de la libertad¡±. Con ello no era f¨¢cil entusiasmar a los suyos a salir a la calle. Derecha o izquierda, as¨ª como la democracia aparecen a la gente como conceptos cada vez m¨¢s desgastados que no resuenan en los millones de pobres que luchan para mal comer.
Y ese es el problema con el que se debate hoy Brasil que no encuentra nada que lo entusiasme pol¨ªticamente y que lo arrastra al conformismo de ¡°todos son iguales¡±. Nadie a¨²n en este momento, ni siquiera Lula y su equipo ha presentado nada nuevo, innovador, capaz de entusiasmar a la gente. Se han apagado las utop¨ªas, las esperanzas, la ilusi¨®n de crear un ¡°Brasil del futuro¡±.
Acabada la dictadura, Brasil sali¨® en masa a la calle a favor de la democracia, de las elecciones libres, de la defensa de los partidos, de la vuelta a la pol¨ªtica con may¨²scula. Hoy vive un eclipse de ilusiones ya que ni izquierda ni derechas les presentan propuestas capaces de rescatar la desilusi¨®n que les atenaza.
La posibilidad de que pudiera surgir para las pr¨®ximas elecciones un l¨ªder nuevo capaz de interpretar lo que de verdad la gente espera de quienes les gobiernan se est¨¢ marchitando. Y el peligro es que ese desencanto con la pol¨ªtica que se encierra entre dos populismos, acabe favoreciendo las falsas ilusiones de una derecha golpista que exalta los peores instintos de violencia y de rabia. Las amenazas constantes de Bolsonaro a las instituciones y sus arrobos autoritarios pueden acabar como indica la psicolog¨ªa por atraer y capitalizar el momento de descontento, sobre todo, de la masa de los m¨¢s golpeados por la crisis econ¨®mica.
Ello explica el que a pocos meses de las elecciones, mientras se daba por seguro un triunfo de la izquierda con Lula ya en la primera vuelta, las cosas empiezan a cambiar y los ¨²ltimos sondeos hayan sorprendido con un empate t¨¦cnico. Ello empieza a preocupar a las fuerzas democr¨¢ticas ya que es sabido que la meta del bolsonarismo es la de rechazar el resultado de los comicios ampar¨¢ndose en que las urnas no aseguran una elecci¨®n limpia. Hasta el punto que Bolsonaro ha pedido que sea el Ej¨¦rcito, cada vez m¨¢s cercano a ¨¦l por haberle colmado de privilegios, quien controle el resultado de las elecciones, algo claramente inconstitucional.
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